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Patxi Fernández
Madrid
Jueves, 6 de mayo 2021, 10:54
La modificación de las características de las etiquetas en función de las emisiones de cada vehículo ha abierto el debate entre fabricantes y ecologistas, con el arbitraje de la DGT. Los roces se deben a la definición de las características de cada una ... de las etiquetas.
Las etiquetas ambientales, diseñadas en 2016 dentro del Plan Nacional de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera 2013-2016, son una herramienta clave para abordar el problema de la contaminación. El Plan recoge que las partículas y las emisiones de dióxido de nitrógeno (NOx) son perjudiciales para el medio ambiente, y tienen su principal fuente de origen en el tráfico rodado.
Los cuatro distintivos que miden actualmente el impacto ambiental se establecieron en función de los niveles de gases nocivos que emiten. El Gobierno contempla, dentro del 'Plan de impulso de la cadena de valor de la industria de la automoción: hacia una movilidad sostenible y conectada', presentado en junio de 2020 por Pedro Sánchez, la modificación de las actuales etiquetas. Este plan, dotado con un presupuesto de 3.750 millones de euros, incluía la actualización de los actuales distintivos medioambientales de la DGT para julio de 2021.
El director general de la DGT, Pere Navarro, ha destacado la importancia de «que esta modificación sea consensuada», para tranquilidad del sector y de los automovilistas, y en principio, ningún vehículo podrá perder su actual etiquetado. Según fuentes consultadas por ABC, desde la DGT se baraja la introducción de una quinta etiqueta. Se trataría de un distintivo 'D' que recogería a los vehículos nuevos de gasolina o diésel (homologados por Euro 6d-Temp, en vigor desde enero de 2021), clasificados actualmente como 'C', y crear una etiqueta específica para los modelos con hibridación suave (Mild Hybrid) que ahora comparten grupo con los híbridos no enchufables (ECO).
Propuesta de los ecologistas
Las posibles modificaciones deberían ser más restrictivas según la propuesta realizada por asociaciones como Ecodes, Ecologistas en Acción, Greenpeace y Transport&Environment, que solicitan la sustitución de la actual etiqueta 'ECO' por una nueva denominada 'D' y que el distintivo 'CERO' sólo se aplique a los eléctricos puros y de pila de combustible, excluyendo a los híbridos enchufables con autonomía eléctrica de más de 40 km que actualmente sí que cuentan con ese distintivo, de color azul.
Entienden desde estas organizaciones que en la actualidad incluso vehículos muy contaminantes pueden obtener una clasificación 'C' o 'ECO'. Adrián Fernández, de Greenpeace explica que es incongruente «que se consideren 'ECO' los vehículos híbridos menos eficientes que sus equivalentes con motor de combustión interna».
En su propuesta recomiendan eliminar el actual distintivo 'ECO' porque provoca «la confusión actual en el imaginario colectivo», e incorporar un a nueva pegatina 'D' que permita distinguir a los vehículos de combustión interna más eficientes y menos contaminantes. También proponen reservar el color verde exclusivamente a la categoría 'CERO', al ser el color que más se identifica con los valores medioambientales.
En contra de esta propuesta, desde la Asociación Nacional de Fabricantes (Anfac) consideran que el sistema de etiquetado actual ha demostrado ser eficiente para identificar al parque contaminante, y que los consumidores están comenzando a considerarlo dentro de su decisión de compra. «El actual sistema debe consolidarse y hay que poner más el foco en la parte del parque automovilístico que o no tiene etiqueta o tiene la etiqueta 'B', y que por lo tanto es la más emisora de partículas y de NOx».
Desde Anfac consideran que los híbridos enchufables son una herramienta muy eficiente «para que el ciudadano se acerque cada vez más a los vehículos electrificados con enchufe, porque todavía no hay una infraestructura de recarga suficiente para los 100% eléctricos». Por eso afirman que «no es el momento más oportuno para eliminar a los híbridos enchufables de la categoría 'Cero' emisiones».
Entienden que es necesario facilitar la transición hacia los vehículos de cero y bajas emisiones y avanzar en la recuperación del mercado dejando que «esta herramienta se consolide y se potencie, evitando generar mayores incertidumbres en los consumidores». Según sus datos, actualmente un 36,9% del parque no está etiquetado y un 34,9% tiene etiqueta 'B', sumando el 93,5% de las emisiones contaminantes de NOx y el 94,5% de las emisiones de partículas.
Uno de los debates que más discusión genera en el sector de la automoción es sin duda el relativo al etiquetado o clasificación medioambiental de los vehículos en función de sus emisiones. El centro de la polémica se sitúa en conseguir una clasificación realista de un conjunto de vehículos que inicialmente se definieron bajo la categoría ECO y CERO y que, en realidad, no lo son tanto. Este debate se extiende en el tiempo y llega finalmente a los usuarios que, ante la polémica, contraen o alteran la decisión de compra de su vehículo a la espera de un mayor grado de seguridad jurídica.
Sin embargo, siendo cierta la polémica, la realidad es que el eje del «trabajo medioambiental» con los vehículos no debería focalizarse tanto en este punto como en el hecho de que decisiones se adoptan con el parque actual y los grandes «productores» de emisiones. Los datos obtenidos por OPUS RSE , laboratorio acreditado para la medición remota de las emisiones de tráfico del mundo real, nos indican que con algo más de 1.000.000 de registros en Madrid los vehículos con distintivo C y ECO representan un 45% del parque, pero, en cambio, solo constituyen el 6% de los grandes emisores. Por el contrario, los vehículos sin etiqueta o con distintivo B constituyen el 53% de la flota actual Madrid pero suponen el 96% de los grandes emisores.
En definitiva, si realmente se quiere avanzar la reducción drástica de emisiones dentro de las grandes ciudades el foco político debe priorizarse y dirigirse a esta última circunstancia, retirando progresivamente de la circulación a los grandes generadores de emisiones. Debemos también dejar las «peleas» estériles sobre las etiquetas que apenas implicarán impacto real en la reducción de emisiones pero que, por el contrario, paralizan inversiones en la industria, provocan incertidumbre en los compradores y retrasan la recuperación económica de un sector clave de nuestra economía.
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