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J. Bacorelle
Madrid
Martes, 18 de mayo 2021, 01:18
Ausencia de emisiones, silencio, cero vibraciones… son algunas de las ventajas más valoradas de los coches eléctricos. Pero pocas veces se ha incidido sobre el mantenimiento de estos vehículos, que puede llegar a ser un 40% más económico que el de un automóvil térmico.
Un automóvil 'cero emisiones' necesita menos mantenimiento que un vehículo con motor térmico. No son necesarios ni los cambios de aceite ni la sustitución de filtros y embrague o las revisiones de la cánula de escape. Eso se traduce en menos desplazamientos al taller. Además, el desgaste en determinadas piezas, como los frenos, se reduce drásticamente y es más fácil superar la ITV, según explican desde la Red de Concesionarios y Servicios Oficiales Peugeot.
Un automóvil convencional tiene alrededor de 30.000 piezas y un eléctrico, aproximadamente un 60 por ciento menos. La mayor parte de este «ahorro» viene del motor, un mecanismo «de relojería» extremadamente complejo en los coches de combustión, que es infinitamente más sencillo en un eléctrico.
El motor eléctrico de un coche básicamente cuenta con un eje, un rotor, el bobinado, las escobillas, los cojinetes, el estator y la carcasa. Y solo tiene una parte móvil: el rotor. Un motor gasolina o diésel cuenta con una ingente cantidad de piezas, muchas de ellas móviles y, por lo tanto, sometidas a desgaste. Por este motivo, un motor eléctrico es menos susceptible de sufrir averías y apenas requiere de mantenimiento.
No tiene piezas móviles sometidas a desgaste; ni aceite, filtros, bujías, calentadores o correas que cambiar periódicamente. Otra gran fuente de ahorro de piezas es la transmisión. Los eléctricos no tienen caja de cambios (con cientos de piezas móviles en su interior), ni embrague (que requiere un mantenimiento).
El tercer campo mecánico en el que hay grandes diferencias es en el de los elementos periféricos al motor. Un bloque gasolina o diésel está rodeado de bombas, válvulas, actuadores, cajas, colectores, alternador, motor de arranque, sistemas de alimentación (con complejos sistemas de inyección y sobrealimentación) y escape (con sofisticados sistemas para reducir las emisiones). En un eléctrico, casi todo esto desaparece. Por último, la electrónica necesaria para gestionar un motor eléctrico también es muchísimo más sencilla.
Solo el sistema de refrigeración del motor de un eléctrico es más complejo, pues además de para el motor, se emplea para mantener la temperatura óptima de la batería, la electrónica de potencia y el cargador. Pero su líquido se renueva igual que en un coche convencional: cada 175.000/180.000 km o 10 años. De esta forma, el mantenimiento de un motor eléctrico y de su transmisión es prácticamente inexistente. Muchas de las labores necesarias se circunscriben a una inspección visual para comprobar que todos los componentes del sistema de alta tensión y sus aislamientos se encuentran en perfecto estado.
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