salvador arroyo
Lunes, 28 de febrero 2022, 21:51
La fotografía con el instante de la rúbrica, la de un escrito oficial, y una frase con cierto empaque épico envolviendo ambas imágenes. «Este es un momento histórico». Todo se encapsulaba en un mensaje de urgencia difundido a través de Twitter por la Rada Suprema ( ... el parlamento). Luego se reforzaría con imágenes de televisión. Así daba a conocer este lunes a Ucrania al mundo que ha dado el primer paso para su adhesión a la Unión Europea. El presidente Volodimir Zelenski, acompañado del máximo responsable del legislativo y del primer ministro, todos con indumentaria de campaña, firmaban la solicitud formal que abre un largo y complejo procedimiento que implica a todas las instituciones comunitarias. Y con una receptividad desigual entre los Veintisiete.
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Por partes. Las normas de la UE contemplan que es la presidencia del Consejo -en estos momentos Francia- la destinataria de la solicitud. A ella corresponde pedir un informe a la Comisión Europea para que «evalúe la capacidad del solicitante de cumplir los criterios de Copenhague». Si el dictamen de Bruselas es favorable, el Consejo debe aprobar un mandato de negociación. Lo que significa que el club en pleno debe dar su 'ok' al arranque de unas conversaciones que se desarrollan capítulo a capítulo.
Cinco en 'preadhesión'. Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Turquía (desde 1987) están a la espera
Y que la propia UE admite «llevan mucho tiempo». Indeterminado. Años. Aunque eso sí, se establece un periodo de preadhesión durante el cual se ofrece a los países candidatos asistencia financiera, administrativa y técnica. La cuestión es que se arrancan decenas de hojas de los calendarios. Y sino que se lo pregunten a Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Turquía, que se encuentran en proceso de incorporar la legislación comunitaria a sus ordenamientos legales.
El avance de ese proceso es irregular dependiendo del caso. Pero el atasco es general. Albania y Macedonia del Norte, por ejemplo, se enfrentan al bloqueo de Bulgaria, socio de pleno derecho. Y con Turquía la congelación es innegable. Espera desde 1987. A los citados, se añade además una lista también muy cerrada de 'candidatos potenciales' (Bosnia y Herzegovina y Kosovo). Estos se encuentran en una fase aún más incipiente.
Los Tratados marcan el paso. Y las urgencias no va con ellos. Pero hay otra clave, crucial: «Existen diferentes opiniones» entre los Veintisiete. Así certificaba la evidencia el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
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Ya el pasado fin de semana, el belga esquivaba la petición reiterada de adhesión por parte de Zelenski en una conversación telefónica entre ambos políticos. «Ucrania lo viene pidiendo desde hace tiempo. Pero hay opiniones y sensibilidades diferentes en el seno de la Unión Europea sobre la ampliación (no expresamente sobre Ucrania)», incidía este lunes. Como contrapeso al escepticismo, Charles Michel ponía encima de la mesa el «acuerdo de asociación muy potente» con Ucrania y la posibilidad de «reforzarlo».
La UE tiene activado desde el 1 de septiembre de 2017 con este país del Este un acuerdo de libre asociación; un pacto fundamentalmente económico que fue ampliado en octubre del pasado año con otros acuerdos como el vinculado a la aviación civil que ofrece «nuevas oportunidades comerciales»; y la adhesión a distintos programas paneuropeos de innovación, investigación o formación. Los últimos datos oficiales que aporta el Ejecutivo comunitario -excluidas las ayudas lanzadas en las últimas horas, como esos una línea de 450 millones de euros para financiar el suministro de material bélico- concretan en 17.000 millones de euros el dinero movilizado en préstamos y subvenciones desde 2014.
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Antes de firmar el documento que las autoridades ucranianas definen como solicitud formal, Zelenski había difundido un mensaje a la nación en el que reclamaba la entrada «inmediata» de Ucrania en la UE mediante lo que definía como un «proceso especial». «Nuestro objetivo es estar junto a todos los europeos y, lo más importante, estar en pie de igualdad», dijo en relación a ese proceso. «Estoy seguro de que esto es justo, de que nos lo merecemos y de que es posible», añadía.
Para entonces habían trascendido unas declaraciones a la cadena Euronews de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, en las que apostaba por una especie de estatus singular. El envoltorio era de compromiso y complicidad con el pueblo ucraniano: «Hay muchos temas en los que trabajamos muy de cerca juntos y, a través del tiempo, nos pertenecen. Son unos de los nuestros y los queremos con nosotros», remarcaba.
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Pero apuntaba a una fórmula con bastante más imprecisión, la de «integrar el mercado ucraniano en el mercado único». Ya existe, de hecho «una cooperación estrecha en materia energética», añadía. Horas después un portavoz comunitario matizaba esas palabras recordando lo ya apuntado: el «procedimiento» lo marcan «los Tratados».
Así que una cosa es que la UE se vuelque para asistir a un país que está sufriendo una agresión militar y otra muy diferente saltarse pasos en un procedimiento de extrema complejidad que condiciona la propia esencia y operatividad de toda la Unión Europea. «No es un proceso caprichoso que se pueda hacer por decisión política», recordaba el ministro de Exteriores, José Manuel Albares en una entrevista a RNE.
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