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El vocablo impronunciable 'bespreekbaarheid' identifica un rasgo en la personalidad del belga flamenco y su hermano holandés. Encierra una filosofía de raíces calvinistas que genera perplejidad e incluso enojo en otras culturas. No es una cuestión de fondo, sino de formas. El 'palabro' abraza la ... idea de que todo puede ser cuestionado (nada es tabú), resalta la franqueza como una virtud (no es arrogancia) y, como lo uno lleva a lo otro, la sinceridad, aunque plomiza, nunca es inoportuna. Ni siquiera ante una pandemia. Su literalidad al castellano nos llevaría al término 'negociable' y buscando algo más de precisión, nos acercaríamos a 'cuestionable'. El asunto es que ese 'bespreekbaarheid' es el que ha elevado la tensión política entre el norte y el sur europeo en los últimos meses.
Desde la óptica de España, Italia o Portugal lo que ha pasado aquí es que torpeza y falta de tacto han confluido en un discurso político interesado que ha abierto la veda del todo vale. Aunque se dé marcha atrás y se asuma el error, queda el poso. Y en esas estamos desde que a mediados de marzo el responsable de Finanzas holandés Wopke Hoekstr, llamara a Bruselas a «investigar» por qué países como España e Italia se encontraban sin margen presupuestario para enfrentarse a la pandemia. ¿Por qué había que ser solidarios?, deslizaba. Su 'jefe' Mark Rutte guardó silencio en un primer momento -algo que le reprocharía Pedro Sánchez-. Y al final, sí La Haya acabó pidiendo disculpas por su falta de «empatía» con los «amigos» del sur.
Pero con la boca pequeña. Por todo lo que ha venido después. A finales de abril, se difundía el vídeo de una visita de Rutte a una empresa de tratamiento de residuos de La Haya. En la secuencia, uno de los operarios de la planta le sorprende con este comentario: «Por favor, no les des dinero a esos italianos y españoles». A lo que el primer ministro respondió con sonrisa irónica, 'no' por triplicado que cerró con un «lo recordaré». Y pulgar hacia arriba. Estallido en las redes sociales.
Y tras la torpeza política, el 'todo vale'. Incluso en forma de portada de revista; la del semanario neerlandés 'Elsevier Weekblad' en pleno debate sobre el 'plan Marshall' de la Comisión Europea para ayudar a los países más afectados por la pandemia. La revista en cuestión se despachó con un reportaje crítico y una cubierta, ofensiva. Imagen dividida en dos mitades: arriba dos jóvenes (pelirrojo él, rubia ella) afanándose en su trabajo; abajo tres personajes sin preocupación, los «vagos» (uno toca la guitarra, el otro disfruta de vino y café en la terraza y la tercera, tópico de la mujer andaluza, con los pies en la piscina y entregada al 'selfie' y al 'chateó' con su móvil). El gran titular: «Ni un céntimo más al sur». La fábula de la hormiga y la cigarra reducida a clichés.
¿Pero tan grande es el desafecto entre holandeses y españoles? La realidad es que no. Ambos países mantienen estrechos vínculos históricos, comerciales y culturales. La gestación de Bélgica y los Países Bajos estuvo en la revuelta liderada por Guillermo de Orange contra el rey español Felipe II en el siglo XVI. Sin duda el momento más tormentoso de nuestra relación. 'La rendición de Breda' o 'Las Lanzas', el cuadro de Velázquez, refleja uno de los episodios de esa guerra que duró ochenta años. Con una perspectiva conciliadora: vencedores y vencidos (españoles y holandeses) parecen dialogar sin arrogancia ni humillación.
Velázquez y Rembrandt han compartido protagonismo con exposiciones de alto nivel en los dos países. La teoría: no tuvieron relación directa, vivieron el mismo episodio convulso en distintos frentes, pero desarrollaron obras con notables similitudes. Exposiciones, por cierto, inauguradas por los reyes Felipe VI y Guillermo. El 'feeling' entre ambas casas reales es innegable. El rey de Países Bajos, de hecho, conoció a su mujer Máxima Zorreguieta en una Feria de Abril en Sevilla.
Como sus monarcas, al menos el 78% de los neerlandeses reconocía en una encuesta del Real Instituto Elcano haber viajado alguna vez a España, mientras que solo un tercio de los españoles lo había hecho a Países Bajos. La Guerra de Flandes no pesa en el imaginario de los ciudadanos. Y los españoles tenían hace apenas un año a ese país de poco más de 17 millones de habitantes idealizado (moderno, liberal y con alto nivel de vida). Para ellos, España es su destino turístico preferido del verano.
Ese estudio, 'Imágenes mutuas' (se apoya en el testimonio de 400 holandeses y 1.600 españoles) confirma que el interés «por visitar el otro país (para los que no lo han hecho aún) o por volver a él, es mucho mayor entre los holandeses que entre los españoles». Y aunque nos vean como más conservadores y menos ricos, nos daban una nota del 7,1 (para ellos se reservaban la máxima, el 8); la misma puntuación que a Reino Unido y más que a Francia e Italia. ¿Lo curioso? Los españoles nos puntuábamos con «un aprobado raspado».
Países Bajos es hoy el séptimo cliente comercial de España (por detrás de Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Portugal y EEUU). 6.000 empresas exportadoras venden allí combustibles, automóviles y sus componentes, productos químicos y de farmacia, entre otros, según el ICEX. Holanda es, además el sexto proveedor de España. 49.727 de sus ciudadanos (activos y jubilados) están establecidos en nuestro país. Y una cifra similar de españoles figura en los registros holandeses.
Son, fundamentalmente, jóvenes con alta cualificación atraídos por salarios que incluso triplican los que percibirían en España. Pero no es oro todo lo que reluce. El pasado año se denunció en el Parlamento Europeo cientos de casos en los que se daban condiciones de explotación laboral (engaños, infraviviendas, sueldos míseros).
Está eso y el hecho de que Países Bajos actúe como un paraíso fiscal por el que se le escapan más de 10.000 millones de euros a la UE cada año (el sumidero deja a España sin 2.500 millones de ingresos del Impuesto de Sociedades por ejercicio). O que el impulso del mercado interior europeo le suponga un beneficio de 1.822 euros anuales por habitante frente a los 300 ó 500 para un español o un portugués. Y claro, de eso también debería hablarse en La Haya largo y tendido. 'Bespreekbaarheid'.
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