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salvador arroyo
Bruselas
Jueves, 16 de julio 2020, 20:58
«El acuerdo no está garantizado. De hecho, todavía hay muchas diferencias y muchos puentes que tender», reconocía ayer una fuente europea. Lo hacía en un tono tan apagado que destilaba desánimo. «No, no, estoy siendo realista», precisaba. La cuestión es que así, a ... golpe de realidad, la resignación le ha ido comiendo terreno a la urgencia pandémica en una Bruselas que hoy acoge la primera cumbre presencial de jefes de Estado y Gobierno desde finales de febrero.
Cinco meses de citas por videoconferencia, cruce de 'mails', propuestas y contrapropuestas, negociaciones de altos funcionarios, y un puñado de semanas de reuniones bilaterales no han conseguido salvar las simas sobre el plan al que la UE (y especialmente España, Italia y Francia, los más castigados por el coronavirus) han fiado su reconstrucción económica y social. Unos desencuentros que se solapan con los perennes de cualquier negociación del presupuesto plurianual europeo. Y como los dos expedientes están hoy sobre la mesa de los líderes, las discusiones se van a eternizar.
La cumbre arranca a las 10:00 horas. Y debería terminar mañana. Pero poco (o nada) es «predecible». No está claro que la negociación vaya a tomarse un descanso de madrugada (los líderes volverían a sus hoteles). Tampoco se excluye la posibilidad de que dé el salto hasta el domingo (la táctica del pacto por extenuación) ni por supuesto, que el bloqueo sea tal, que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se vea obligado a citarles de nuevo antes de que acabe el mes.
Y eso que todos, los Veintisiete, están de acuerdo en que tiene que existir un programa excepcional de ayuda; en que la Comisión Europea puede endeudarse para financiarlo; y en que la asistencia ha de priorizar a los más perjudicados. Pero poco más. Porque no hay base sólida en cuanto a su dimensión (los 750.000 millones de euros del fondo son hoy tan 'teóricos' que ya se filtran cuantías más bajas). Tampoco existe unanimidad sobre si debe contemplar subsidios y préstamos o sólo préstamos. O si el uso del dinero tiene que tener una supervisión 'extra' y acompañarse de reformas estructurales con imposición de ajustes. Países Bajos es aquí el más duro: pide un control más político, la aprobación por unanimidad del Consejo de cada plan nacional que vaya a sufragarse. No le basta la mayoría cualificada que se propone.
Aunque tampoco sería correcto plantear que el frentismo es solo una cuestión de los frugales (Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca) y todos los demás. Es una de las claves, sí. Pero hay otras. Desde Budapest también se amenaza con vetos si se refuerza como condición el respeto al Estado de Derecho (y ahí Hungría también tiene a Polonia). Además los 'rebates' o compensaciones a los países que aportan más de lo que reciben del presupuesto (Holanda se 'llevaría' más de 1.500 millones, por ejemplo) también tienen muchos detractores. España, de hecho, pidió en la cumbre anterior que se eliminasen. Y el rigor con los objetivos de descarbonización también se le atraganta a más de uno (Polonia, otra vez). Lo dicho, todo está muy abierto.
Así que por mucho que Angela Merkel (presidenta de turno de la UE) apremie a resolver este embrollo en julio. Por mucho que Michel apele a la responsabilidad de los líderes («al trabajo y voluntad política para cerrar un acuerdo esencial»). Por más que Christine Lagarde clame para que se 'pongan las pilas' a golpe de desplomes del PIB (el -8,7% de media en la eurozona este año). Por mucho, en definitiva, que se viva una situación crítica, no hay este viernes garantía de que pueda brotar el ansiado pacto de esta cumbre.
Merkel jugará un «papel importante, pero el acuerdo tiene que ser de todos», inciden fuentes diplomáticas. Se insiste, es necesario la unanimidad. Michel negociaba ayer contrarreloj con distintos líderes (Emmanuel Macron fue uno de ellos) para atar algún cabo porque «este es el momento del acuerdo». Y Lagarde ha apelado desde Fráncfort (una vez más) a «cerrar el paquete ambicioso sin perder más tiempo». «Todos los anuncios deberían tener como fin ayudar a la gente que sufre los efectos de la pandemia», añadía la francesa. Es de sentido común.
También se han recuperado en Bruselas las reuniones de las familias políticas habituales antes de cada cumbre y que sirven para acercar posiciones. Pedro Sánchez se entrevistó con los líderes socialistas. Y mientras, desde el Parlamento Europeo, que tiene la última palabra sobre un potencial compromiso de los Gobiernos, se lanza otro aviso: la propuesta de recorte en el presupuesto que Michel defiende (1,074 billones frente a los 1,1 planteados por la Comisión) no les convence. Y ese es otro frente que tampoco hay que perder de vista. Un suma y sigue.
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