La presencia de neonazis en la policía abre una crisis en Hesse

Las misivas son un compendio de insultos y amenazas. «Doner de mierda», «muerta cerebral», «cerda turca», le dicen a una reconocida abogada a la que amenazan con «arrancar la cabeza» de su hija, de apenas dos años. «¡La que se te viene ahora encima! El resto de tu panda de doner también va a ser despachado», le advierten. La carta termina, como todas las demás, con una firma intimidadora que no puede decir más en menos espacio: 'NSU 2.0'. Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) fue la célula terrorista de extrema derecha más mortífera de Alemania, un trío de neonazis responsable entre 2000 y 2007 de al menos diez asesinatos (nueve extranjeros y una agente de policía), además de decenas de atracos a bancos y atentados con explosivos.

Las cartas han ido llegando con cuentagotas. Desde mediados de 2018 y hasta este mismo julio. Siempre a personas con cierto perfil público, de origen extranjero, comprometidas con los derechos de los inmigrantes o pertenecientes a partidos de izquierdas. Siempre a mujeres. Y, quizá lo más turbador, siempre demostrando que contaban con acceso a información secreta o íntima de la amenazada. La dirección de su domicilio privado. Su cuenta de correo personal. El nombre de pila de sus hijos.

El primer anónimo le llegó por fax en agosto de 2018 a la abogada Seda Besay-Yildiz, que precisamente había defendido en los tribunales a algunos familiares de las víctimas de la NSU. El escrito superó lo que estaba acostumbrada a recibir y lo denunció. En los cuatro meses posteriores cinco policías fueron suspendidos tras comprobarse que el fax amenazante se mandó desde la comisaría número 1 de Fráncfort -perteneciente a Hesse- y que, justo antes del envío, se había consultado desde el ordenador de una de las arrestadas información confidencial de Besay-Yildiz de una base de datos policial. Sin motivo.

La Fiscalía informó entonces -porque hasta el momento se habían mantenido en secreto las pesquisas- de la intervención de un chat privado, hallado al rastrear los móviles y los ordenadores de los sospechosos, en el que los cinco agentes intercambiaban lemas racistas e imágenes de Hitler. Pero las detenciones no acabaron con el escándalo. Los anónimos han seguido llegando, dando alas a la tesis de que dentro de la Policía de Hesse hay una verdadera red ultraderechista que se aprovecha de su información privilegiada para amedrentar a quienes considera enemigos.     

     

En diciembre de 2018 la abogada Besay-Yildiz vuelve a recibir un anónimo amenazante de la 'NSU 2.0', y en los siguientes seis meses le envían otros cuatro escritos más en los que se le advierte de que se van a cobrar la «venganza» por lo sucedido a sus «colegas» policías. Esto favorece que se consolide la vía de la trama neonazi dentro de las fuerzas de seguridad, además de que los mensajes sigan empleando información confidencial.

El escándalo prosigue medio año más tarde, como un explosivo con mecha retardada, cuando la jefa del grupo parlamentario de La Izquierda en Hesse, Janine Wissler, recibe en cuestión de días dos correos electrónicos con el regusto amargo inconfundible de la red neonazi. Los investigadores no tardan en descubrir que poco antes de que se mandasen, alguien consultó los datos personales de la política en una base de datos policial. Esta vez desde una comisaría de Wiesbaden.

Ante la falta de la respuesta de la justicia, las amenazas siguen llegando. Las siguientes víctimas de los anónimos han sido, ya hace apenas unos días, la parlamentaria nacional Martina Renner y la diputada en el Parlamento regional de Berlín Anne Helm, ambas de La Izquierda. Poco después ha trascendido que la cabaretista Idil Baydar, también de origen turco, la parlamentaria nacional Helin Evrim Sommer, de La Izquierda y origen turco, y la periodista Maybrit Illner, un icono de la televisión pública ZDF, han recibido también amenazas de muerte firmados por la 'NSU 2.0'. La Fiscalía, tras analizar todos los escritos, reconoce similitudes en el lenguaje y la confección.

La multiplicación de los casos y la falta de resultados en la investigación empieza a hacer mella en la Policía de Hesse y en la consejería de Interior de ese Estado. La tensión política y la presión social y mediática son cada vez mayores por un escándalo sin precedentes en Alemania, que crece favorecido por las protestas globales tras la muerte del afroamericano George Floyd en Estados Unidos. Renner critica el «fallo absoluto» de la Policía y lamenta el «grave fracaso» del responsable de Interior de Hesse, Peter Beuth, incapaz de defender a «mujeres comprometidas».

Beuth, acosado, reconoció el 10 de julio por primera vez que podría tratarse de una trama neonazi en la propia Policía regional. Con 52 años, era un político en ascenso dentro de la conservadora Unión Cristinodemócrata (CDU) de Angela Merkel. Pero su mala gestión de esta crisis le puede pasar factura. Cuatro días más tarde Beuth forzó la dimisión del jefe policial de Hesse, Udo Münch, al que prejubiló para acallar las críticas. Demasiado tarde, demasiado poco. «No basta con cesar al responsable de Policía», denuncia Wissler, una de las amenazadas, que considera que los anónimos ultraderechistas son síntoma de «un enorme problema estructural» en las fuerzas de seguridad.