«Si perdemos más tiempo lo pagarán los más débiles», advierte Merkel

Y además, cargando presión. Imprimiendo urgencia. En cuestión de días. Porque su primer reto será conseguir el acuerdo sobre ese plan de recuperación que amadrina (junto con Francia) y que los líderes negociarán la próxima semana en Bruselas. 750.000 millones de euros; medio billón en subsidios y el resto en préstamos. Un fondo que debería obtener luz verde junto con el presupuesto plurianual (2021-2027) que le dará cobertura. «Conocemos la profundidad de la crisis y no hay tiempo que perder porque perderán sobre todo los más débiles y vulnerables», aseguró.

En una alocución que duró en torno a veinte minutos, Merkel dejó un margen escaso para la lectura entre líneas. La direccionalidad de algunos de sus mensajes resultó cristalina. Especialmente los que dirigió hacia ese club de 'frugales' (Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca) que quieren reducir el volumen de la ayuda y cargarla de condicionalidad. Eran socios tradicionales de Alemania. Pero en esta batalla no lo son. «Esta situación es extraordinaria y nosotros defendemos la ayuda extraordinaria de 500.000 millones de euros», les remarcó. 

Y aunque «todos los bandos deberán hacer cesiones», a La Haya o Viena les añadió aquello de que «la solidaridad europea» que defiende «no sólo es un gesto humanitario». No es simple altruismo. «Es una inversión sostenible y traerá beneficios». Lo contrario es, como poco, el riesgo de colapso del mercado interior por una recuperación a distintas velocidades de la que ya alerta Bruselas.

La canciller fue clara también sobre los otros desafíos de su presidencia como el respeto a los derechos fundamentales (sacrificados en parte durante la crisis sanitaria con los confinamientos), la transición ecológica, la autonomía digital o el refuerzo de Europa como ente con personalidad propia en un contexto global marcado por las tensiones entre China y Estados Unidos. Y, por supuesto, con el 'brexit'. Hay que prepararse para un divorcio sin acuerdo, advirtió. Los avances hasta la fecha «son escasos».

Era su primer acto institucional fuera de Alemania. Una sesión plenaria que se prolongó unas dos horas, con más de cuarenta intervenciones. Con mascarilla, guardando las normas de distanciamiento físico que impone la nueva realidad, y con un discurso de europeísmo encendido, salpicado de emotividad. Cierre de filas de los eurodiputados conservadores, mano tendida de socialistas y liberales, y también reproches de los Verdes, la izquierda GUE/NGL o los reformistas (ECR). «Por fin aboga por la solidaridad y no por el egoísmo nacional», le lanzó su compatriota Ska Keller, de la familia ecologista.

La humanidad había asomado también en el discurso de Merkel. Recordó que la pandemia no solo ha dejado una profunda depresión económica, sobre todo se ha cobrado vidas y «no ha permitido siquiera poder dar una última despedida a los seres queridos». Y en un gesto poco habitual en ella, habló de un rasgo personal. Con él cerró el círculo. «Soy melómana», dijo para recordar que en diciembre se cumplen los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, autor del himno europeo. «Cada vez que escucho la novena sinfonía, sus notas me llenan y descubro algo diferente que me impacta y me impresiona. como lo hace Europa».