María Molinos
Domingo, 5 de julio 2020, 21:46
El coronavirus ha operado un giro radical en las percepciones sobre Alemania en el resto de Europa. En cuestión de semanas se ha pasado de las suspicacias del sur y el este ante el predominio germano a un coro unánime de voces que instan a ... Berlín a asumir sin complejos el timón de la UE para salvarla de la crisis económica y el potencial riesgo de desintegración. Angela Merkel, a la que se quería dar por desahuciada a principios de año, ha vuelto a emerger como la gran líder del bloque comunitario, su guía y salvadora. La presidencia rotatoria de la UE, que asume desde julio el país germano, es su oportunidad para actuar y, quizá, sentar las bases de su legado en el proyecto comunitario.
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La pandemia ha provocado la mayor crisis económica en Europa desde la II Guerra Mundial. El Producto Interior Bruto (PIB) del bloque se va a derrumbar en torno al 7% este año, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). El desempleo y las quiebras se han disparado, así como el déficit público de sus miembros. Las incertidumbres en torno a la recuperación, sobre todo ante una posible segunda oleada, son todavía enormes.
La situación política no es mejor. Los países más azotados por el Sars-CoV2 se han sentido abandonados por sus socios y una mayoría de europeos se dice decepcionada por la respuesta comunitaria. la Covid-19 viene a culminar una serie de crisis que arrancó con la de la deuda -que enfrentó a norte y sur-, siguió con la de los refugiados -en la que chocaron este y oeste- y continuó con el 'brexit'. La UE, la mayor fábrica de consensos de la historia, ha quedado como resultado más desunida y desnortada que nunca. Sin objetivos, ambiciones ni estrategia.
La pandemia, argumentan algunos expertos, puede suponer incluso el fin de la UE. Por eso cada vez más voces, en las capitales, los medios y los centros de estudios, piden a Alemania que dé un paso al frente y deje a un lado sus reticencias históricas a pilotar explícitamente el proyecto europeo. Porque es la mayor economía del bloque. Porque cuenta con la jefa de Gobierno más veterana y respetada, especialmente por su sólida gestión del coronavirus en lo sanitario y en lo económico. Y porque ningún otro país -ni siquiera Francia- ni ninguna alianza de socios está actualmente en condiciones de asumir ese rol.
«Pese a que Alemania no será capaz por sí sola de salvar a la UE, el futuro de la integración europea depende ahora más que nunca del liderazgo alemán. En muchas partes de Europa, Alemania es vista desde hace tiempo como el poder indispensable de la UE. Los germanos deben ahora asumir e implementar el 'imperativo europeo'», se afirma en un informe recién publicado por la Conferencia de Seguridad de Múnich.
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Alemania y Merkel son conscientes de que todas las miradas (y las esperanzas) están puestas en ellos. La canciller ha reconocido que la pandemia es «el mayor reto» que ha afrontado la UE y ha advertido que «cómo actúe Europa en esta crisis en comparación con otras regiones determinará el futuro de la prosperidad europea y el papel de la UE en el mundo». Por eso está dispuesta a intervenir aprovechando el margen que le otorga la presidencia rotatoria de la UE. Los primeros pasos ya los ha dado. Entre ellos destaca la propuesta que lanzó junto al presidente francés, Em-manuel Macron, de un plan de reconstrucción comunitario de 750.000 millones de euros.
La iniciativa, recogida ya por la Comisión Europea, supone el reconocimiento por parte de Berlín de su responsabilidad y de su disposición a apartarse del estricto interés nacional por el bien común. Alejándose de sus tesis en los últimos años, ha cruzado sus propias líneas rojas para apoyar transferencias financieras entre Estados miembro y ha dado luz verde a que Bruselas, por primera vez, pueda emitir deuda.
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En términos económicos, la canciller también deberá emplearse a fondo para lograr un acuerdo general en torno al Marco Financiero Plurianual 2021-2027, los presupuestos comunitarios para los próximos siete ejercicios. El objetivo alemán es ampliarlo sensiblemente (contrariamente a la contención que había propugnado anteriormente) y orientarlo a la recuperación de la economía, tratando a la vez de favorecer la competitividad, la sostenibilidad y las tecnologías de futuro en todo el bloque sin descuidar la cohesión social. Las posiciones entre los 27 socios son aún «diferenciadas», según Merkel, que aspira no obstante a lograr un consenso para mediados de este mes.
Otro de los grandes escollos de la presidencia alemana será la negociación entre Bruselas y Londres de la nueva relación con Reino Unido. La canciller germana siempre ha abogado por mantenerse lo más «cerca posible», pero sus prioridades, también lo ha subrayado, son preservar la unidad dentro de la UE27 y mantener la libertad de movimiento de personas, bienes, servicios y capitales en el espacio Schengen. En las últimas semanas ha dado además muestras de resignación ante la actitud del Gobierno de Boris Johnson. Londres «tendrá que vivir con las consecuencias» de unas economías «menos estrechamente interconectadas», advirtió recientemente.
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Por último está China. Merkel había diseñado como colofón de la presidencia alemana (y casi de sus 15 años como canciller) una cumbre UE-China para sellar un acuerdo sobre inversiones recíprocas que cimentase las relaciones comerciales. Pero la realidad se interpuso en sus planes. La actitud de Pekín ocultando información en los primeros compases de la pandemia, su actitud agresiva en Hong Kong y las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang han hecho imposible un acercamiento con el gigante asiático, algo de por sí conflictivo en medio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. El mantra en Berlín ahora es el de lograr una autonomía estratégica y tecnológica.
A un año de su retirada de la política (con las elecciones generales de otoño de 2021 como telón de fondo), Merkel tiene ante sí el mayor reto de su carrera. Puede, como apuntaba el 'Süddeutsche Zeitung', convertirse en 'La canciller de Europa' que muchos le demandan, liderar la recuperación de la UE y contribuir a dotar al bloque de estabilidad y perspectiva. Y de esta forma, tal vez, escribir su legado.
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