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Protesta realizada esta semana en Lisboa contra la política del Gobierno portugués. AFP
El 'milagro portugués' se resiente

El 'milagro portugués' se resiente

Abocado a elecciones, el país se enfrenta a una contrarreloj para cumplir con Bruselas y no perder los fondos de recuperación

Salvador Arroyo

Corresponsal en Bruselas

Sábado, 30 de octubre 2021, 19:48

Las cautelas con las que Bruselas maneja los tiempos de su discurso, la corrección de su retórica y la actitud deferente que mantiene hacia eventos políticos de ámbito doméstico elimina cualquier posible valoración formal de la crisis política que se ha abierto esta semana en ... Portugal. Todo eso viene de fábrica. Y a ello se suma que hoy la Comisión Europea, todo el bloque en realidad, se enfrenta a desafíos de gran empaque que la absorben: el conflicto abierto con Polonia por vulnerar principios del Estado de Derecho es uno de ellos. Pero no el único. Las diferencias entre socios por la estrategia para contener la escalada en los precios de la electricidad, o el arranque de un debate que se prevé conflictivo para restablecer las normas fiscales tras el 'parón' pandémico, son otras tareas cuesta arriba.

La cuestión es que todo está confluyendo para que el Ejecutivo de Ursula von der Leyen, al menos de momento, no parezca excesivamente preocupado por el hecho de que el país luso parezca abocado a una contienda electoral que no se esperaba hace meses. Los socios que han mantenido en el poder a Antonio Costa, socialistas y extrema izquierda, le han dado un portazo. Han tumbado los Presupuestos con los que el país iba a emprender el camino hacia la recuperación tras el coronavirus.

Unas cuentas históricas porque reciben la colosal inyección de fondos europeos que posibilita el Plan de Recuperación y Resiliencia que los líderes aprobaron el verano de 2020. Si nada se tuerce, Portugal debería recibir hasta 2026, 14.000 millones de euros en transferencias a fondo perdido y 2.600 millones en préstamos.

El Gobierno de izquierda al que se adjudica gran parte del mérito del 'milagro portugués' (la estabilidad y su resurgir económico tras la anterior recesión) ha llegado a su fin en un mal momento. Porque las ayudas de la UE dependen del cumplimiento de una serie de hitos y objetivos que, en algunos casos, han de satisfacerse en los próximos dos meses. Con la que se viene encima, un calendario muy ajustado. Así que el lío político ya se percibe como «un riesgo» para el país, como ha reconocido su actual ministro de Economía, Pedro Siza Vieira.

Los cheques europeos se entregan semestralmente a los socios y Portugal espera uno de 1.300 millones en enero. Para que se lo firmen necesita aún dar luz verde a una treintena de medidas que ya ha comprometido con Bruselas. El próximo año tendrían que llegarle un total de 4.600 millones en dos tandas. Dinero que también está supeditado a la aprobación de varias normas. Lisboa confía en que todo el embrollo se quede en simple perturbación.

Rescatado y recuperado

Al fin y al cabo, ni su situación económica ni su imagen en Europa (a lo que ha contribuido el propioCosta y el que fuera presidente del Eurogrupo, MarioCenteno) es hoy la misma que tenía en abril de 2011. Aquel fatídico día el país entraba en un estricto programa de rescate asfixiado por los intereses de su deuda soberana. Y que le empujó a poner en marcha un plan de ajuste severo a cambio de recibir un préstamo de 78.000 millones de euros. Cuando se cerró formalmente ese programa, en 2014, aún tenía pendiente la devolución de 50.000 millones. Pero consiguió enderezar el rumbo. Y doblegar otras variables macro importantes que le habían asfixiado. Como la del crecimiento.El PIB del país consiguió subir a un ritmo medio superior al 2% hasta la llegada del Covid-19 (en el segundo trimestre de este año ha remontado un 4,5%) y su tasa de paro se sitúa en el 6,9%, unos diez puntos menor que la de España.

Portugal se ha convertido, en suma, en un socio confiable. Y la presidencia rotatoria de la UE que detentó el país en el primer semestre de este 2021 refrendó su imagen renovada. Fue considerada «un éxito» por responsables comunitarios como Paolo Gentiloni, comisario de Economía. Porque con ella arrancó la recuperación de la economía en el continente, se definieron los reglamentos para que los fondos de asistencia anticovid fluyeran a los Estados, el cuadro financiero, la reforma de la PAC e incluso el certificado covid.

No se enfrenta, en definitiva, a los duros tiempos de los 'hombres de negro'; los de la troika fiscalizadora, pero el Covid como a todos, la ha dejado tocada. La previsión para 2022 es que la economía del país crezca un 5,5%. Pero lastrará un déficit del 3,2% y su deuda pública se moverá en el 123% del PIB. Números rojos, estos últimos, que le sitúan en la cima de los países de la UE. Y que refuerzan su necesidad del revulsivo mancomunado. Comienza una carrera contrarreloj.

Porque desinflado el Gobierno de Antonio Costa, en el poder desde 2015 –llegó a ser modelo para la izquierda europea–, la situación conduce a unas elecciones de resultado incierto que, al menos hasta enero, no permitiría atisbar cierta estabilidad. Y Bruselas, que además de cauta es amiga de la previsibilidad, ya ha anunciado su intención de estrechar la comunicación con Lisboa para ver hacia dónde puede conducir la deriva actual. Se insiste, sobre todo, en lo económico.

Una ruta urgente

El Ejecutivo comunitario necesita saber, de entrada, cuando podría recibir un presupuesto creíble y con luz verde de Portugal. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, tendría que aportar una especie de hoja de ruta esta semana. «Necesitamos saber cuáles son las perspectivas para el próximo presupuesto que se presentará», aseguraba el vicepresidente Valdis Dombrovskis días atrás.

Su negociado mantendrá consultas con el gobierno que «ayudarán a decidir cómo vamos a avanzar», puntualizaba el letón que recordó que Portugal (como el resto) debe seguir cumpliendo con los planes de inversiones y reformas comprometidos con Bruselas para recibir el dinero. «Hemos sido muy claros: los desembolsos dependen del cumplimiento de metas e hitos concretos».

El rigor es tal que si un nuevo Gobierno quisiera ejecutar nuevas políticas sirviéndose de los fondos de asistencia asignados al país, estaría obligado a empezar de cero. O lo que es lo mismo, a trazar un nuevo proyecto y esperar meses para obtener el aprobado tanto de la Comisión Europea como del Consejo de la UE, en una reunión de los ministros de Economía de los Veintisiete. La incertidumbre está servida.

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