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Juan Carlos Barrena
Berlín
Domingo, 15 de agosto 2021, 18:58
Perseverancia y paciencia son dos de las virtudes que la canciller federal, Angela Merkel, ha mostrado a lo largo de sus cuatro legislaturas al frente del Gobierno alemán. Como 'Krisenkanzlerin', como canciller de las crisis, ha tenido que echar mano de ellas reiteradamente en sus ... 16 años como jefa del Ejecutivo. Desde la crisis financiera mundial de 2008 y la consiguiente crisis de la eurozona a la avalancha de refugiados de 2015 o la pandemia de coronavirus que sufre el planeta aún.
Todas las ha resuelto o se encuentran en resolución, con mayor o menor éxito, aunque nadie duda de que su prestigio internacional es grande y más de un pueblo la querría al frente de su Gobierno. La política conservadora tiene, sin embargo, alguna que otra espina clavada en materia de conflictos internacionales. Sobre todo en lo que se refiere a las complicadas relaciones con Rusia y su presidente, Vladímir Putin.
Aunque solo le quedan semanas en el poder, Merkel no quiere despedirse sin tratar de resolver o por lo menos encauzar la crisis germano-rusa. Unas relaciones gravadas por la invasión rusa de Crimea, el apoyo de Moscú a los independentistas en el este de Ucrania, el pirateo del correo electrónico en el Bundestag en 2015, el asesinato en Berlín de un disidente checheno-georgiano presuntamente por un agente ruso o el encarcelamiento del conocido opositor Alexei Navalni nada más regresar de Berlín, donde fue sanado de un envenenamiento. La lista es más larga aún. Pese a todo, Angela Merkel viajará el viernes a Moscú para entrevistarse con Putin, que lleva desde 2000 al frente de la Federación Rusa, salvo el paréntesis de 2008 a 2012 en el que ejerció como primer ministro, y con ello cinco años más que la conservadora alemana en el poder.
Pese a los conflictos que los dividen, el diálogo entre ambos se ha mantenido siempre. Merkel visitó Moscú por última vez en enero del pasado año, pero desde entonces ha conversado en múltiples ocasiones telefónicamente con Putin. La política alemana es una de los pocos estadistas mundiales a los que el mandatario ruso respeta profundamente y ambos dominan el idioma del otro. Como motor del llamado Formato de Normandía, el grupo que forman Alemania, Francia, Rusia y Ucrania para tratar de resolver el conflicto entre Moscú y Kiev, Merkel intentará de nuevo esta semana mediar y buscar avances para aliviar el enfrentamiento. Del resultado de sus esfuerzos dará cuenta en Kiev, a donde viajará seguidamente para conversar con las autoridades ucranianas.
En ambas capitales abordará la situación del conflictivo gasoducto Nordstream 2 entre Rusia y Alemania. Vital para las exportaciones de gas a Occidente, Ucrania lo critica porque amenaza con secar los gasoductos rusos que cruzan su territorio, un temor que comparte Polonia, mientras países como EE UU se lamentan de la creciente dependencia energética de Berlín ante Moscú. El Nordstream 2, que cruza el mar Báltico desde territorio ruso hasta la costa alemana, es además objeto de debate como posible arma para presionar al Kremlin con la amenaza de su cierre cuando aún no ha sido inaugurado.
Pero ese conflicto no es su única espinita. La crisis climática, el calentamiento de la atmósfera debido a la actuación del hombre, es quizás el problema sin resolver que más acucia a Angela Merkel. Como científica y doctora en Ciencias Físicas, la canciller ha sido probablemente la estadista mundial que mejor entiende los efectos del cambio climático. Ella misma reconoció recientemente que le hubiese gustado más pasar a la historia como la canciller del clima que como la 'Krisenkanzlerin'.
Ministra de Medio Ambiente bajo el último mandato de Helmut Kohl, el tema le ha ocupado desde que empezó a acudir a los consejos de ministros. La líder conservadora alemana ha reconocido que su mayor error fue empeñarse en aplicar el protocolo de Kioto, el acuerdo alcanzado en 1997 por los países industrializados para reducir las emisiones de gases contaminantes que debía aplicarse en 2005. Ahora considera que fue una pérdida de tiempo y que el acuerdo de París de 2015 llega demasiado tarde. «No es suficiente» para detener el calentamiento de la atmósfera, reconoce.
En todo ese proceso, Alemania anunció bajo su mandato el cierre de todas sus centrales atómicas que se completará a finales de este año. Toda una revolución para una política conservadora en Alemania. Fue poco después de la catástrofe de Fukushima en 2011 y al medio año de que el gabinete de Merkel acordará prorrogar tres lustros la vida de las centrales más modernas. El siniestro en Japón causó tal impacto en la canciller que anuló esos planes y puso en marcha un calendario para cerrar gradualmente todas las plantas nucleares en el plazo de diez años. Los últimos seis reactores se desconectarán al acabar 2021.
Para Merkel, que ha recibido en su despacho a la líder ecologista adolescente Greta Thunberg, es «muy importante que los jóvenes presionen» a favor de la protección medioambiental, pero también que tenga lugar un «profundo proceso de transformación» de la economía y la sociedad. Es consciente de que, por mucho que se esfuercen los alemanes en su contribución para evitar el calentamiento global, «nosotros solos no podremos cambiar el clima», pero sí ser un ejemplo que sigan otros.
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