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Corresponsal. Roma
Viernes, 15 de octubre 2021, 20:43
«Ya he reservado las pruebas en la farmacia. Me va a tocar hacerme dos o tres cada semana. Esperemos que caiga cuanto antes este Gobierno o que quiten la obligatoriedad a finales de año, cuando termine el estado de emergencia». A Pietro, padre de ... familia y funcionario de un ministerio en Roma, no le gusta que le llamen 'antivacunas'. Él asegura que solo está en contra del suero contra el coronavirus, porque «no está suficientemente probado». Sin querer entrar en razones científicas, se presenta como «una víctima» más de la obligación que desde este viernes tienen todos los trabajadores en Italia de presentar el pasaporte covid en sus empleos. Si no lo hacen pueden ser multados con entre 600 y 1.500 euros y quedar suspendidos de sueldo.
El primer día en que entró en vigor esta medida, lanzada por el Ejecutivo de Mario Draghi para impulsar la campaña de vacunación, transcurrió con relativa calma. Pese a las amenazas de los grupos contrarios a este certificado de que iban a parar el país, la jornada transcurrió sin grandes incidentes más allá de los bloqueos en los accesos a los puertos de Trieste y de Génova, organizados por estibadores que montaron piquetes, y de una concentración de protesta en el Circo Massimo de Roma. La marcha, en la que participaron cientos de personas sin mascarilla y sin respetar la distancia de seguridad, fue pacífica, a diferencia de la del pasado sábado, que acabó con la devastación de la sede de la CGIL, el principal sindicato de Italia.
En la concentración de Roma incluso un grupo de mujeres regaló flores a los agentes que vigilaban para que no se repitieran los incidentes violentos. «Es un gesto simbólico de paz», comentaron las manifestantes mientras entregaban las rosas a la Policía. Desde el palco, el convocante de la protesta, un abogado llamado Edoardo Polacco que se ha convertido en una figura de referencia para los contrarios al pasaporte covid, no paraba de repetir: «¡Nosotros somos el pueblo, somos la democracia!».
Pese al ruido de las protestas, la mayoría de los italianos se ha vacunado con alivio y no ve problema en que se solicite el pasaporte covid para trabajar, ir al cine, subir a un avión o cenar en el interior de un restaurante. Más del 80% de los mayores de 12 años ya ha completado la pauta. Este porcentaje crecerá porque, en las últimas semanas, han aumentado un 40% las reservas para recibir la inyección. «Yo puedo entender que haya personas que tengan miedo de vacunarse, pero quien piensa así tiene dos opciones: o se aísla de la sociedad o se hace una prueba cada dos días para estar seguro de que no contagia a nadie, opina Alessandro. Este autónomo de unos 40 años rechaza la pretensión de algunos colectivos de que sea el Estado o las empresas para las que trabajan las que se hagan cargo del coste de los test.
El Ejecutivo de Draghi se niega a que las pruebas sean gratuitas por el desincentivo que sería para la campaña de vacunación, además del gasto que supondría para las arcas públicas. Aunque su partido forma parte de la coalición que sostiene al Ejecutivo, Matteo Salvini, líder de la Liga, tampoco está de acuerdo con la exigencia a todos los trabajadores del pasaporte covid. «Somos uno de los países más vacunados del mundo. Pero, por desgracia, el certificado obligatorio para ir a trabajar es solo italiano. Así que o se está equivocando todo el mundo o estamos exagerando nosotros», comentó Salvini, que está cada vez más incómodo en la coalición gubernamental.
El líder de la Liga espera que dentro de un mes o, como mucho, a finales de año, «esté archivada» la exigencia del pasaporte covid, pues «excluir del mundo del trabajo a millones de italianos no creo que sea correcto».
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