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Beatriz Juez
París
Miércoles, 8 de septiembre 2021, 13:41
Bajo fuertes medidas de seguridad, el juicio de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París y Saint-Denis comenzó este miércoles en el Palacio de Justicia de la Île de la Cité, en el corazón de la capital francesa. Los ataques coordinados, ... que fueron reivindicados por el Estado Islámico, causaron 130 muertos y 350 heridos y traumatizaron a todo el país. El juicio está previsto que dure nueve meses.
«Iniciamos un juicio calificado de histórico y excepcional», señaló el presidente del tribunal, Jean-Louis Périès, al inicio del proceso. «Es histórico porque los hechos, por su intensidad dramática, forman parte de los acontecimientos históricos nacionales e internacionales de este siglo». Es excepcional «dado el número de participantes, el número de partes civiles (1.800), de sus abogados (más de 300) y de expertos llamados a declarar».
El primer día de la audiencia se dedicó a cuestiones de procedimiento. Uno a uno, los 14 acusados presentes en la sala se fueron identificando ante el tribunal. Hay otros seis huidos de la justicia, que serán juzgados en rebeldía. Se cree que cinco podrían estar muertos.
El primero en tomar la palabra fue Salah Abdeslam, el único terrorista vivo de los comandos que sembraron el terror hace casi seis años en la sala de conciertos Bataclan, en varias terrazas de bares y restaurantes parisinos y en las inmediaciones del Estadio de Francia en Saint-Denis. Los otros terroristas fallecieron al detonar sus cinturones explosivos o fueron abatidos por la Policía.
«Quiero declarar que no hay más Dios que Alá y que Mahoma es su siervo y su mensajero»», dijo en la 'pecera' de los acusados Abdeslam, tras quitarse la mascarilla para hablar y dejar al descubierto su barba negra. «¿Su profesión?», le preguntó el presidente del tribunal, Jean-Louis Périès. «Dejé toda profesión para ser un combatiente del Estado Islámico», respondió orgulloso Abdeslam, de 31 años. Este francés, nacido en Bélgica y de origen marroquí, fue el único de los acusados que hizo una referencia religiosa en el arranque del juicio. Fue arrestado en marzo de 2016 en Bruselas y podría ser condenado a cadena perpetua. «Somos hombres, tenemos derechos. Somos tratados como perros», se quejó sobre sus condiciones de encarcelamiento.
Hace seis años, Paul Henri, de 70 años, trabajaba en la puerta H del Estado de Francia, a las afueras de París, donde se disputaba un partido amistoso entre las selecciones de Francia y Alemania. Un terrorista suicida, al que no dejaron entrar porque no tenía entrada, «se explotó a menos de diez metros de mí». Eesultó herido en el pie y en el tobillo y perdió audición tras la explosión. Espera que Abdeslam y sus cómplices «se den cuenta de lo que hicieron». Asegura que el atentado no alteró su vida. A pesar de esta traumática experiencia, cuenta que sigue trabajando en seguridad. «El rayo no cae dos veces en el mismo sitio», dice.
Thierry, superviviente de la masacre de la sala de conciertos Bataclan, no espera «nada» del juicio. «Es sobre todo para las familias de los heridos y los muertos. Si yo hubiera caído, mi madre estaría aquí. Necesitan repuestas», decía antes de entrar en la sala. «Si los acusados hablan, ¿qué van a decir? Han hecho cosas terribles. ¿Qué van a hacer? No hay disculpas».
Este parisino, que testificará el 18 de octubre, no resultó herido gracias a que logró esconderse durante tres horas en un camerino del Bataclan junto a otras personas. «Lo oímos todo, vimos cosas horribles. Nosotros solo fuimos a un concierto de rock (del grupo estadounidense Eagles of the Death Metal) y nos divertíamos y bebíamos cerveza». «Vamos a vivir siempre con esto. Las víctimas somos todas diferentes. Hay gente que espera este juicio para poder pasar a otra cosa –añade Thierry–. Yo vivo con ello, tenga pesadillas, porque he visto cosas que no vi ni en el Ejército. Cuerpos de chicos y chicas jóvenes, sangre por todas partes, tuvimos que saltar por encima de un terrorista para salir».
«El hecho de estar aquí me reconforta. Espero que se haga justicia», cuenta Calixte, que la noche de los atentados estaba en el bar Le Carillon. Iba al supermercado pero tuvo «la mala idea» de pararse a tomar una cerveza con dos amigas. Ellas murieron cuando los terroristas dispararon con una metralleta contra la terraza. «Nunca pasaré página. La página está siempre ahí. En un cajón que a veces se abre», cuenta.
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