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Calle del distrito de Newham, Londres, uno de los focos de mayor mortalidad por el coronavirus. AFP

Dolor en la orilla pobre del Támesis

El distrito londinense de Newham registra el mayor índice de mortandad por el Covid-19 en Reino Unido

Iñigo Gurruchaga

Londres

Domingo, 10 de mayo 2020, 00:27

El centro de conferencias Excel, donde gobiernos, agencias y profesionales del turismo se reúnen o exhiben sus ofertas en el World Travel Market, una de las ferias anuales más importantes de Europa, es ahora un cascarón vacío, tras el cierre del hospital de campaña que ... montó el Ejército británico. Las camas suplementarias para enfermos del Covid-19 no fueron necesarias. Y eso a pesar de que el centro, el aeropuerto vecino, los nuevos edificios de viviendas de lujo construidos en esta ribera del Támesis son la linde sur del distrito de Newham, el de mayor índice de mortalidad: 144.3 decesos por cada 100.000 habitantes en el país europeo con mayor número de fallecimientos.

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En el paisaje abigarrado, típico del este de Londres, el limpio trazo de la arquitectura contemporánea es contiguo a casas ajadas de familias obreras. Un sexagerario inglés, en la parada del autobús, dice que todo en su vida y vecindario «es normal». Una madre que camina con su hija, ambas con mascarilla, pieles caribeñas, confirma que su familia tampoco ha sido afectada.

Un nigeriano de unos 40 años regresa con bolsas de la compra: «No conozco a nadie enfermo, pero un amigo me dijo que una familia perdió a alguien. Newham es pobre... Yo quiero que esto pare y que todos podamos hacer lo que queramos. Es por lo que rezo».

Urbanismo de calles mayores con comercios y hectáreas de casitas adosadas. En Green Street, el Mercado de la Reina es un bullicio diario en torno a puestos de bisutería, telas, ropa... Está ahora cerrado, salvo las carnicerías halal para musulmanes o pescaderías que ofrecen tilapias con ojos faltos de frescura.

Un dependiente de este mercado saltó a la fama con la canción 'Un pez, una libra'. En la tienda de comestibles afrocaribeños no se respetan las distancias. En el exterior, abundancia de gente en las aceras. Quizás uno de cada diez con máscara.

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Imperativos

Jason Strelitz es el director municipal de Salud Pública. Achaca el índice de transmisión a la aglomeración en viviendas, cohabitación de generaciones, alta densidad de población, al número de empleos en servicios y en asistencia social...Y la severidad de los resultados, a que la expectativa de vida ha sido menor en Newham que el promedio nacional durante muchos años, por enfermedades cardiovasculares, diabetes o polución del aire.

Según un estudio publicado en diciembre, el transporte causa en este lugar la mayor contaminación en todo el país. El 52% de sus niños vive en el nivel oficial de pobreza, aunque el desempleo no es mucho mayor que el promedio. Hay un número muy alto de familias e individuos en residencia temporal y de desahucios.

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Strelitz subraya que los problemas locales no se resuelven en el corto plazo: «Tenemos ahora el imperativo de salvar vidas, pero hay que invertir en el futuro». La ola de transmisión del virus se produjo antes del confinamiento, según sus datos, porque el número de hospitalizaciones se redujo drásticamente desde el principio de abril.

Para hacer posible el confinamiento, el Ayuntamiento local ha hablado con 20.000 familias e individuos vulnerables, de una población de 365.000. Junto a asociaciones vecinales, ha distribuido 70 toneladas de alimentos, 150.000 comidas preparadas, también medicamentos. Ha ofrecido asistencia de salud mental.

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Avanzando por el barrio de East Ham, un sij que está haciendo obras en su casa tampoco conoce a ningún afectado y luego señala con el dedo cada puerta de la calle y la nacionalidad: «Sri Lanka, Sri Lanka, inglés, Rumanía, negro, negro, Rumanía, Pakistán, inglés...». Un sexagenario pakistaní con mascarilla sobre su barba musulmana tampoco ha percibido el impacto: «Lo he leído en el periódico. Mira, esta es una zona residencial, quizás ha ocurrido en torres, en Forest Gate. Bengalíes y negros viven a veces 15 en un piso».

En el portal de una torre de Forest Gate, un joven inglés se monta en su bici para dar una vuelta: «En los apartamentos no caben más de cuatro o cinco. Como las televisiones hablan siempre de muertes, han asustado a todos. Están encerrados. Aquí entra y sale gente todo el día y ahora…¡nadie!». Un indio sexagenario sale con una bolsa de papel de la farmacia comunitaria, en un vecindario agradable de Manor Park. Lleva medicamentos para su hijo mayor, que tiene diabetes: «En familias de amigos de mis hijos han muerto tres personas». Y pregunta por los casos en España.

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Una vida «dura»

Una húngara de 30 años, embarazada, critica, cerca ya de Stratford, el incumplimiento de las reglas. Asocia la alta mortandad a casas convertidas en habitaciones de alquiler, donde viven nueve o diez inquilinos. «La vida en Londres es muy dura–dice–. Ganas para pagar el alquiler y la comida».

Stratford fue el epicentro de los Juegos Olímpicos en 2012. La zona fue «regenerada». Se construyó una estación intermodal, un centro comercial, torres y casas de pisos lujosos. Entre Caning Town y Stratford, donde se levanta ese nuevo mundo rico y limpio, queda la mayoría de los habitantes de Newham. Son inmigrantes, refugiados y británicos que viven en precaria armonía.

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El laborista Stephen Timms es diputado por la comarca desde 1994: «Creo que las experiencias de esta crisis tendrán un efecto duradero en la politica nacional –afirma–. Tendrán que darse respuestas satisfactorias a preguntas sobre por qué comunidades de baja renta como esta han sufrido un impacto tan duro».

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