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El aspirante democristiano, Armin Laschet (CDU). AFP

Los conservadores alemanes caen en picado en las encuestas

A mes y medio de las elecciones, se fracciona el voto en Alemania y solo podrán gobernar tripartitos

juan carlos barrena

Corresponsal. Berlín

Miércoles, 11 de agosto 2021, 15:19

Peor no podía desarrollarse para los conservadores alemanes y su criticado candidato a la Cancillería Federal, el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia y presidente de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Armin Laschet, la precampaña para los comicios generales de septiembre próximo. Los negros augurios ... de los distintos sondeos electorales culminaron este miércoles con la encuesta del instituto demoscópico Forsa y su «Trendbarometer», el barómetro de tendencias que elabora semanalmente para las cadenas de televisión RTL y N-TV y que sitúa a los partidos de la Unión, la CDU y sus hermanos socialcristianos (CSU) de Baviera, ante el peor resultado potencial en la historia de la República Federal. El sondeo adjudica a los conservadores tan solo un 23% de votos, tres puntos menos que la semana pasada y casi 10 menos que en las elecciones de 2017, y da alas a Los Verdes con un 20% y los socialdemócratas (SPD) con un 19%, que recortan distancias y se acercan a su principal rival peligrosamente. Los liberales (FDP) suben hasta un 12%, mientras un 7% daría su voto a la Izquierda y un 10% a los ultranacionalistas de Alternativa para Alemania (AfD).

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Con un voto tan fraccionado como nunca en el pasado en este país, una coalición de gobierno entre dos formaciones políticas, lo habitual hasta ahora desde más de siete décadas, se hace imposible y obliga a la búsqueda de pactos tripartitos que complicará sumamente las negociaciones. Con los resultados de la encuesta a la vista serían posibles cuatro alternativas, desde un acuerdo entre conservadores, liberales y ecologistas, como el que hace cuatro años trató infructuosamente de alcanzar la canciller federal, Angela Merkel, hasta una alianza de verdes, socialdemócratas y La Izquierda, que supondría un bandazo radical para la política de Alemania. La culpa del hundimiento conservador hay que buscarla en su candidato, con diferencia el más impopular y el peor situado entre los favoritos a asumir la sucesión de Merkel en el poder. Si los alemanes pudieran escoger directamente a su jefe de gobierno, un 26% se decantaría por el socialdemócrata Olaf Scholz, un 16% por la verde Annalena Baerbock y tan solo un 12% querría a Laschet al frente del ejecutivo.

Armin Laschet no cuenta tan siquiera con el respaldo de los votantes de la Unión. Solo un 39% de los electores conservadores en Alemania respalda al presidente de la CDU. Es más, el 50% de los consultados y más del 60% de los votantes de la Unión opina que el jefe del gobierno de Renania del Norte-Westfalia debería renunciar inmediatamente a su candidatura a la Cancillería Federal en beneficio de Markus Söder, presidente de la CSU y primer ministro de Baviera, favorito indiscutible para ocupar la jefatura del gobierno germano. En una elección directa un 40% de los alemanes votaría por Söder, casi tres veces más de los que suma Laschet, que se adjudicó la candidatura conservadora tras vencer en un polémico y discutido duelo interno a su rival bávaro. El líder conservador comenzó este miércoles oficialmente su campaña electoral en un campamento juvenil de boxeo en Fráncfort, donde se subió al ring con ánimo combativo, se vistió los guantes y retó a sus rivales para «comenzar de una vez por todas con una campaña política» en la que se debatan contenidos.

El líder conservador protagoniza, sin embargo, desde hace semanas titulares negativos. A su mala gestión de las recientes inundaciones y riadas, que causaron solo en la región que gobierna casi medio centenar de muertos, hay que sumar pequeños escándalos que salen ahora a la luz como las acusaciones de plagio por un libro que escribió en 2009 sobre las posibilidades de la migración para el país y que ha resultado estar lleno de citas de trabajos ajenos cuyo origen oculta. O la inoportuna carcajada que se le vio soltar cuando el presidente federal, Frank Walter Steinmeier, se dirigía a los damnificados por las riadas y las cámaras de televisión le grabaron a espaldas del máximo mandatario en una inadecuada situación jocosa. Se le atribuye también una criticada cercanía al Opus Dei, movimiento católico ultraconservador al que pertenece al parecer el jefe de su oficina de gobierno en Düsseldorf, Nathanael Liminski, su brazo derecho y hombre de máxima confianza. Y además tiene que aguantar los puyazos de Söder, que, sabedor de su popularidad y dolido por no poder liderar a los conservadores, no pierde ocasión de dejar a Laschet en evidencia y de aleccionarle para hacer las cosas mejor.

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