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Corresponsal. Roma
Miércoles, 29 de septiembre 2021, 20:02
A sus 85 años, la respetable cifra que cumplió este miércoles, Silvio Berlusconi sigue resistiéndose a jubilarse y, mucho menos, a que alguien pueda considerarle un anciano con achaques. Lo demostró hace un par de semanas cuando rechazó tajantemente por «humillante» someterse al examen psiquiátrico ... que había solicitado el tribunal de Milán que juzga el caso 'Ruby-ter', motivado por las famosas 'bunga bunga', las fiestas con mujeres jóvenes que celebraba en su lujosa residencia cerca de Milán hace 11 años. El cuatro veces primer ministro italiano se negó a que le realizaran la prueba arguyendo «todo lo que he realizado en mi vida en muchos sectores, incluido los negocios, el deporte y la política».
A esa alargada lista el magnate espera sumar un nuevo cargo: el de presidente de la República. A principios de 2022 termina el mandato de siete años del actual jefe del Estado, Sergio Mattarella, y a Berlusconi le encantaría sucederle. No le será fácil, pues los partidos de la izquierda harán todo lo posible para que no acabe en el puesto más elevado del Estado, una posición que resulta clave en las habituales crisis políticas italianas ya que el presidente ejerce de árbitro entre los partidos e incluso forma Gobiernos.
Para su ascenso a la colina romana del Quirinal, donde tiene su sede la Presidencia de la República, Berlusconi cuenta obviamente con el apoyo de su partido, Forza Italia, cuyo vicepresidente, Antonio Tajani, asegura que «su sueño» es verle como jefe del Estado. También le sostendría Hermanos de Italia, la formación de ultraderecha de Giorgia Meloni, que encabeza las encuestas en intención de voto. En la Liga, en cambio, hay disparidad de opiniones. Mientras que su secretario federal, Matteo Salvini, ha mostrado en numerosas ocasiones su respaldo a la eventual elección de Berlusconi como presidente, otro de los hombres fuertes del partido, Giancarlo Giorgetti, prefiere que el elegido sea el primer ministro, Mario Draghi.
El actual jefe de Gobierno lo tendría todo de cara si se decide a optar por el Quirinal. A sus 74 años, el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) pondría el broche de oro a su carrera con su designación como jefe del Estado. Es un nombramiento que le corresponde al Parlamento y a los delegados de los gobierno regionales y en el que, salvo sorpresa, Draghi arrasaría si aceptara presentarse. Ya demostró su extraordinaria capacidad para aglutinar voluntades el pasado febrero, cuando formó un Ejecutivo apoyado por una heterogénea coalición formada por nueve partidos, que van desde la Liga hasta la extrema izquierda.
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