darío menor
Roma
Domingo, 2 de mayo 2021
«Perdona, mamá, si aún no consigo enterrarte». Los carteles publicitarios que comenzaron a aparecer hace unas semanas por las calles de Roma con este mensaje fueron la primera sacudida pública del drama que viven miles de familias en la capital italiana: en algunos casos ... tienen que esperar hasta tres meses para dar sepultura a sus seres queridos.
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El aumento de fallecidos debido a la pandemia ha dado el golpe de gracia a los cementerios romanos, que arrastraban desde hace años los problemas comunes a muchos otros servicios gestionados por el Ayuntamiento de la capital italiana: falta de mantenimiento, burocracia infinita, ineficacia y absentismo galopante entre los funcionarios públicos. La alcaldesa, Virginia Raggi, del 'anticasta' Movimiento 5 Estrellas, anunció en 2017 la construcción de tres nuevos hornos crematorios y dos cementerios, pero hasta ahora no ha cumplido con lo prometido.
«Mi marido murió el 11 de febrero y su cuerpo está en un depósito, en un ataúd sin sellar», denunció Lorella, una señora de unos 60 años que participó en la manifestación organizada por las funerarias en el centro de Roma el pasado 16 de abril. «Siento dolor y rabia. ¿Cómo se explica una situación así?», se preguntó. En la concentración los trabajadores del sector mostraron carteles en los que podía leerse: 'Disculpadnos si no nos permiten enterrar a vuestros seres queridos'. Walter Fabozzi, que trabaja en una empresa fúnebre, consideró que se ha «tocado fondo» y amenazó con llevar los ataúdes hasta la plaza del Campidoglio, delante del Ayuntamiento de la capital italiana. «En los depósitos de los cementerios, que están llenos, hay casi 2.000 féretros».
También ha denunciado esta dolorosa situación Andrea Romano, parlamentario del Partido Democrático (centro izquierda), cuyo hijo falleció hace dos meses. Su cuerpo fue cremado, pero aún no le han dado a la familia una fecha para poder inhumar las cenizas. «No nos dejan ni siquiera acceder al depósito donde las tienen guardadas. Y la locura de todo esto es que ya tenemos una tumba, pero no es suficiente, porque no consiguen organizar ni siquiera el entierro. Es una agonía dentro de la agonía», criticó.
Ama, la empresa municipal encargada de los cementerios de la Ciudad Eterna, justificó el retraso en este caso porque se trata de una operación «no urgente», al haber sido ya cremado el cuerpo. Recordó además que, desde octubre, Roma acumula un exceso de unas 5.000 muertes respecto a la media del mismo período de los años anteriores. Son los efectos de la segunda y la tercera ola de la pandemia del coronavirus en la capital, que apenas se vio afectada durante la primera fase de la crisis sanitaria.
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Raggi ya se ha disculpado ante Romano y las otras familias por esta dolorosa situación, aunque le echa la culpa de lo sucedido a Ama. Con sus más de 7.000 empleados y un absentismo del 20%, esta empresa municipal lleva años en el punto de mira por sus altos costes e ineficacia, como demuestra con la pésima gestión de la limpieza de las calles y el tratamiento de basuras. Ama incluso ha tenido que alquilar contenedores refrigerados, pensados para la conservación de pescado, para meter dentro los ataúdes y evitar así la descomposición de los cuerpos.
Pese al desastre, los responsables de la empresa no solo no han pedido perdón, sino que amenazan con denunciar a los partidos de la oposición, que apelaron a los tribunales para que intervengan ante su deficiente gestión. También la patronal de las funerarias consideró que existían indicios de comportamiento delictivo.
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Giovanni Caciolli, secretario de la asociación de funerarias, lamentó que haya cremaciones que deban esperar hasta 40 días. Incluso cuando las familias se hartan de las demoras y deciden llevar al difunto a otra localidad para ser incinerado enterrado, la situación no mejora.
«Hace falta una firma de autorización que a veces tarda hasta 50 días. ¿Pero quién se va a llevar un cuerpo entonces? Es una situación intolerable en la que el Ayuntamiento y Ama se echan la culpa el uno al otro», denunció Caciolli. Estas dos instituciones, que en el fondo son una sola, cumplen así con la máxima que el escritor Nicola Lagioa plasma en su novela 'La città dei vivi' (La ciudad de los vivos): «El cinismo, en Roma, es la primera lección de vida». Para los muertos, también la última.
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