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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, habla por videoconferencia en la Asamblea General de la ONU. Reuters
¿Sirve para algo la ONU?

¿Sirve para algo la ONU?

Su incapacidad para frenar guerras como las de Gaza y Ucrania pone al gobierno global en la diana. Y, sin duda, el derecho a veto en el Consejo de Seguridad lastra su efectividad. Pero la Organización de Naciones Unidas es mucho más que eso.

Domingo, 26 de noviembre 2023, 00:09

La ONU no sirve para nada. Es una frase que muchos pronuncian siempre que estalla un conflicto y que este gobierno global se limita a mostrarse «profundamente preocupado». La Organización de Naciones Unidas no funciona y además nos sale carísima, sentencian rotundos sus detractores. Sin embargo, a menudo es una crítica que nace del desconocimiento y que va dirigida exclusivamente a uno de los seis órganos de la institución: el controvertido Consejo de Seguridad.

Es el responsable de «mantener la paz y la seguridad», y nadie niega que está mal diseñado para afrontar los retos actuales. Sus resoluciones son, teóricamente, de obligado cumplimiento para los 193 países representados en la ONU. Pero rara vez se alcanza en su seno un acuerdo que ponga fin a conflictos bélicos como los que han surgido de la invasión rusa de Ucrania o de los atentados de Hamás contra Israel. «Fracasa por la fractura que existe en la gobernanza global, por la creciente división en bloques del mundo», explica Cristina Gallach, que llegó a ser secretaria general adjunta con Ban Ki-moon.

Es fácil entender por qué el Consejo de Seguridad resulta inoperante. Cuenta con quince miembros, de los que diez son rotatorios y cinco tienen un puesto permanente con derecho de veto: Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia. Ese último grupo, movido por intereses e ideologías antagónicas, es el principal culpable de la mala fama que tiene la organización. Porque da igual que una resolución cuente con 14 votos a favor. Basta con que uno de los miembros permanentes se opongan para que no salga adelante.

Un mundo cada vez más dividido

«Hay una nueva división entre el norte global y el sur global, que está liderado por países como China, Rusia o Irán. El mundo es más complejo que cuando se creó la ONU y está mucho más entrelazado que entonces», explica Gallach, en referencia a las nuevas relaciones de interdependencia que ha tejido la globalización. Esto explica que, incluso en asuntos que no les afectan directamente, las grandes potencias pongan palos en las ruedas. No en vano, el conflicto que enfrenta a Israel y Palestina ha sido el que más vetos ha provocado (casi medio centenar, todos por parte de Estados Unidos), pero ha sido Rusia (antes la Unión Soviética) la que más ha utilizado este poder en la historia: 120 veces.

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También sorprende que en el club más selecto del Consejo estén presentes dos países que resultan irrelevantes en la geopolítica del siglo XXI, Reino Unido y Francia. «Hay que entender que la ONU nace en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Se crea para dar solución a ese mundo, no al de hoy. El problema es que ni siquiera se puede adaptar a la nueva realidad, porque los países que tienen derecho de veto no lo van a ceder, y las potencias emergentes, como India, tampoco quieren eliminarlo sino que ese priviledio se extienda a ellas», analiza Noé Cornago, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del País Vasco.

Cascos azules en la frontera entre Líbano e Israel. EFE

Que el Consejo de Seguridad tiene que ser reformado no lo discute nadie. Cómo hacerlo es la pregunta del millón de dólares. «La ONU es un reflejo de lo que somos, de nuestras imperfecciones y contradicciones como humanos. Tiene muy difícil gobernar la convivencia de 8.000 millones de personas, porque en su seno hay democracias y dictaduras, países capitalistas y comunistas. Por eso falla. Pero si no fuese así, si la ONU fuese un club de democracias liberales, tampoco funcionaría porque muchos países quedarían al margen. El problema es que no hay voluntad política para reformarla y lograr que sea efectiva», comenta Carlos Jiménez, peruano que se jubiló de Naciones Unidas después de haber trabajado 37 años en sus sedes de Nueva York, Madrid y Bruselas.

Gallach, que también fue portavoz de Javier Solana en la OTAN y del Consejo de la Unión Europea, concuerda: «Uno de los grandes valores de la ONU es que en su Asamblea General están representados todos los países, cada uno con un voto. Sin embargo, es innegable que hay una ofensiva reaccionaria de aquellos que no respetan los Derechos Humanos y oprimen a las mujeres para interferir en las decisiones que se toman al respecto».

¿Hacia la Tercera Guerra Mundial?

Quizá el quid esté en las expectativas que se depositan en la ONU. «No se creó para llevar a la humanidad al paraíso, sino para evitar que caiga en el infierno», sentenció el segundo secretario general de la institución, Dag Hammarskjöld, muerto en 1961 en un extraño accidente aéreo sobre lo que hoy es Zambia. «Su cometido inicial era evitar una Tercera Guerra Mundial, y, de momento, lo ha conseguido», añade Jiménez. Como muchos otros, es de la opinión de que «si la ONU no existiese, habría que crearla», y señala que también se ha apuntado grandes logros desde su nacimiento en octubre de 1945.

La ONU gestiona diez operaciones de mantenimiento de la paz por todo el mundo. REUTERS/EFE/AFP
Imagen principal - La ONU gestiona diez operaciones de mantenimiento de la paz por todo el mundo.
Imagen secundaria 1 - La ONU gestiona diez operaciones de mantenimiento de la paz por todo el mundo.
Imagen secundaria 2 - La ONU gestiona diez operaciones de mantenimiento de la paz por todo el mundo.

«Quizá el más importante haya sido el proceso de descolonización de mediados del siglo XX», detalla Jiménez. «Y hay más, sobre todo en misiones de pacificación. Por ejemplo, en Haití se acaba de poner en marcha una operación para frenar a las maras, en el Sahel hay desplegadas tropas, y acuerdos como el que ha permitido a Ucrania exportar cereal se han fraguado en el seno de la ONU», añade Gallach. No obstante, reconoce que «es una mal momento para los organismos multilaterales» y ve «comprensible el desánimo y el pesimismo global». Jiménez también afirma, apenado, que «la creciente polarización en bloques acerca esa posibilidad de una nueva Guerra Mundial».

Primeros en llegar, últimos en marcharse

Afortunadamente, ese es todavía un escenario ficticio, y en los conflictos del mundo real Gallach subraya que el resto de las agencias de la ONU «son las primeras en llegar y las últimas en marcharse». Porque uno de los cometidos más relevantes de la organización es el de proporcionar ayuda humanitaria. Y buena muestra de ello es el trabajo de la UNRWA, la agencia para palestina. Más de cien de sus efectivos han perecido en Gaza desde que estalló la guerra entre Israel y Hamás, y sus instalaciones han proporcionado cobijo a decenas de miles de desplazados.

«El brazo humanitario de la ONU salva vidas y minimiza el brutal impacto de la falta de acción de los políticos», sentencia Maria Jesús Vega, portavoz en España de ACNUR, un organismo que nació con un mandato de tres años pensado para la Europa de posguerra y lleva ya más de 70 «con un mandato permanente y trabajando con todo tipo de gobiernos y guerrillas en las situaciones más difíciles para buscar soluciones para los refugiados en todo el mundo».

Campos de refugiados rohingya en Bangladés. AFP

Desafortunadamente, cada vez son más: «Este año hemos alcanzado 114 millones de desplazados, un récord histórico», señala Vega, que reconoce que trabajar para las agencias humanitarias de la ONU es «un orgullo pero también frustrante». Sin duda, las estadísticas apuntan a un fracaso, pero Vega no cree que sea de la organización sino de la humanidad. «Es un fracaso colectivo, porque la ONU somos todos. A menudo vemos cómo en lo que debería ser un espacio para el diálogo y el multilateralismo los países miran exclusivamente por sus intereses y no por el bien común», sentencia. «Y luego hay países como Israel, que no cumple las resoluciones que en reiteradas ocasiones han decretado que la ocupación de territorios palestinos es ilegal», añade Cornago.

En cualquier caso, todos los entrevistados coinciden en que la ausencia de la ONU sería mucho más perjudicial que su existencia. «A menudo se olvidan todas las agencias que la componen, y cuya función vemos solo en casos puntuales, como sucedió con la Organización Mundial de la Salud y la pandemia. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible también han logrado que las políticas de muchos países se alineen en busca de soluciones para el reto común del cambio climático», señala Cornago.

Mucho más barata de lo que parece

Mucho más barata de lo que parece

El presupuesto de Naciones Unidas para este año asciende a 3.400 millones de dólares. A este montante hay que sumar los 6.000 millones que cuestan las operaciones de mantenimiento de paz. O sea, que las dos partidas de la ONU le cuestan al mundo 9.400 millones. Se sufragan con las aportaciones de sus miembros, calculadas en función a su población y poderío económico. Por eso, Estados Unidos es su principal contribuyente con un 22% de la factura total. El mínimo está estipulado en el 0,001%.

Puede parecer mucho, pero esa percepción cambia cuando se pone en contexto: la ciudad de Madrid o la Región de Murcian cuentan con un presupuesto similar al de las diez misiones de paz activas –con 86.000 efectivos–, y los equipos de primera división gastan más que la estructura de la ONU. Por su parte, Euskadi ha aprobado para 2024 un presupuesto que supera en 5.625 millones al de toda la organización.

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