iñigo gurruchaga
Jueves, 10 de junio 2021, 19:49
El primer ministro británico, Boris Johnson, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, han firmado una nueva Carta Atlántica, expresando los valores y objetivos que defenderán en común, ochenta años después de que sus predecesores, Franklin D. Roosevelt y Winston Chuchill, sellaran su pacto ... para reconstruir un sistema internacional cuando terminase la Segunda Guerra Mundial.
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En 1941, los dos grandes vencedores al final de la guerra se comprometían a no ocupar nuevos territorios y a fomentar el comercio y la navegación libre. Avalaban el derecho a la autodeterminación de las poblaciones a las que se les había arrebatado por la fuerza. Expresaban su deseo de una «total colaboración económica entre todas las naciones» y su esperanza en que todas, también, abandonasen el uso de la fuerza.
Tras una pandemia que ha sacudido múltiples áreas de la vida de las personas y de las naciones, la nueva carta tiene 2.783 palabras cuando a su inspiradora le bastaron 319; 20 puntos y la pionera 8. Se declara en nombre de «la más fuerte asociación de defensa, seguridad e inteligencia» y promete democracia, derechos humanos, una cumbre bilateral sobre el cáncer, y colaboraciones propias del G7.
Objetivo. Nació en 1970, con el fin de analizar la política y las economías internacionales y unir posiciones para decisiones comunes.
Miembros. Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Japón.
La UE. Además de los siete miembros, la UE tiene representación política en el grupo.
Johnson pidió a su asesor sobre relaciones internacionales, John Bew, que presentase a Biden el contexto del acuerdo en 1941. Historiador nacido en Belfast y formado en la Universidad de Cambridge, es autor de «Realpolitik», en el que explora las interpretaciones que el concepto ha tenido a lo largo de la Historia. Escribió el documento que diseña la proyección internacional de Reino Unido tras el 'brexit'.
La idea estratégica de este G7, según la oficina del primer ministro, es «revitalizar la cooperación y la confianza entre democracias». Librados de la presencia de Donald Trump, los países más ricos de Occidente quieren recrear un sistema internacional basado en reglas, pero sin avanzar hacia una nueva «guerra fría» con China, y tampoco con Rusia.
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El G7 nació de una iniciativa franco-alemana en 1970 para reunir de manera informal a los líderes de las potencias occidentales. Era un G6 hasta la inclusión de la Unión Europea. Incluyó la participación de Rusia, en lo que pasó a llamarse G8, desde 1997 a 2014, cuando la invasión de Crimea llevó a su expulsión. Trump quiso recrear el G8.
Sin Trump y en un mundo más fracturado, el anfitrión, Reino Unido, ha invitado a los líderes de India, Sudáfrica, Corea del Sur y Australia, enfatizando la idea de alianza democrática. El objetivo es que, en ausencia de poder legislativo, recupere el papel de guía del sistema mundial, después de que la crisis financiera de 2008 llevase a la creación del más amplio y políticamente diverso G20.
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Con cálculos complejos y discutibles se afirma estos días que los países del G7 representaban en 1970 el 80% del PIB mundial y ahora el 40%. En su primer anuncio relevante- la coordinación de un sistema universal de impuestos a las sociedades, con mínimos domésticos y reparto internacional- el G7 se enfrenta al escepticismo de los expertos y a una negociación multilateral en el G20 de julio y en el marco de la OCDE.
Tampoco parece sencilla la plasmación en actos concretos del empeño del presidente de Estados Unidos de crear una política común sobre las relaciones con China. La negociación, en otoño, de la reforma de la Organización Mundial de Comercio, que incluirá la reconstrucción del panel de arbitraje saboteado por Trump, requiere consensos, incluyendo a China, para fortalecer normas de comercio justo.
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Angela Merkel quiso terminar su presidencia de la UE con la firma del polémico tratado de libre comercio con Pekín. La unanimidad en la toma de decisiones ha impedido acuerdos básicos por el bloqueo de Hungría. Su primer ministro, Viktor Orban se enfrenta ahora a protestas locales por su plan de construir una universidad en Budapest con un préstamo de China, pero la diplomacia comunitaria sobre el gigante asiático no tiene la coherencia que desea con urgencia Washington.
Si en países del este de la UE se alienta una política firme contra Vladimir Putin, Merkel y el presidente Emmanuel Macron tienen su propia 'ostpolitik', con importantes intereses económicos en juego. Boris Johnson, más firme con Rusia que con China, ha recordado este jueves en un artículo en 'The Times' que Reino Unido es el país europeo con más tropas en Polonia y en los países bálticos.
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En el contexto de la pandemia, Biden ofreció la típica sorpresa de Estados Unidos en las horas anterior a una cumbre, prometiendo comprar 500 millones de vacunas para su distribución en países que las necesitan. La coordinación de criterios y programas para la recuperación económica y para la cumbre sobre el cambio climático, COP26, de la que Reino Unido es también anfitrión, serán tratadas en los plenarios de una agenda que da tiempo a los encuentros pequeños e informales.
CAROLINE CONEJERO | Nueva York
Joe Biden, en su primer discurso público en el extranjero como presidente, pronunció este jueves una arenga a las tropas norteamericanas desplegadas en Reino Unido. El encuentro tuvo lugar en un hangar de la base aérea de la Real Fuerza Aérea británica de Mildenhall, en Suffolk, escasas horas después de su llegada el miércoles por la noche a Reino Unido de camino a la cumbre del G7, que tendrá lugar este viernes en Carbis Bay, Cornualles.
La audiencia, que incluía a las familias de los militares, recibió con entusiasmo a Biden y a la primera dama Jill, que pronunció un breve discurso en el que rindió homenaje al personal de servicio y a sus allegados. Tras ser introducido por una joven de 14 años, Sydney Glascock, cuya madre y padre son miembros del Ejército, el presidente, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, señaló que era la «mejor manera posible» de iniciar el viaje. Ante los vítores de cientos de soldados y banderas en miniatura, Biden comenzó a elogiar la presencia de la adolescentes en el escenario cuando se dio cuenta de que la audiencia militar permanecía aún en posición de firmes esperando permiso para sentarse. De inmediato, Biden ordenó un «descansen». «Sigo olvidando que soy presidente», bromeó. En su discurso expresó su elocuente agradecimiento a las tropas, señalando que se mantengan «tranquilas». «Vamos a dejar claro que Estados Unidos está de vuelta y que las democracias del mundo están unidas para afrontar los retos más difíciles», indicó. Haciendo una firme defensa de la democracia frente a la autocracia y un llamamiento al consenso y la colaboración, afirmó también estar «comprometido a liderar con fuerza, a defender nuestros valores y a cumplir con nuestra gente».
Los Biden tienen un cariño especial por las Fuerzas Armadas, de las que fue miembro su hijo Beau, condecorado por su servicio en Irak y fallecido en 2015 víctima de un cáncer cerebral.
Tras abandonar el escenario entre más aplausos, el presidente se tomó tiempo para saludar personalmente a los miembros del Ejército presentes a medida que avanzaba hacia la salida del hangar. Unos 3.000 uniformados se encuentran estacionados en la base de la RAF en Mildenhall, sede de la 100 Ala de Reabastecimiento Aéreo y la 352 Ala de Operaciones Especiales. Precisamente en sus instalaciones aterrizó el Air Force One.
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