Rafael M. Mañueco
Martes, 7 de diciembre 2021
A juzgar por las declaraciones previas a la cumbre telemática de poco más de dos horas que mantuvieron ayer los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Estados Unidos, Joe Biden, era evidente que el Kremlin seguiría inamovible a dos exigencias básicas: que Ucrania cumpla los ... acuerdos de Minsk, en la versión firmada en febrero de 2015, y que Kiev renuncie a la idea de integrarse en la OTAN. Putin, según fuentes diplomáticas de Moscú, insistió en que no tiene ninguna intención de invadir el país vecino y en que su país no viola el pacto, algo que según su punto de vista sí hace Ucrania.
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Sin embargo, según la Casa Blanca, el presidente norteamericano trasladó a su homólogo «la preocupación de Estados Unidos y sus aliados por la concentración de fuerzas rusas junto a Ucrania». En este sentido, Biden pidió «reducir la actual escalada militar y retornar a la vía diplomática», de lo contrario, esgrimió una vez más la amenaza de aplicar «duras medidas de carácter económico y de todo tipo».
Pero mientras Putin y Biden conversaban por videoconferencia, el ministro de Asuntos Exteriores del Kremlin decía a los periodistas que la tarea principal de esta cumbre consiste en obligar a Kiev a cumplir los acuerdos de Minsk. «Insisto una vez más en que estamos ante un evento importante en nuestras relaciones: un contacto telefónico entre los presidentes Putin y Biden. Se trata –afirmaba Serguéi Lavrov- de dejar claro cuál es nuestra posición en relación con la forma de dar solución al conflicto en Ucrania, que no es otra que obligar al régimen de Kiev a cumplir sus obligaciones en el marco del paquete de medidas recogidas en los acuerdos de Minsk».
El domingo, en declaraciones al canal público Rossiya-1, Lavrov dijo que «si Ucrania no tiene intención de respetar el pacto por su propia voluntad, habrá que forzarla». El jefe de la diplomacia de Moscú explicó que quienes deben obligar a Kiev a entrar en razón son Alemania y Francia, los otros miembros occidentales del Cuarteto de Normandía.
Las resoluciones de Minsk de 2015, alcanzadas en el seno del Cuarteto y con el dictador bielorruso, Alexánder Lukashenko, como anfitrión, contienen varias cláusulas sobre un alto el fuego, la retirada de armas pesadas de la línea de conflicto y la aprobación de una nueva legislación en Ucrania. En este último caso se retocaría la Constitución para conceder un estatus autonómico especial a Donbass, donde deberían celebrarse elecciones. Después de todo eso, Kiev tendría que recuperar el control del territorio y de la frontera con Rusia.
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Sin embargo, según reconoce el politólogo ruso, Vladímir Pastujov, los acuerdos fueron una «trampa» que se le tendió al entonces presidente de Kiev, Petró Poroshenko, y que no pudo evitar porque «tenía encima la amenaza de que los rebeldes hubieran continuado, con la ayuda de Rusia, arrebatando más territorio». Pastujov cree que «Rusia nunca se apartará de lo establecido en Minsk porque es un trofeo de guerra, y además fue legitimado y reconocido por Occidente». Sin embargo, a su juicio, «se impide cualquier solución de compromiso del conflicto entre Ucrania y Rusia».
Dentro de esta incomunicación bilateral, Rusia insta permanentemente al Gobierno ucraniano a hablar con los separatistas y en Kiev exigen primero elecciones a fin de dialogar con otros dirigentes, no con los que encabezaron la revuelta con la ayuda de Moscú. Así que, en su columna en la web de la Radio Eco de Moscú, Pastujov sostiene que Ucrania «tiene sólo dos opciones: la guerra o la capitulación».
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Y en Moscú, a juzgar por las señales que emite el Kremlin, se teme que Kiev opte por la guerra con la ayuda de Estados Unidos y la OTAN. En declaraciones a la televisión rusa RT, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo el lunes que «la Alianza está demostrando ahora una postura extremadamente agresiva». Afirma también que no reconoce «ninguna línea roja impuesta por Rusia», en alusión a los planes de integrar a Ucrania en la organización atlántica.
Hace una semana, Lavrov dijo tener la esperanza de que «Volodímir Zelenski no siga el camino de Mijaíl Saakashvili -expresidente georgiano- cuando atacó Osetia del Sur en agosto de 2008». La respuesta de Moscú fue enviar allí sus tropas en ayuda de los separatistas osetios y abjasos.
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