Mercedes Gallego
Corresponsal en Nueva York
Jueves, 24 de febrero 2022, 07:18
Fue un momento para la historia que acababa con la historia. Por primera vez desde el nacimiento de la ONU en 1945, un miembro permanente del Consejo de Seguridad, creado para velar por la paz del mundo, despreciaba esa misión con tal desdén y sorna ... como para declarar la guerra «en el preciso momento en el que nos reuníamos para intentar impedirla», lamento la embajadora de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield.
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La mayor parte de los miembros del Consejo ni siquiera se enteraron de que las palabras que pronunciaban buscando la desescalada eran en vano. China seguía diciendo que aún había tiempo para la paz, pero a esas alturas de la noche el embajador ucraniano Sergiy Kyslystya sabía que «todo lo que había preparado para decir ya no sirve para nada», anunció frustrado cuando le llegó el turno, 48 minutos después de que comenzara la invasión de su país a las 10 de la noche hora de Nueva York (4 am en España). Apretando los labios soltó los folios que traía escritos y cogió la carta magna de la organización para leer el artículo cuarto que obliga a todos sus miembros, «estados amantes de la paz», a mantenerla. «Rusia ya no cumple con sus obligaciones», acertó a decir.
Frente por frente tenía al embajador ruso, Vasily Nebenzya, que tres minutos antes había anunciado al Consejo la operación militar que, irónicamente, el presidente Vladimir Putin llama de paz. «¡Tienes un teléfono inteligente, llama a Lavrov (ministro de Asuntos Exteriores ruso) y dile que pare esta agresión!», le espetó Kyslystya. Por supuesto, el embajador ruso no tenía la menor intención «de despertar a nadie» en Moscú, porque mientras en la Casa Blanca y en medio mundo continuaba una vigilia sobria, aparentemente el Kremlin dormía satisfecho. Ni él mismo conocía aún los detalles, que prometió compartir al día siguiente, cuando se entere. Solo podía repetir el discurso oficial de estar interviniendo para acabar con un supuesto genocidio contra la población de Donbass y los territorios separatistas, donde la víspera llovía la artillería sobre aldeas abandonadas, sin que las fuerzas ucranianas respondieran a las provocaciones.
Guerra en Ucrania
RAFAEL M. MAÑUECO
R.C. | europa press
El embajador ucraniano sí estaba dispuesto a usar su teléfono para mostrar a sus colegas las palabras de Putin que se habían perdido. »¿Debo ponerles el video?», preguntó con amarga sorna. «Es demasiado tarde para hablar de una desescalada, ya hay que hablar de parar la guerra». De acuerdo con la realidad paralela que dicta Moscú, el representante ruso insistió en que «no es una guerra, es una operación especial», dijo con la boca pequeña. «He dicho todo lo que sé».
Hizo falta otra ronda de discursos para que los embajadores pudieran responder a la al inicio de la primera guerra que se libra en Europa desde los Balcanes. «Hace más de una generación que no se vive algo así en Europa», recordó estremecida la representante alemana. El propio secretario de la ONU, António Guterres, reconoció que nunca creyó que la invasión de Ucrania fuera tan inminente como decía Estados Unidos. «Me equivoqué», admitió.
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Nunca nadie había mentido con tanto desparpajo en ese sagrado hemiciclo del Consejo de Seguridad, donde las mentiras han justificado muchas guerras. Hace sólo unos días Rusia juraba y perjuraba en ese mismo micrófono que no tenía ninguna intención de invadir Ucrania, pero claro, en el lenguaje de Putin lo que está ocurriendo en múltiples ciudades ucranianas no es una invasión, sino una operación militar especial. «La ocupación no está en nuestros planes», seguía diciendo ayer el representante ruso, que insistió en esta protegiendo a los habitantes rusos de la región de Donbass amparándose en el artículo 51 sobre autodefensa que permite la misma carta magna que su colega ucraniano agitaba atribulado.
Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y otras potencias entendían que este es el momento crítico de la historia en el que tienen que levantarse y defender la misión fundacional de la organización, que también puede perecer en el fragor de esta guerra. Al tener derecho a veto como uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Rusia vetará cualquier resolución de condena que se elabore. Pocas veces se había visto a la ONU tan impotente y humillada como anoche, pese a que no le faltaban agravios. «El mundo le pasará factura a Rusia», prometió la embajadora estadounidense.
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El presidente Joe Biden y su esposa rezaban a esas horas «por el valiente y orgulloso pueblo de Ucrania», decía el comunicado del mandatario, en contacto permanente con su equipo militar, diplomático y de seguridad nacional. A mediodía se dirigirá a la nación, después de una reunión virtual con el G-7, pero el comunicado anticipaba sus palabras: «El presidente Putin ha elegido una guerra premeditada que traerá pérdidas humanas catastróficas y mucho sufrimiento», decía. «Sólo Rusia es responsable de la muerte y destrucción que este ataque traerá. Estados Unidos y sus aliados responderán unidos y con decisión».
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