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Salvador Arroyo
Bruselas
Lunes, 21 de septiembre 2020, 18:13
Todos los mensajes que se han enviado desde Bruselas al presidente bielorruso, Aleksander Lukashenko son claros: no se reconoce la legitimidad de las últimas elecciones (no fueron «ni justas ni libres»); se rechaza la violencia ejercida contra los ciudadanos; las detenciones arbitrarias; y ... el hostigamiento a la sociedad civil y a la oposición. El discurso es intachable. Pero se sigue sin cruzar la línea entre la dialéctica y los hechos.
Porque la unanimidad que requiere cualquier medida efectiva en política internacional continúa lastrando a una Europa que no logra cerrar un acuerdo sobre las sanciones que anunciaron hace apenas dos semanas los ministros de Exteriores de los Veintisiete desde Berlín. Este lunes, reunidos de nuevo en la capital comunitaria, mantuvieron el atasco.
No hubo pacto ni en si deben activarse esas sanciones ni tampoco en si (de hacerlo) la relación de sancionados debería incluir de partida al propio Lukashenko. «Serán los líderes, los que tengan que tomar la decisión» en la cumbre de jefes de Estado y Gobierno que arranca este jueves, confirmó la responsable española de Exteriores, Arancha González-Laya.
Cierto que el compromiso político alcanzado en Berlín requería tiempo de maduración y, más en concreto, escoger los «nombres específicos» de las alrededor de cuarenta personas que serían objeto de sanción por su responsabilidad directa tanto en el fraude electoral como en la represión. El trabajo de las últimas semanas ha ido en esa línea. Pero las divergencias entre las capitales han impedido pulsar el botón rojo. Más en concreto, «un Estado vincula las sanciones en el caso de Bielorrusia con Turquía». Dicho de otro modo, Chipre 'secuestró' ayer la decisión al romper esa imprescindible unanimidad. Condiciona su 'sí' contra Bielorrusia a una medida de castigo similar para el gobierno del turco Recep Tayyip Erdoğan, con el que (al igual que Grecia) mantiene una tensa relación en el Mediterráneo Oriental.
La política interna, una vez más, condiciona la acción de todo el bloque. Más aún cuando la UE_busca otra salida para el conflicto con Ankara: diálogo, negociación y multilateralismo. «Encauzar la situación» en un área convulsa por las disputas de aguas territoriales es prioritario para socios de la zona como Italia o España, y objetivo desde hace semanas de la presidencia rotatoria alemana. Así que tensar la cuerda con sanciones a Ankara (aunque éstas no están aún descartadas) no parece la mejor opción para calmar el polvorín.
Los ministros de Exteriores evidenciaron la falta de acuerdo tras un desayuno con la opositoria bielorrusa, en el exilio, Svetlana Tijanóvskaya, que compareció también este lunes en el Parlamento Europeo ante la misma comisión (Exteriores) que lo hizo dos semanas atrás. «Dispongo de una lista de personas que ha participado en esta represión brutal. Se podrían adoptar sanciones contra ellas», planteó la política de 38 años, que propuso utilizar una formulación similar a la que existe en Estados Unidos para castigar la violación de los derechos humanos.
Tijanovskaya pidió una acción más decidida a los Veintisiete contra la represión del régimen de Lukashenko (exhibió imágenes de personas que habían sufrido la brutalidad represiva de la policía). «Las manifestaciones en Bielorrusia no son por una cuestión geopolítica sino por la libertad, la democracia y la dignidad humana», subrayó.
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