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Mikel Ayestaran
Corresponsal en Jerusalén
Miércoles, 30 de enero 2019, 19:23
Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca la relación con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se deteriora día tras día. Tras la declaración de Jerusalén como capital de Israel, la retirada de fondos de la UNRWA (agencia de Naciones Unidas para los ... Refugiados de Palestina en Oriente Próximo), y la suspensión de operaciones de USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) en los territorios ocupados, llega el final de la ayuda de 60 millones de dólares que cada año recibía la ANP y que gran parte se destinaba a la formación de sus fuerzas de seguridad.
El presidente, Mahmud Abbas, rechazó esta cantidad porque le expone a los rigores de posibles demandas de la legislación antiterrorista, tal y como confirmaron fuentes diplomáticas palestinas a la agencia Reuters. Israel acusa a la ANP de recompensar a los palestinos que cometen ataques de todo tipo, y a sus familias, y esta acusación podría considerarse «complicidad con terrorismo», según la ley estadounidense.
A falta de conocer los detalles de su anunciado plan de paz para Oriente Medio, la estrategia de Trump hasta el momento consiste en alinearse con la agenda israelí y asfixiar a los palestinos con el objetivo de que regresen a la mesa de una negociación muerta. La presión económica ha llegado a un punto que mandos militares israelíes alertan del riesgo de aumento de la inestabilidad en Cisjordania y por ello están tratando de buscar cauces alternativos para que la ayuda pueda llegar hasta las arcas de las autoridades de Ramala. Parte de estos 60 millones se destinan a la formación de la fuerzas de seguridad palestinas, en la que toman parte tanto Estados Unidos como el ejército israelí y el Shin Bet, y el acuerdo de seguridad vigente entre la ANP e Israel quedaría debilitado.
Los problemas se acumulan en la mesa de un presidente palestino que el martes aceptó la dimisión del Gobierno dirigido por el primer ministro, Rami Hamdallah, pero que seguirá en funciones hasta que se forme un nuevo gabinete. El día de su renuncia, Hamdallah manifestó su deseo de «lograr la aspiración de nuestro pueblo de poner fin a la división, conseguir la reconciliación nacional, fortalecer la base de las instituciones del Estado de Palestina y obtener nuestros derechos nacionales legítimos para poner fin a la ocupación», deseos que ha sido incapaz de cumplir durante sus seis años de mandato en los que se ha acentuado la separación entre Gaza y Cisjordania o, lo que es lo mismo, entre Fatah y Hamás.
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