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Jaled Al-Asad y su hijo Tarek. R. C.
Siria acaricia el hallazgo del decapitado 'padre de Palmira'

Siria acaricia el hallazgo del decapitado 'padre de Palmira'

Uno de los tres cadáveres aparecidos esta semana puede ser el de Jaled Al-Asad, director de este lugar patrimonio de la humanidad durante cuatro décadas

mikel ayestaran

Corresponsal. Jerusalén

Viernes, 12 de febrero 2021, 21:15

«Acaban de extraerme sangre para la prueba del ADN y debemos esperar al menos 72 horas por los resultados. Nos duele el corazón tras cinco años de espera y confiamos en que el cuerpo encontrado sea el de nuestro padre, el mártir», decía el ... martes Tarek, hijo de Jaled Al-Asad, quien fue director de arqueología de Palmira, en el desierto de Siria, y a quien el grupo yihadista Estado Islámico asesinó el 18 de agosto de 2015 en la plaza frente al museo.

Los medios sirios informaron el lunes de la aparición de tres cuerpos en Kahloul, al este del oasis considerado patrimonio de la humanidad por la Unesco, y apuntaron a que uno de ellos podría ser el del apodado como 'padre de Palmira', que fue el encargado de dirigir este lugar entre 1963 y 2003.

Palmira fue conquistada en dos ocasiones por los islamistas durante los años del califato. Tras la primera toma, la mayoría de la población huyó, pero el profesor Asad decidió quedarse para defender el museo y la ciudadela. Tarek y el resto de la familia escaparon en uno de los camiones enviados por el Ministerio de Antigüedades para salvar piezas del museo. Su padre se negó a salir y esa fue la última vez que le vio con vida.

Los yihadistas no tardaron en apresarle y le interrogaron «para que les mostrara el lugar donde el Gobierno guardaba un tesoro de dos toneladas de oro, alguien les contó este bulo y se lo creyeron», declaró Tarek a este medio en un encuentro en Damasco tras el asesinato. Sufrió 28 días de malos tratos antes de decapitarle ante sus vecinos. «Se negó a arrodillarse y pidió que le cortaran la cabeza de pie, como las columnas y las palmeras de Palmira», decía con lágrimas en los ojos. Desde entonces vive atormentado por no haber podido enterrar a su padre.

«Su lugar favorito era el museo. Por eso pidió a sus verdugos que le dejaran dar un último paseo por sus galerías antes de ser decapitado y ahora, si se confirma que son sus restos, nos gustaría enterrarle en los jardines que rodean a este edificio», apunta Tarek.

«Limpieza cultural»

La primera ocupación de Palmira duró menos de un año y los yihadistas emplearon el anfiteatro romano para realizar asesinatos colectivos, convirtieron el museo en su prisión y aplicaron su agenda de «limpieza cultural» para justificar la voladura de las tumbas de Mohammad Ben Ali y Nizar Abu Bahaedin, destruir el León de Al Lat, de tres metros y medio de alto, quince toneladas de peso y más de 2.000 años, y dinamitar el templo de Bal, erigido en el 32 D.C en homenaje al dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad.

Cinco años después «el lugar está abandonado y eso nos preocupa. Es necesario que la comunidad mundial, con Unesco a la cabeza, intervenga para hacer al menos mantenimiento ya que el abandono provocaría a la larga más destrozo», lamenta Mamun Abdulkarim, exdirector de Antigüedades de Siria durante los años más duros de la guerra, en los que le tocó hacer un plan de emergencia para salvar piezas de todos los museos. Abdulkarim tiene palabras de recuerdo para Asad, «un gran hombre que no dudó a la hora de dar su vida por Palmira», y espera que pueda descansar de una vez en la tierra por la que tanto luchó.

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