En la ciudad vieja, las tiendas de alfombras, porcelanas o recuerdos, tienen las persianas bajadas. M. A.

Jerusalén reza a puerta cerrada

La ciudad santa, vacía de peregrinos, mantiene los ritos de la Semana Santa pero los celebra de puertas adentro, «como se hacía antiguamente»

mikel ayestaran

Jerusalén

Jueves, 9 de abril 2020, 23:07

El coronavirus ha obligado a cerrar las puertas del Santo Sepulcro y vaciado Jerusalén de peregrinos. Cada vecino del barrio cristiano de la ciudad vieja que pasa por delante de la iglesia que guarda la tumba de Jesús, se baja la mascarilla con cuidado, se ... santigua con sus manos enguantadas y sigue su camino con una mezcla de pena e impotencia.

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«El acceso al público está cerrado, pero dentro vive nuestra comunidad, formada por diez frailes, y no han cambiado su ritmo. Siguen haciendo su procesión cotidiana y celebran las misas desde las 3.30 de la mañana, se hacen vísperas, maitines… no ha interrumpido nada, solo que lo hacen a puerta cerrada como se hacía antiguamente», asegura el padre Aquilino Castillo, franciscano en Jerusalén, quien recuerda que «el Sepulcro ha tenido un oficio litúrgico durante ocho siglos a puerta cerrada. Cuando Saladino entró en Jerusalén tapió una puerta y le dio las llaves de la otra a una familia musulmana. Así estuvimos hasta el Mandato Británico». Al igual que los franciscanos, los griegos y armenios, ambos ortodoxos, tienen también a sus comunidades en el interior de un templo que se rige por un estricto statu quo.

«Esto es cíclico, hemos pasado por la peste, guerras, intifadas... hay que empezar de nuevo», dice el padre Aquilino

Si la Navidad es «temporada alta» en Belén, Semana Santa lo es en Jerusalén. El turismo religioso llena iglesias y sinagogas -la festividad cristiana coincide con la Pascua judía-, pero también hoteles, apartamentos de alquiler, restaurantes, cafeterías, bazares y centros comerciales. Después de tres años de continuo ascenso, Israel superó los 4,5 millones de turistas en 2019, buena parte de ellos peregrinos, y en 2020 esperaba superar esa cifra, pero el virus ha cambiado el panorama de manera radical.

Las iglesias de Jerusalén respetan las estrictas normas impuestas por las autoridades israelíes para frenar la propagación del virus, pero mantienen las ceremonias más importantes de la Semana Santa, las celebran en pequeños grupos y las graban para poder transmitirlas al mundo vía internet. Las nuevas tecnologías al servicio de una tradición milenaria para que el coronavirus no apague la fe.

Vía Crucis en solitario

Un silencio sepulcral domina el los zocos de la ciudad vieja, los escaparates de alfombras, porcelanas y recuerdos típicos de Tierra Santa están ahora ocultos por persianas que, una tras otra, conforman un paisaje metálico, frío e inerte. El mismo vacío domina la Vía Dolorosa, epicentro del Viernes Santo con el Vía Crucis que recuerda, en catorce estaciones, el camino que recorrió Jesús hasta el monte del Calvario. Solo un pequeño grupo, formado por un máximo de diez franciscanos, hará este recorrido respetando la distancia entre frailes y sin entrar en el Santo Sepulcro, donde se encuentran las últimas cuatro estaciones.

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El sábado, día de la liturgia del Cirio Pascual, «cada uno en su casa y Dios en la todos», adelanta el padre Aquilino, quien insiste en que «no es la primera vez que pasa algo así en Tierra Santa. Esto es algo cíclico, hemos pasado por la peste, guerras, intifadas... Tenemos un boom de peregrinos y, de pronto, pasa algo que vacía Jerusalén y tenemos que empezar de nuevo».

El canto de los pájaros y las campanas son el único sonido ahora frente a un Sepulcro al que dirigen sus plegarias los cristianos de todo el mundo. «¡Continuad resistiendo! Mantengamos la distancia física, es necesario para evitar la propagación del virus, pero permanezcamos unidos y solidarios los unos con los otros, porque sólo así podremos derrotar el más letal de los virus, el egoísmo, que hace pensar a algunos que pueden salvarse solos», fue el mensaje que el padre Francesco Patton, custodio en Tierra Santa, envió a los fieles de todo el mundo desde una Jerusalén tan llena de historia, como vacía de peregrinos.

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