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mikel ayestaran
Estambul
Domingo, 21 de agosto 2022, 20:18
Han pasado veinte años desde que George Bush incluyera a Irán en el que bautizó como 'eje del mal' que amenazaba al mundo, junto a Siria y Corea del Norte. Ni la firma del acuerdo nuclear en 2015, ni la avanzada negociación en estos momentos para poder recuperar el pacto han logrado que los iraníes se quiten esta etiqueta de encima, aunque la nueva amenaza dos décadas después, según Estados Unidos, la conformaría el eje formado por Rusia y China, un eje al que Irán ha girado en busca de apoyos que le ayuden a superar las sanciones.
Expertos en la república islámica como Luciano Záccara, profesor asociado de la Universidad de Catar, piensan que la etiqueta sigue vigente. «Si vemos cómo las administraciones de Joe Biden y Barack Obama han combinado el palo y la zanahoria (negociaciones y sanciones), manteniendo también una clara política de contención a través de venta de armas a países aliados en la región que consideran a Irán si no una amenaza al menos un Estado en el que no se puede confiar al cien por cien. Es evidente que Irán sigue estando en un grupo de países que Estados Unidos considera disruptivos para el sistema internacional y para sus intereses de en la región», considera Záccara.
La vuelta de Biden al acuerdo nuclear que rompió Donald Trump y el papel que los enormes recursos de gas y petróleo iraníes pueden jugar en la actual crisis mundial provocada por la guerra en Ucrania ayudarían a restaurar la imagen de Irán en Occidente.
Estos son algunos puntos clave para entender al Irán del siglo XXI.
«No somos árabes, somos persas. No hablamos árabe, hablamos farsi», son dos reglas de oro para empezar con buen pie cualquier viaje a Irán. La antigua Persia comparte Islam con sus vecinos árabes, pero aquí el 90% de sus 81 millones de habitantes pertenece a la secta chií y no a la suní que siguen más del 80% de los musulmanes del mundo.
La máxima autoridad política y religiosa es el Líder Supremo. Es un cargo creado tras el triunfo de la revolución islámica y que ocupó primero el ayatolá Jomeini y desde 1989 el ayatolá Jamenei, que en la actualidad tiene 83 años. Su poder no puede ser puesto en entredicho ya que se basa en el principio del 'velayat-y-faqih', que le da la supremacía espiritual y le convierte en guía infalible. Tiene la última palabra en temas clave como el de la energía nuclear.
Casi la mitad de esos 84 millones de iraníes tiene menos de 30 años y más de 26 millones han nacido desde el cambio de milenio. Es un país lleno de jóvenes, la media es de 32 años, que solo han conocido esa especie de 'ayatolacracia' que rige el país desde el triunfo de la revolución religiosa en 1979 y son víctimas del estado de convulsión permanente en política internacional debido al enfrentamiento con Estados Unidos e Israel. Cuatro décadas después de su fundación el sistema islámico sobrevive, pero parece haber quedado obsoleto ante las exigencias de cambios y apertura por parte de los más jóvenes. El régimen lucha por su supervivencia y cualquier movilización, como las que se vivieron tras las elecciones de 2009 durante la llamada 'revuelta verde', se corta de manera expeditiva. Para los dirigentes, estas protestas son siempre fruto de la injerencia extranjera.
Los diferentes gobiernos tratan de diversificar la economía y acabar con la dependencia del petróleo, pero al final siempre terminan mirando al 'oro negro' para equilibrar las cuentas. Según el director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo, Mohsen Joyaste Mehr, la producción ha alcanzado los niveles previos a las sanciones que impuso EE UU contra Teherán en 2018, lo que suponen una exportación diaria de 3,8 millones de barriles al día. Esta producción se dirige sobre todo a China. Irán es también el segundo país con mayores reservas de gas… por detrás de Rusia.
Barack Obama puso fin a décadas de enfrentamiento con Teherán y tras la firma del acuerdo nuclear en 2015 se vivieron momentos de deshielo. Irán, entonces con el moderado Hasán Rohani como presidente, se comprometió a congelar el enriquecimiento de uranio en un grado de 3,67% a cambio del levantamiento de las sanciones y aceptó la rigurosa supervisión de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Los iraníes cumplieron todo lo pactado, pero Trump lo calificó como «el peor pacto posible», lo abandonó de forma unilateral y reimpuso sanciones. Todo el plan de Rohani de mejora económica gracias al levantamiento de sanciones se fue al traste y el sector más conservador del régimen salió fortalecido.
Biden prometió en campaña volver a la senda del diálogo, pero de momento las sanciones siguen vigentes. En caso de que salga adelante el nuevo pacto los iraníes exigen garantías de que un cambio de inquilino en la Casa Blanca no vaya a suponer otra salida unilateral.
Irán insiste en que tiene carácter pacífico, pero hay una gran desconfianza en Occidente y, sobre todo, en Israel, su gran enemigo regional y poseedor de arsenal nuclear. Desde que Trump reimpusiera las sanciones los iraníes han dado pasos que les alejan del texto de 2015, pero aseguran que son «reversibles». Los pasos dados le alejan del texto consensuado como producir uranio metal, necesario para producir combustible atómico, pero que también puede emplearse para hacer el núcleo de una cabeza nuclear, enriquecer uranio a una pureza del 60% o poner en marcha centrifugadores de última generación.
Pese a las sanciones, a los ataques contra sus instalaciones y el asesinato de uno de sus principales científicos, operaciones de las que Teherán acusa a Israel, la república islámica ha logrado acelerar su programa a niveles que nunca lo había hecho antes y, según los expertos, está más cerca que nunca de la bomba.
El país del mundo con las terceras reservas de crudo y las segundas de gas sufre una crisis económica crónica debido a los problemas de gestión y a las dificultades provocadas por las sanciones. El Centro Estadístico de Irán (SCI), la principal agencia de estadísticas del país, informó el mes pasado de un alarmante aumento récord de inflación mensual del 12,2%. Los precios de los alimentos han aumentado un 54% en este 2022 y el rial se cotiza a mínimos históricos respecto al dólar. La inflación desenfrenada no ha dejado intacto ningún sector de la economía iraní. El malestar en las calles provoca frecuentes protestas de los distintos sectores y Raisi ha sido incapaz de reconducir la situación tal y como prometió al ganar las elecciones.
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El ataque sufrido por el escritor indio durante una conferencia en Nueva York volvió a poner de actualidad la fatua (edicto islámico) de Jomeini de 1989. Las autoridades de Teherán se desvincularon de manera inmediata de lo sucedido y medios conservadores como Kayhan lo calificaron de «venganza divina». En Irán las palabas de Jomeini son órdenes y desde 2012 la recompensa por la cabeza del autor de 'Los versos satánicos' es de 3,5 millones de dólares. Este es el precio establecido por la fundación religiosa '15 Khordad' que considera que «hasta que no se consume la fatua contra el apóstata de Rushdie, no habrá un último insulto. Si ya se hubiera consumado el edicto no habríamos sufrido las caricaturas del Profeta (en referencia a las publicadas en 2005 en Dinamarca), los artículos y películas como 'La inocencia de los musulmanes'». En el tema de Rushdie no hay fisuras entre la élite religiosa iraní y todos coinciden en la condena al novelista por considerarle el responsable de los ataques posteriores a la imagen del Profeta en distintos formatos.
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