Edificios de Beirut destrozados tras los últimos bombardeos israelíes. Afp

La eliminación de sus líderes no logra frenar la amenaza de las milicias de Hezbolá

El comienzo de los bombardeos a gran escala contra Líbano cumple un mes y deja más de 1.500 muertos y 1,2 millones de desplazados

Mikel Ayestaran

Corresponsal. Ankara

Miércoles, 23 de octubre 2024, 21:27

Israel informó el martes por la noche de manera oficial de la muerte de Hashem Safieddine en un bombardeo realizado hace tres semanas en Beirut y Hezbolá lo confirmó este miércoles. El clérigo de 60 años era el elegido para reemplazar a Hasan Nasrala al frente del partido milicia y la inteligencia hebrea vuelve a demostrar su enorme capacidad de infiltración en la cúpula del Partido de Dios para localizar y descabezar al grupo por segunda vez en muy poco tiempo.

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Un mes después del inicio de los bombardeos a gran escala en suelo libanés, Israel ha acabado con los máximos dirigentes de Hezbolá y obligado a sus miembros a abandonar muchas de las posiciones próximas a la frontera, pero la milicia sigue combatiendo y lanza cada día cohetes y drones. Uno de ellos incluso impactó en la residencia de verano de Benjamín Netanyahu en Cesarea.

Este último mes ha sido sangriento y deja más de 1.500 muertos en Líbano y 1,2 millones de desplazados internos. Hezbolá no ha publicado la cifra de bajas sufridas en combate, pero sus hombres han tenido que abandonar numerosas posiciones ante la entrada por tierra de miles de soldados enemigos, que se han encontrado con túneles y arsenales. El ejército asegura haber matado a «cientos» de milicianos y herido a «miles».

El enésimo pulso entre Hezbolá e Israel estalló el 8 de octubre de 2023, cuando el grupo proiraní comenzó una campaña de hostigamiento en solidaridad con Hamás. El objetivo de los seguidores de Nasrala era obligar al ejército enemigo a mirar hacia el norte para que no pudiera centrar toda su atención en Gaza. Durante meses, el pulso se mantuvo en la zona fronteriza y más de 200.000 personas a ambos lados de la línea divisoria tuvieron que abandonar sus hogares.

Todo cambió a finales de agosto, cuando el ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció que el «centro de gravedad» de las operaciones se movía de la Franja a la frontera norte y Netanyahu señaló que el regreso a casa de los desplazados se convertía en una prioridad de la guerra. El ejército israelí extendió a Líbano el protocolo de Gaza y lanzó una oleada brutal de bombardeos que en las primeras 24 horas dejó 558 muertos, 50 de ellos niños. El ejército bautizó el movimiento como 'Flechas del norte' y se produjo cinco días después de la operación en la que el Mossad hizo estallar miles de buscas y walkie-talkies de miembros de Hezbolá, un golpe directo a la moral de un Partido de Dios cuya seguridad interna quedó en entredicho. Después llegaría el golpe contra el búnker de Nasrala.

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Evacuaciones

Repitiendo la narrativa empleada en Gaza, Netanyahu se dirigió a los libaneses para anunciarles que «el objetivo es Hezbolá». El ejército realizó llamadas para la evacuación de amplias zonas al sur y este del país y al sur de Beirut, tradicionales bastiones del Partido de Dios, y comenzó a castigarlas diariamente desde el aire. La capital libanesa pasó a formar parte de las operaciones del enemigo y desde entonces los bombardeos se han convertido en una rutina macabra que se ha extendido a zonas del centro, algo que no sucedía desde la guerra de 2006.

Una de las grandes diferencias con aquella contienda de 33 días es que, de momento, los israelíes permiten que el aeropuerto internacional siga operando y la imagen de los aviones de la compañía nacional libanesa MEA sobrevolando los hongos de humo negro dejado por las explosiones se ha convertido en parte del paisaje bélico diario.

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Israel ha recurrido a los desplazados como arma de guerra, estrategia a la que también se apunta Hezbolá aunque a menor escala. Según los últimos datos de la ONU, el movimiento interno afecta a 1,2 millones de personas, de las que 425.000 han cruzado a Siria escapando de los bombardeos, el 30% libaneses. El paso principal para cruzar a Siria, Al-Masnaa, fue atacado hace unas semanas porque los israelíes aseguraron que la milicia lo usaba para traer armas y municiones. Desde entonces, las familias tienen que cruzar a pie el enorme cráter dejado por los misiles y esto complica el viaje a Damasco.

El fracaso de la diplomacia también se evidencia en Beirut

Como en Gaza, en Líbano la diplomacia tampoco consigue un alto el fuego y en la última semana Joe Biden ha enviado a Beirut a su mediador Amos Hochstein. Durante veinte años ha estado sobre la mesa la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, que se aprobó después de la guerra de 2006, pero nunca se ha aplicado. El texto pide que el sur de Líbano esté libre de armas que no sean del Estado. Dieciocho años después, Israel considera que la resolución es papel mojado.

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