La cara más radical del país de los ayatolás: impulsor de las ejecuciones masivas de presos políticos

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Mikel Ayestaran

Tras los dos mandatos presidenciales del clérigo moderado Hasán Rohani, el Líder Supremo, Alí Jamenei, de 83 años, buscaba un religioso del ala ultraconservadora en el sillón presidencial y su elegido fue Raisi, a quien tenía en su radio más próximo desde que este contaba con 15 años y entró en el seminario de la ciudad santa de Qom. Jamenei le formó y le vio crecer dentro del sistema islámico. Era una persona muy cercana a él y, pese a ser hoyatoleslam (rango inferior al de ayatolá), algunos analistas le situaban incluso como su futuro sucesor. El Líder Supremo es la máxima autoridad política y religiosa en Irán.

Falto de carisma y de experiencia en política, pasó de la jefatura del poder judicial a la presidencia y desde el primer momento cumplió con el papel de representar al ala más dura del régimen. La primera parte del mandato de Raisi será recordada por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral en septiembre de 2022. El uso del velo para las mujeres es obligatorio desde el triunfo de la revolución islámica, aunque la aplicación de la norma, sobre todo en ciudades como Teherán, se había ido relajando y las más jóvenes customizaban el hijab a su estilo aprovechando la aparente tolerancia.

Apenas un año después de su elección como presidente, Raisi reforzó el papel de la Policía de la Moral en las calles y prohibió a las mujeres entrar incluso a algunos bancos, oficinas gubernamentales o transportes públicos. Su prioridad fue endurecer el control sobre la vestimenta de las mujeres y la muerte de Amini provocó la oleada de protestas más graves desde la 'revuelta verde' de 2009, cuando la oposición denunció el fraude en la reelección de Mahmoud Ahmadineyad.

Ataque contra Israel

La segunda parte de su mandato está marcada por la guerra en Gaza y ese primer ataque directo de Irán contra Israel en respuesta al bombardeo del consulado de la república islámica en Damasco. Un ataque en el que usaron más de 300 drones y misiles y que estuvo coordinado con Estados Unidos para evitar graves daños a su enemigo y una escalada regional del conflicto.