Mikel Ayestaran
Jerusalén
Jueves, 21 de enero 2021, 18:08
Con las tropas de salida tanto en Afganistán como en Irak tras décadas de guerra, Irán es el centro de todas las miradas tras la salida de Donald Trump. Joe Biden está dispuesto a volver al pacto nuclear si la república islámica da marcha atrás ... en su decisión de enriquecer uranio por encima del 3,67 por ciento y vuelve a respetar los puntos acordados en 2015. La república islámica abre la puerta a volver al texto original si Estados Unidos levanta las sanciones impuestas por Donald Trump. Teherán y Washington muestran su interés en resucitar el pacto, pero alguien tendrá que dar el primer paso y Antony Blinken, nuevo secretario de Estado, adelantó que «esperamos un largo camino» hasta que los iraníes vuelvan a los puntos firmados hace cinco años.
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Acuerdo nuclear. En este «largo camino», la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, aseguró que la vuelta al acuerdo «será parte de las conversaciones» que Biden mantendrá con sus aliados internacionales. Psaki recordó que el nuevo presidente «apuesta por la diplomacia» y que buscará «alargar y fortalecer las limitaciones nucleares de Irán y abordar otras preocupaciones» generadas por la república islámica, como su programa balístico o su injerencia en otros países de Oriente Medio.
La extensión del acuerdo es una de las exigencias de aliados de Estados Unidos como Israel, pero Teherán se niega y se remite a los puntos acordados tras el largo proceso negociador que mantuvieron con el 5+1, grupo formado por Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania.
Si la prioridad y la principal amenaza es la posibilidad de que los iraníes adquieran la bomba atómica, el acuerdo de 2015 es la base sobre la que ganar confianza para alcanzar después nuevos tratos con los iraníes. Esta fue la estrategia que pretendía llevar a cabo Obama y que Trump dinamitó con su retirada unilateral y la vuelta a las sanciones que asfixian a los iraníes.
Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu despidió a Trump, a quien calificó como «el mejor amigo de Israel», y dio la bienvenida a Biden con una petición clara: «trabajemos juntos y hagamos frente a desafíos comunes, el más importante de todos Irán». Ante los planes de recuperar el acuerdo nuclear, un alto cargo de la administración israelí señaló al Canal12 que «si Biden vuelve al pacto firmado por Obama no tenemos nada de lo que hablar con él».
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Ante la incertidumbre que genera la salida de Trump, medios como The Jerusalem Post dedicaron una amplia cobertura a los puestos clave de políticos judíos en el nuevo equipo de Biden. Desde Antony Blinken, secretario de Estado, y su número dos, Wendy Sherman, a David Cohen, número dos de la CIA, Merrick Garland, fiscal general, Avril Haines, Director Nacional de Inteligencia, Ronald Klain, jefe de personal, Eric Lander, secretario adjunto de Salud, Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional y Janet Yellen, secretaria del Tesoro. Tampoco faltaron las referencias a los hijos de Biden, cuyas parejas son judías lo que le convierte en abuelo de nietos judíos, y al esposo de Kamala Harris, Doug Emhoff.
Blinken ha insistido en que la seguridad de Israel es una prioridad incuestonable y ha adelantado que no devolverán la Embajada a Tel Aviv y que mantienen el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado judío. Está en el aire la posibilidad de reabrir el consulado para asuntos palestinos en la parte oriental de la ciudad santa. La única variación respecto a los republicanos será que la solución de los dos Estados volverá a estar sobre le mesa, como lo ha estado desde hace décadas sin lograr avance alguno.
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Acuerdos Abraham. Tras el fracaso de su iniciativa para lograr la paz entre Israel y Palestina, los últimos meses del mandato de Trump en política exterior han estado marcados por su apoyo diplomático absoluto al Estado judío para lograr la normalización de relaciones con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahrein, Marruecos y Sudán. Estos acuerdos han recibido el nombre de Abraham y, sobre el papel se presentan como la herencia más importante de Trump en la región. Por encima de diplomacia, han sido una especie de pactos económicos y militares por los que Estados Unidos ha ofrecido importantes beneficios a los firmantes a cambio de romper con la estrategia árabe de normalizar relaciones hasta que se forme un Estado palestino.
La agencia Reuters desveló que el acuerdo entre EAU y Washington para la compra de 50 cazas F35 y 18 drones de última generación se firmó solo una hora antes del final de mandato de Trump. El nuevo presidente adelantó que piensa revisar esta venta que, de llevarse a cabo, podría suponer la entrega de los aparatos en 2027.
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Guerra en Yemen. Trump se despidió incluyendo a los hutíes en la lista de grupos terroristas. Este fue un gesto de apoyo a Arabia Saudí, que desde 2015 combate a los rebeldes yemeníes a quienes acusa de estar apoyados por Irán. Blinken es partidario de detener el apoyo militar a Riad -uno de los mayores importadores de armas del mundo- y revisar la decisión sobre los hutíes, tal como piden las organizaciones de ayuda humanitaria y la ONU. El nuevo presidente estadounidense recordó en campaña las numerosas denuncias a los saudíes por crímenes de guerra por parte de organismos humanitarios y amenazó con convertir a su gran aliado en un «paria» si no cesaban las violaciones de derechos humanos dentro y fuera de sus fronteras.
Además del cambio en Yemen, la nueva administración también parece decidida a desclasificar la información sobre el asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. Esta decisión significa que Estados Unidos podría oficialmente culpar del brutal crimen a Mohamed Bin Salman (MBS), príncipe heredero y hombre fuerte del reino.
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MERCEDES GALLEGO | Nueva York
Comunicado tras comunicado, la ONU dio este jueves una «cálida bienvenida» a todas las órdenes ejecutivas y medidas del nuevo Gobierno con las que EE UU vuelve al multilateralismo y la cooperación internacional. António Guterres, que juró el cargo 20 días antes que Trump, ha tenido que hilar muy fino durante todo su mandato, siempre con temor a que su anfitrión y principal donante asfixiara al organismo que dirige y al que contribuye con un 22% del presupuesto. Pronto descubrió que agachar la cabeza no sería suficiente para frenar la agenda de Trump.
Primero fue la retirada del Acuerdo de París sobre el clima, un histórico pacto para salvar al planeta que quedó cojo sin el país que más contamina. Luego, la Unesco, la organización educativa, científica y cultural de la que Trump sacó a EE UU por haber aceptado a Palestina como miembro. También retiró la financiación a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos y se retiró del Consejo de los Derechos Humanos, lo que puso a EE UU junto a Corea del Norte e Irán. Después redujo en 500.000 millones la financiación de los cascos azules, lo que costó vidas en África. Se retiró de las negociaciones para el Acuerdo Global Compacto de Migraciones, amenazó con sanciones a los miembros del Tribunal Penal Internacional que investigaban torturas y crímenes de guerra en Afganistán, convirtió a la Organización Mundial de la Salud en cabeza de turco de la pandemia y mantuvo en vilo a media docena de agencias más.
No es de extrañar que la ONU haya respirado aliviada con su partida. En su primer día de gobierno, el presidente Biden ha deshecho varios de esos entuertos al retornar a los Acuerdos de París y reintegrarse en la OMS, pero queda «un largo camino por recorrer», dijo Guterres. «Esperamos con interés el liderazgo de EE UU porque el tiempo se acaba y estamos comprometidos a trabajar para superar la emergencia climática y la crisis del covid-19».
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