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mikel ayestarán
Jerusalén
Viernes, 17 de julio 2020, 21:05
Siria elige un nuevo Parlamento en un fin de semana que marca el 20 aniversario de la llegada al poder de Bashar el-Asad. 2.100 candidatos, entre ellos varios hombres de negocios sancionados por la UE y EE UU, concurren en las terceras elecciones ... que celebrará el país desde que estallara la guerra en 2011 y en las que nadie duda de la victoria del partido Baaz, hegemónico desde 1963.
El-Asad arranca su tercera década en el palacio presidencial de Damasco, pero esta no es la Siria que se encontró cuando llegó. Este es un país destrozado por la violencia, con cientos de miles de muertos, millones de desplazados internos y refugiados, con tropas de al menos cuatro países extranjeros, una economía devastada, el 80% de la población bajo el umbral de la pobreza y ante la amenaza del coronavirus.
¿Cuánto resistirá? «Hasta que sea útil a Rusia e Irán, sus principales aliados y quienes toman las decisiones importantes. Su liderazgo está muy cuestionado, la legitimidad erosionada y Siria es ahora una especie de país tutelado donde quien manda no es el presidente», piensa Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.
Este no era el panorama con el soñaba El-Asad cuando se hizo con el control del país tras fallecer su padre, Hafez el-Asad, creador de la Siria moderna. El actual dirigente iba para oftalmólogo en Reino Unido, pero la muerte de su hermano Basel en un accidente le situó como heredero y regresó de Londres, donde había conocido a su esposa, Asma. En sus primeros años, conectó el país a Internet y transmitió al exterior una imagen de regeneración y modernidad, pero todo se truncó en 2011.
Países como Francia, que en 2001 recibieron al matrimonio El-Asad en un viaje oficial que les llevó también a España, donde se entrevistaron con José María Aznar, pasaron a denominarle «enemigo de los sirios», según el presidente, Emmanuel Macron, y a acusarle de «masacrar a su pueblo», en palabras del titular de Exteriores, Jean-Yves Le Drian.
En ese 2011, la conocida como 'primavera árabe', que afectó a Túnez, Egipto, Libia y Yemen, estalló también en Siria. La respuesta de las fuerzas de seguridad fue brutal y comenzó una espiral de violencia que derivó en una guerra con final incierto. «Al comienzo hubo un dilema sobre la represión, pero pronto se aplicó el eslogan de los seguidores del régimen: 'El-Asad o arrasamos el país'. Nueve años después, sigue en el poder pero le toca gobernar en la pobreza y la destrucción», apunta Álvarez-Ossorio.
La victoria militar ha permitido a Damasco controlar de nuevo la mayor parte del país, pero cualquier atisbo de recuperación ha quedado eclipsado por las sanciones de EE UU y Europa, calificadas de «guerra económica» por las autoridades. Donald Trump ha extendido la estrategia de «presión máxima» que emplea con Irán y ha puesto en marcha la denominada 'Ley César'. Washington lo presenta como un nuevo paso para «aislar» a El-Asad y su círculo más próximo.
La lista negra contiene 39 nombres, con el presidente y Asma a la cabeza, pero como ocurrió en el Irak de Sadam Husein, el impacto más severo lo sufren los civiles. El Programa Mundial de Alimentos señala que los precios han crecido un 133% y que 9,3 millones de sirios sufren inseguridad alimentaria, la cifra más alta jamás registrada. El valor de la libra siria ha caído un 70% respecto al dólar.
Ante este panorama, el enviado especial de EE UU a Siria, James Jeffrey, aseguró que «el colapso de la libra siria demuestra que Irán y Rusia no son capaces de seguir manteniendo a flote al régimen». El-Asad, sin embargo, sigue en su palacio y su familia supera el medio siglo en el poder.
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