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M. Pérez
Jueves, 26 de diciembre 2024, 12:39
La vida de los Al Assad en su exilio de Moscú parece encontrarse escasamente revestida del dorado que muchos de sus opositores pronosticaban dado el volumen de riquezas que el dictador sirio derrocado posee en Moscú. Asma, su mujer, se encontraría enferma de leucemia, aislada para evitar cualquier riesgo de contagio y con una posibilidad de supervivencia del 50% después de que su dolencia se agravara en los últimos siete meses, según señala 'The Daily Telegraph' de medios turcos que, a su vez, habrían sido informados por funcionarios rusos.
Asma, según estos mismos medios, ha pedido el divorcio de su marido, Bashar, y tendría la intención de regresar al Reino Unido, a sabiendas de lo precario de sus opciones. Aunque conserva el pasaporte británico (nació hace 49 años en Londres), en las islas es considerada 'persona non grata' desde el pasado diciembre, cuando una insurrección de los opositores acabó con el régimen sirio, lo que ha desvanecido muchas de sus pretendidamente esperanzas de refugiarse en su país natal. Es más, varios diputados se han mostrado en contra de su posible retorno mientras la Policía británica mantiene abierta una investigación desde hace tres años sobre su posible colaboración en la letal represión en Siria, con lo que teóricamente podría ser arrestada para declarar en caso de pisar el Reino Unido.
Bashar Al Assad huyó precipitadamente a principios de diciembre hacia Moscú para escapar de los rebeldes. El Kremlin le convenció de que lo mejor era fugarse ante su tenaz resistencia. Semanas antes, el mandatario había enviado a la capital rusa a su mujer y sus tres hijos. Era la única salida posible y hasta resulta muy probable que la familia pensara en llevar allí una existencia cómoda y lujosa pese a que Bashar era conocedor de que tenía un coste: el asilo no le iba a resultar gratis ni el Kremlin le dejaría salir del país,
En efecto, la vida en Rusia no parece ser el camino de rosas que podría esperarse en un clan que, desde 2013, mostró un fanático afán de enriquecimiento en Moscú. Adquirió hasta una veintena de apartamentos y casas de lujo en la capital a través de una red de intermediarios. Un primo materno de Bashar, que participó en el atroz submundo carcelario del país árabe como mando de la Inteligencia siria, se estableció además en 2022 al frente de una gran inmobiliaria en Rusia, según una investigación del 'Financial Times'.
Los Assad tienen ahora severas restricciones de movimiento incluso para trasladarse fuera de la capital rusa y gran parte de su fortuna bloqueada por las autoridades de aquel país. Tampoco deben ser ya unos invitados apreciados del presidente, Vladímir Putin, y cualquier posible futuro en el extranjero resulta inviable, a tenor de las acusaciones por crímenes de guerra que pesan sobre el expresidente. El brusco cambio de vida, la situacion legal de su esposo, además de la gravedad de su enfermedad, habrían motivado a la antigua «primera dama del mundo árabe» a solicitar el divorcio.
Es hija de un famoso cardiólogo londinese y de una diplomática siria. Su padre es quien se encarga de cuidarla en su nuevo retiro y ya ha pedido a un tribunal ruso que le conceda permiso para recibir tratamiento especializado en el Reino Unido. Asma padeció en 2018 un cáncer de mama y el pasado mes de mayo sufrió la reaparición de una leucemia extremadamente agresiva, de la que ha sido tratada en Rusia y Emiratos Árabes.
Frustración, desamor, hartazgo... o simple conveniencia podrían pesar en su presunta intención de divorciarse e irse con sus tres hijos al Reino Unido. Medios israelíes y turcos sostienen que quiere recuperar parte de su antigua vida, reincorporarse a un empleo en una financiera importante y conseguir que la Justicia descongele parte de sus activos en el Reino Unido. Con Bashar a su lado todo eso resulta imposible, no solo por las dificultades de lograr un contrato laboral, sino porque el expresidente sería detenido de inmediato al llegar a Londres o cualquier otra capital europea o estadounidense. Las acusaciones como criminal son inapelables, Su Gobierno es responsable de más de medio millón de personas asesinadas y desaparecidas, y sus métodos de ejecución y tortura han sido colocados al mismo nivel que los de Stalin.
Asma estudió en el King's College londinese, se licenció en literatura francesa e informática y trabajó en grandes compañías como el Deutsche Bank y JP Morgan. A los 25 años se casó con Bashar, oftalmólogo que trabajaba en un prestigioso hospital de Londres hasta que tomó obligatoriamente las riendas del Gobierno de Siria en 2000 tras la muerte de su padre y del hermano que estaba destinado a ser su sucesor.
Los primeros años fueron propios de una ilusión de modernidad. Una revista de moda apodó a Asma la «rosa del desierto» para, más adelante, borrar esta denominación de todas sus referencias. 'The Sun' la calificó como la «británica sexy que salvó a los sirios del frío» y la pareja presidencial realizó varias giras internacionales como símbolo de aperturismo. La reina Isabel los recibió en el Palacio de Buckingham en 2002, también visitaron La Zarzuela en 2004. Asma fue comparada con Rania de Jordania, acaparó portadas y la asistencia del matrimonio al funeral de Juan Pablo II adquirió una repercusión mundial. 'The New York Times' los retrató como la «esencia de la fusión arabe-Occidente» en 2005.
La imagen se trabajó de forma concienzuda en los gabinetes del Gobierno en Damasco. Entre 2000 y 2010, la mujer del presidente apareció en miles de fotos dando clases a niños sirios, en actos benéficos, visitas a aldeas o en profundos debates con diplomáticos e intelectuales europeos. Las típicas acciones que hicieron que decenas de famosos viajaran a Damasco para fotografiarse con ella. La noria del éxito. «Era una mujer moderna» que tan pronto hacía campaña por empoderar a la mujer como por corregir la miseria local. Pero también «tenía dos personalidades», según un periodista sirio al que ayudó a crear un periódico en inglés que ella misma cerró justo antes de la salida de su primer número. «Codiciaba la buena vida» y sus privilegios.
Todo cambio bajo el abrumador peso de miles de muertos. Los ahorcamientos sumarios y las palizas brutales salieron de la trastienda oscura de las prisiones. La represión siria se convirtió en una macabra realidad y muchos se preguntaban por qué aquella dama occidental a la que habían comparado incluso con la princesa Diana no hacía nada para evitarla. En 2012, la Unión Europa la incluyó en su lista de sanciones internacionales. Congeló los bienes de Asma y le prohibió la entrada a los países comunitarios. En 2020 fue condenada al aislamiento internacional por Estados Unidos.
Sin embargo, eso no fue óbice para que consolidará una estimable fortuna personal. Los opositores al régimen han enseñado correos electrónicos donde la mujer compraba artículos lujosos en Londres, París, Roma y Nueva York a través de intermediarios y mensajeros anónimos. También se volvió asidua de las entrevistas en medios exlusivamente rusos. El idilio con Occidente y el glamour se había esfumado.
Mientras, su marido fortalecía sus riquezas en Moscú, quizá temiendo un futuro retiro forzoso. Se cree que su fortuna en efectivo y en oro rebasa los 2.000 millones de dólares, que trasvasó con ingeniera financiera y grandes dosis de impunidad. En solo dos años, el Banco Central, en manos de Bashar, trasladó desde Siria a la capital rusa unos 250 millones de dólares, aparentemente para pagar el apoyo de Putin a su régimen y montar un buen 'colchón' financiero personal, según 'Financial Times'. No existían las caretas en la autocracia, El dinero viajaba en avión, en efectivo, en fajos de dólares y euros que pesaban dos toneladas, y una vez en el aeropuerto de Moscú se ingresaban en diferentes bancos. El cash, siempre el cash.
Hoy, según los medios internacionales, ni siquiera todos esos billetes mantienen unidos a Putin y Al Assad. Al parecer, el presidente sirio se ha convertido en un invitado incómodo para el Kremlin, que no solo invade Ucrania en una guerra sangrienta sino que da cobijo a uno de los más fieros tiranos de la historia reciente. Políticamente, se trata de un momento inoportuno. Justo cuando Putin pretende ofrecer una imagen proclive a terminar con el conflicto ucraniano (a cambio de quedarse con los territorios ocupados), mete a la bestia en casa. El mandatario ruso no le perdona tampoco que su homólogo hiciera caso omiso cuando le aconsejaba que emprendiera reformas para aplacar las iras de la oposición y evitar así su derrocamiento. La jaula de oro de los Al Assad es cada vez más jaula y menos oro.
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