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Un buque de carga navega por el Albertkanaal a su paso por la ciudad flamenca de Hasselt, al norte de Bélgica. Pablo Cobos

Autopistas de agua: la alternativa al transporte por carretera

El transporte fluvial de mercancías coge velocidad. Por los canales belgas se mueven cada día el equivalente a 8.000 camiones. Es la alternativa de la UE a las carreteras

José Antonio Guerrero

Enviado especial a Bélgica

Lunes, 30 de diciembre 2019, 00:20

Bélgica presume de chocolate, cerveza y patatas fritas, pero el tráfico rodado es su dolor de estómago por culpa de su estratégica situación geográfica. Encajonado entre potencias como Francia, Alemania y Países Bajos y con salida al Mar del Norte, este país del tamaño ... de Galicia es uno de los nudos de comunicaciones transfronterizas más importantes de Europa; sin duda un valor para su economía, pero un quebradero de cabeza para los conductores belgas, que cada mañana salen de casa resignados a pasar un buen rato al volante para llegar a sus trabajos. Aparentemente nada distinto a lo que sucede en cualquier capital española, pero en Bélgica lo normal es tirarse un par de horas entre idas y venidas.

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En este pequeño territorio de once millones de habitantes (el tercero en densidad de población de la Unión Europea, tras Malta y Países Bajos), la gente prefiere coger el coche para desplazarse a la oficina porque recela de un transporte público obsoleto y poco fiable. En el pecado llevan la penitencia, porque cada día las carreteras belgas amanecen colapsadas por miles de camiones con matrículas extranjeras que cruzan el país para cargar o descargar mercancías en alguno de los grandes puertos comerciales cercanos al Mar del Norte, especialmente los de Flandes (Amberes, Gante, Brujas…), pero también el de Róterdam, en Países Bajos, el mayor de la UE, los franceses de Dunquerque y la Haropa (El Havre-Ruan-París) e incluso el de Hamburgo, en Alemania.

Por el Albertkanaal, el mayor de Bélgica, navegan cada año 130.000 barcos, que mueven 4 millones de toneladas de mercancías. Pablo Cobos

Basta un dato para hacerse a la idea de lo que supone semejante intensidad de tráfico rodado: la velocidad media de circulación en la red de autovías de Bélgica (que, por cierto, tienen cosas magníficas, como permanecer iluminadas por las noches) apenas ronda los 50 kilómetros por hora. A ello hay que añadir la contaminación que generan las emisiones de CO2 de cientos de miles de vehículos de alto tonelaje con sus remolques de un lado para otro.

Las previsiones indican que el transporte internacional de mercancías irá a más, y que las terminales portuarias de la UE (las del norte, pero también las importantes plazas del sur, como Algeciras, Valencia y Barcelona) incrementarán su actividad comercial, gracias, sobre todo, al mercado asiático.

El ejemplo de Flandes

Con esa idea de sacar camiones de las vías terrestres para descongestionar el tráfico, aligerar la circulación menos pesada y mejorar la calidad del aire que se respira, la UE ha apostado por potenciar otros transportes alternativos al asfalto. Y en esta zona del norte de Europa, ese reto pasa por los corredores fluviales, más lentos sí, pero más 'limpios', seguros y baratos que las carreteras. Precisamente en este campo, Flandes tiene mucho que decir puesto que los flamencos utilizan desde hace décadas sus ríos y canales para llevar y traer contenedores con todo tipo de cargas, desde zapatillas deportivas a plátanos, arroz o materiales de obra. Un solo barco de los que navegan por esas autopistas de agua puede llevar la mercancía de 50 tráileres.

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El continuo paso de mercantes y de buques cisterna por este entramado de redes fluviales ha derivado en una próspera actividad industrial y comercial, que se extiende a lo largo de varias ciudades del interior de Flandes, perfectamente conectadas a través de sus canales: desde Hasselt, a 30 kilómetros de la frontera con Alemania y Países Bajos, a Amberes, Gante y Brujas.

Y el futuro se presenta aún mejor: la previsión es que el transporte fluvial crezca el 63% en los próximos diez años, y lo deseable es que este incremento tenga un impacto en las carreteras: menos congestión de tráfico y menos emisiones de gases contaminantes, en la línea de las prioridades marcadas por el Parlamento Europeo, que recientemente declaró la emergencia climática en la UE.

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La previsión es que el transporte fluvial crezca el 63% en los próximos diez años

Para adecuar estas infraestructuras fluviales a los nuevos tiempos, la Comisión Europea aprobó en junio un ambicioso proyecto transfronterizo que amplía y mejora la red de vías navegables de las cuencas de los ríos Sena (776 kilómetros de longitud, todos ellos en Francia) y Escalda, cuyos 355 kilómetros discurren por tres países: Francia, Bélgica (donde en Flandes toma el nombre neerlandés de Schelde) y Países Bajos. El acuerdo adoptado por Bruselas contempla la construcción de un nuevo canal de 107 kilómetros en territorio galo, entre Compiègne (80 kilómetros al noreste de París) y Cambrai (en la frontera con Bélgica), y la ampliación del resto de los corredores fluviales, de manera que en 2030 todos ellos (ahora sólo lo pueden hacer algunos) permitan la navegación de buques con una capacidad de carga de 4.500 toneladas (equivalente a 200 camiones) o más.

Se trata de lograr un cambio modal del tráfico de mercancías, de forma que los ríos vayan asumiendo cargas que actualmente se realizan por autovías. El documento de la UE señala textualmente que «el fomento del transporte por vías navegables interiores es una prioridad clara de la política europea».

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Cuando, dentro de diez años, concluya la ejecución del proyecto, presupuestado en unos mil millones de euros, la cuenca del Sena estará enlazada directamente con la del Escalda a través de una red de vías navegables de alta capacidad, lo que permitirá interconectar los puertos marítimos e interiores de esta potente región transfronteriza europea, desde Francia a Alemania, y de ahí a cualquier parte del mundo.

El gran canal del rey Alberto

Uno de los canales que, como parte de esta red, recibirá la ayuda europea para ampliar su capacidad de carga, mejorar su navegabilidad y ganar velocidad en el tráfico fluvial es el Canal Alberto (Albertkanaal, en neerlandés), llamado así en honor del belga Alberto I, que reinó entre 1909 y 1934, cuando murió a los 58 años tras caerse mientras practicaba alpinismo.

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Construido poco antes de la II Guerra Mundial, se trata de la vía fluvial más importante de Bélgica y pertenece a la cuenca del Escalda. Sus 130 kilómetros de extensión conectan los puertos de Lieja, en la parte valona de Bélgica, y el flamenco de Amberes, el segundo más importante de la UE.

Lilianne Stinissen, portavoz de la compañía que gestiona los canales. Pablo Cobos

El canal va viento en popa, con un crecimiento anual del 7% en el transporte de contenedores. Por esta autopista fluvial con nada menos que 62 puentes y seis esclusas, que salvan la diferencia de altitud entre las dos ciudades, navegan cada año 130.000 mercantes (350 al día), que transportan 40 millones de toneladas, la mitad del tráfico de mercancías de Flandes. Una parte importante son contenedores (470.000 el año pasado) con origen o llegada en los puertos de Bélgica, Francia, Países Bajos y Alemania. El resto son barcazas cargadas con piezas de aerogeneradores, combustibles, minerales o residuos sólidos destinados a plantas de reciclaje. Alrededor de este corredor interior funcionan varios centros logísticos de distribución que tiran de la economía de Flandes, convirtiendo esta región del norte de Bélgica en una de las más prósperas del continente. El 80% de las empresas flamencas están a menos de 10 kilómetros de un canal.

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Por las aguas del Albertkanaal se mueve cada día el equivalente a las mercancías que transportan 8.000 camiones, y el objetivo es sacar de las carreteras otros dos mil. «Queremos que, para 2030, al menos el 20% de toda la carga que pasa por Flandes lo haga por vía fluvial (hoy es el 13%)», apunta Liliane Stinissen, directora de comunicación de De Vlaamse Waterweg, la compañía pública que gestiona la red fluvial belga y se ocupa de su mantenimiento (1.350 empleados).

A fin de mejorar su rendimiento, el Albertkanaal se encuentra en pleno proceso de elevar dos metros la altura de sus 62 puentes para abrirlo al paso de buques con mayor volumen de carga. Actualmente llevan un máximo de tres líneas de contenedores, y quieren aumentarlo a cuatro. La intervención, sufragada en parte con fondos de la UE, también incluye la ampliación del ancho del canal en los cuellos de botella que dificultan el tránsito de más de un barco a la vez, lo que supone un freno a todo su potencial económico.

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Con más mercancías fluyendo por sus ríos y menos atascos en sus carreteras, seguro que los belgas digieren mejor la hipoteca de vivir en el gran cruce de caminos del viejo continente. Y sin necesidad de poner una pica en Flandes.

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