m. gallego
Nueva York
Miércoles, 9 de noviembre 2022, 07:40
Un fuerte impulso de supervivencia movió este martes a los neoyorquinos a desviarse de su paso acelerado por las calles para invertir su tiempo en algo que se valora poco en las democracias: votar. Algo que esta mañana agradecerá sin duda la gobernadora del Estado, ... Kathy Hochul, que ha conseguido revalidarse en el cargo, pese a la estrecha diferencia que mantenía con su rival republicano, Lee Zeldin. Nueva York seguirá siendo azul, el color que define al Partido Demócrata.
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A unos ciudadanos les importaba sus libertades individuales. A otros les parecía imperativo devolver la seguridad a las calles y a la frontera. Los primeros votaban por el Partido Demócrata, los segundos por el Republicano. Como ginecóloga, Jenna Kaufam, embarazada de su primer hijo a los 36 años, sabe mejor que nadie lo importante que es controlar el chispazo de la vida para recibirlo como un regalo o como una pesadilla. No puede ni imaginarse el daño que causaría a las mujeres de Nueva York si el congresista Lee Zeldin hubiera salido elegido como gobernador. Reinventado como moderado, el antiguo abogado del Ejército, contrario al aborto y a los matrimonios homosexuales, era hasta hace poco uno de los defensores más acérrimos de Donald Trump.
El aborto es también lo que movía a Myriam Gómez, una dominicana de Queens que cada vez tiene más miedo a volver a casa en metro cuando sale del trabajo en Manhattan. «Ya no se puede ni trabajar de noche», se quejaba. Ella votó por Zeldin, porque en la religión evangélica el aborto es un crimen tan inmoral o más como los que teme, y solo alguien estricto como él puede acabar con esa «matanza». Los crímenes de la intimidad y los crímenes en la calle, esas son las dos bazas del republicano que ha inundado las ondas con anuncios tenebrosos, como películas de terror encadenadas en 30 segundos a los TikTok.
Como en EEUU no existe la jornada de reflexión, Zeldin hizo el lunes campaña en una parada de autobús del Bronx donde recientemente fue apuñalado un anciano, para recordar a los votantes que la gobernadora Kathy Hochul no ha frenado la violencia. Ella podría haber recordado, como hace Barack Obama, que la respuesta de los republicanos ha sido permitir la libre circulación de armas en las calles de Nueva York en un sálvese quien pueda, pero no lo hace, porque eso antagonizaría a los votantes de su Buffalo natal. Hochul necesitaba al menos un 30% ó 35% del voto de la gran urbe para contrarrestar la mentalidad conservadora de los condados rurales más cercanos a Pensilvania, Michigan y Canadá. Su misión era en vísperas de los comicios esperar a los votantes en la boca del metro para suplicarles que, de camino al trabajo, se desvíen a su colegio electoral. «Solo el pueblo salva al pueblo», coreaban los estudiantes nicaragüenses de las revueltas contra Daniel Ortega.
Dylan Oliver, un técnico de 27 años de la compañía local de cable, había recorrido ya dos colegios electorales en busca del que le correspondía, porque su nombre no aparecía en el censo. Nunca antes se había encontrado con que Nueva York bailaba en las elecciones, y aunque le daba la razón a Zeldin en la necesidad de poner freno a la delincuencia, no le parecía el año adecuado para votar por un republicano. «Lo que importa ahora es proteger los derechos de las mujeres», decía convencido.
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A poca distancia, otro técnico de Spectrum balbuceaba sorprendido. «¿Elecciones? ¿Humm? ¿No serán hoy, verdad?». Sí y él no pudo votar, porque en EE UU hace falta registrar el voto y el plazo de Nueva York acabó hace casi cinco meses, cuando nadie se imaginaba que el Gobierno del Estado pudiera estar en juego.
No es fácil crear conciencia en la democracia, por mucho que esté subliminalmente en las papeletas. Shirley Henderson, una afroamericana de 70 años que ha visto suficiente como para tomárselo en serio, prometía arrastrar a las urnas a la hija que le queda -dos murieron por drogas-. «¿Crees que las cosas están mal y vas a votar republicano?», repetía incrédula, incapaz de entender a sus conciudadanos. «¡Pues vas a ver cómo se ponen las cosas si ganan!». Su sorpresa va en aumento. «¡Mira lo que hizo Donald Trump y la gente le sigue votando, a él y sus chicos!». El próximo día 15 el magnate dice que hará «un gran anuncio» que se prevé como el lanzamiento de su nueva candidatura presidencial. El presidente ha respaldado a 227 «negacionistas orgullosos» que defienden contra toda prueba irrefutable su triunfo frente a Joe Biden y prometen apoyarle en caso de que vuelva a clamar fraude.
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«Es una perspectiva aterradora», reflexionaba la ginecóloga embarazada, abrazándose a su marido y su perro. «Si ni siquiera reconocemos la legitimidad de las elecciones, ¿qué queda ya de ya este país?».
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