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Domingo, 26 de abril 2020, 10:33
MERCEDES GALLEGO | NUEVA YORK
Las Chicas de Oro de esa comedia de los ochenta sabían lo que hacían al buscarse compañeras de piso para su tercera edad. A una media de 8.365 dólares al mes, los asilos y residencias en Estados Unidos son un lujo. La atención ... sanitaria siempre ha sido el talón de Aquiles del gigante capitalista y la vejez requiere de muchos cuidados.
Desde la Ley de Reforma de Asilos de 1987 se han sumado a los asilos tradicionales una amplia variedad de residencias para ancianos con diferentes nombres, dependiendo del grado de asistencia que requieran, y cuyo coste está al alcance de muy pocos. Los asilos de toda la vida (nursing homes) son para aquellos imposibilitados que requieren de supervisión para ducharse, tomarse las pastillas o levantarse de la cama. Son también los únicos que están subvencionados parcialmente. El de beneficencia, Medicaid, para los más pobres, y el del Departamento de Veteranos (de guerra) pueden llegar a subsidiar la totalidad del coste, pero Medicare, el de los pensionistas, solo cubre los primeros 20 días y luego una mínima parte de los siguientes 80. A partir de ahí, nada.
Un 16% de los estadounidenses tiene más de 65 años, el doble que en 1950. Con uno de cada tres adultos con enfermedades crónicas viviendo solo y los 'baby boomers' ya metidos en años, se espera que para el 2030 se haya doblado el número de adultos de más de 75 años sin pareja, hasta alcanzar los 18 millones. Los que ni siquiera tienen un hijo cerca se multiplicarán por seis.
El lugar donde se elija pasar los últimos años marcará la diferencia. En Alaska, un asilo cuesta casi 30.000 dólares al mes, mientras que en Oklahoma, el estado más asequible, se puede conseguir por 5.300. En Florida, además de buen clima todo el año no tendrán que pagar impuestos estatales. Por eso en la meca de los jubilados el 23% de la población tiene más de 60 años, atraídos por las villas con actividades recreativas, comedores y minibuses que les llevan al centro comercial o de salud. Esas comunidades (Senior Living Communities o Life Plant Community) pueden requerir una entrada de 100.000 dólares y tener un coste mensual de entre 1.500 y 6.000 dólares, al que luego hay que sumarle el pago extra por muchos de los servicios ofrecidos. Eso explica que solo el 2% de los ancianos de EE UU vivan en cualquier tipo de instalaciones para vida asistida y el 4.5% en asilos.
Han sido los más básicos y masificados los que más han sufrido el embate de la pandemia. Uno de cada diez ha tenido algún caso de coronavirus, según un estudio del Washington Post en 1.350 asilos, donde contabilizaron más de 3.000 muertes. Incluso al final de la vida, se tiene lo que se paga.
IÑIGO GURRUCHAGA | LONDRES
El primer signo de deterioro de Roy, el vecino de 89 años que vive unas casas más allá, fue su jardín. Fue cuidador de 'greens' en un club de golf y dedicaba a su parterre todas las horas cuando el tiempo lo permitía. Hombre afeminado y con sempiterna jovialidad y gorra, vive solo e interrumpe su tarea para charlar
Murieron sus vecinos de todas la vida, ella primero y él dejándose morir, según el quiosquero de Sri Lanka, tras una caída y dos meses en una residencia. Y Roy dejó que la hierba creciera. Ha perdido la cabeza. Los vecinos llaman regularmente a su puerta para saber si está bien.
Hay algo de mito en la frialdad inglesa. Hay viudas a quienes su hijo llama por teléfono una vez al año, en Navidad, y muchas familias unidas. Cambios sociales han causado un aumento drástico del número de jóvenes entre 20 y 34 años, un cuarto, que viven en casa de sus padres y el de mayores de 65 años que viven solos.
Hay 12 millones de mayores de 65 años en Reino Unido. La pensión media no llega a 8.600 euros anuales. Algo más de 400.000 viven en residencias. Casi todas son empresas privadas, a las que el Ayuntamiento paga por sus residentes sin capital suficiente. El coste semanal promedio oscila entre 700 y 900 euros.
La estimación de muertes por Covid 19 en residencias varía, con cifras aireadas de hasta 7.500, no contadas en el total de más de 18.000. Aumentará el porcentaje, por encima del 85%, de mayores de 65 entre los fallecimientos oficialmente registrados.
ZIGOR ALDAMA | SHANGHÁI
El este de Asia es la región del mundo que más rápido envejece en la actualidad. Con una tasa de natalidad en caída libre y una esperanza de vida en ascenso gracias al incremento de la calidad de vida, China va a acercándose a sus vecinos más desarrollados y el 11% de sus 1.400 millones de habitantes tiene ya 65 años o más. Es un porcentaje todavía muy alejado de los de Japón -27,5%- o España -19,3%-, pero cada vez más cercano al de Corea del Sur -14,4%- y el que más rápido sube. Si las previsiones se cumplen, en 2025 habrá 300 millones de chinos de más de 60 años y en 2050 serán 480 millones.
Sin un sólido sistema de seguridad social y con pensiones pírricas, el sustento de los más mayores es tradicionalmente la familia. Es habitual que tres generaciones de una misma familia vivan bajo el mismo techo. Según una encuesta, solo el 4% de los ancianos optarían por una residencia. Sin embargo, el giro hacia una sociedad más individualista se ha traducido también en un rápido crecimiento del número de instituciones para ellos. En septiembre de 2017, el dato más reciente publicado, había en China unas 150.000 residencias, más del doble que en 2012. El salto en número de plazas es espectacular: en 2007 había solo 2,13 millones, mientras que una década después eran ya 7,45 millones.
Aun así, según la agencia oficial Xinhua, la capacidad de estas instituciones es todavía muy limitada: 31 camas por cada mil ancianos. El problema no es tanto la oferta como la demanda: en torno a 1,5 millones de plazas permanecían vacantes en 2016. Proliferan incluso las residencias de lujo a 3.000 euros al mes, muy por encima de los 350 euros de la pensión media.
En el extremo opuesto, Japón, el país más envejecido del planeta, cuenta con uno de los sistemas sociales que más cuidan de los ancianos. Muchos también se resisten a pasar los últimos días en residencias -o no encuentra plaza-, por lo que el país ha echado mano de las últimas tecnologías para permitirles continuar residiendo en sus hogares. Además, el país involucra a los vecinos en el cuidado de los jubilados, que han sido duramente golpeados por el coronavirus. Unos 200 mayores de 60 años han fallecido en esta crisis, lo que supone dos tercios del total de muertos en el país. En China los datos son más difusos. Según los últimos, perecieron el 22,8% de los mayores de 70 años infectados.
MIKEL AYESTARAN | JERUSALÉN
El geriátrico de la compañía Mishan en Bersheva es el punto negro de las residencias de ancianos en Israel durante esta pandemia del coronavirus. Allí han fallecido 14 personas y esta empresa, que es la que cuenta con el mayor número de residencias en el país, recibe duras críticas en los medios por la gestión de la crisis. Las autoridades han elaborado un plan especial para asistir a los 456 centros geriátricos de Israel, donde se han registrado casi la mitad de los 200 muertos registrados hasta el momento, según los medios locales.
El Centro Nacional de Estadística muestra que el Estado judío cuenta con 1.100.000 habitantes mayores de 65 años y, aunque el peso de la familia sigue siendo fuerte, cada vez más ancianos ingresan en residencias.
El portavoz del sindicato de residencias de ancianos de Israel, Roni Ozeri, declaró al diario The Times of Israel que «unos 40.000 israelíes viven en geriátricos y de ellos unos 27.000 precisan cuidados médicos». En palabras de Ozeri, «llevamos años denunciando la falta de personal, necesitamos más de 6.000 trabajadores que refuercen los centros y el motivo principal de que las residencias hayan sido un foco de infección es debido a que muchos de los trabajadores tienen que acudir a dos centros al mismo tiempo».
Los datos oficiales que deja el coronavirus al otro lado del muro son de dos fallecidos y 331 infectados, 17 de ellos en Gaza, donde hasta ahora no ha muerto nadie. La sociedad palestina es joven y el porcentaje de personas mayores de 60 años es del 4,6 por ciento, según un estudio elaborado por la Oficina Central de Estadística en Ramala.
A diferencia de la cultura occidental, en Gaza y Cisjordania, como en la mayor parte del mundo árabe, los ancianos se quedan en casa con las familias y no hay apenas geriátricos. En los últimos años se ha desarrollado el modelo de los clubs o centros de día, en los que las personas mayores pasan unas horas, pero luego regresan a sus hogares. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, estos centros han estado cerrados para garantizar la seguridad de sus usuarios.
paula rosas | parís
En Francia una de cada cinco personas tiene más de 65 años. Debido a la calidad de su sanidad pública y a la existencia de ayudas estatales, los ancianos franceses gozan, sin embargo, de una calidad de vida nada desdeñable. Con una de las mayores esperanzas de vida del mundo (82,7 años), la tasa de pobreza entre los mayores de 65 años es tan solo del 7,7%, y la pensión de jubilación media roza los 1.500 euros mensuales.
Mantienen en general el arraigo familiar y el contacto con hijos, nietos y amigos, y se sienten en su gran mayoría felices, según las encuestas, aunque también solos: casi el 40% de los mayores de 75 años no tiene con quien hablar de asuntos personales.
La inmensa mayoría de los ancianos franceses viven en su casa, en pareja o solos, en parte gracias a la existencia de una prestación -que en 2018 costó al Estado 22.000 millones de euros- que se otorga a todo aquel mayor de 60 años que haya sufrido una pérdida de autonomía, independientemente de sus ingresos. Esta subvención ayuda a pagar asistencia domiciliaria, el transporte o la adaptación del hogar de estas personas, permitiéndoles seguir viviendo en sus casas.
También puede solicitarse para ayudar a financiar le estancia en una residencia de ancianos, donde viven el 10% de los mayores de 75 años, cifra que se eleva hasta un tercio entre los mayores de 90 años. Allí el Covid-19 ha entrado como un tsunami, afectando a casi la mitad de los geriátricos del país, donde han fallecido cerca de 8.000 ancianos.
darío menor | roma
Hombre de más de 75 años, con patologías previas y residente en alguna región del norte del país. Ese es el retrato robot de la mayoría de los muertos por la pandemia del coronavirus en Italia, el segundo país del mundo con más fallecidos al superar ya los 25.000 decesos. Es lo que dicen las estadísticas oficiales, pero se teme que la cifra real sea incluso dos o tres veces más alta. La Covid-19 se ha cebado con las residencias de ancianos italianas, especialmente en Lombardía, la región más golpeada.
Italia es el país con la población más envejecida del Viejo Continente: los mayores de 65 años son el 22%, frente al 19% de la media europea. Son además relativamente pocos los ancianos italianos que viven solos (un 28% frente al 36% de Francia o el 47% de Dinamarca) y están entre los europeos que mantienen una relación más estrecha con sus familiares, a los que ven frecuentemente. Esta fuerte inserción familiar explicaría en parte el alto número de ancianos italianos fallecidos por coronavirus, según los expertos.
El Istat (Instituto oficial de estadística) contabiliza 285.000 italianos de más de 65 años viviendo en residencias, tanto para personas autosuficientes como para las que no lo son. Son poco más del 2% de los casi 14 millones de ancianos del país.
rafael m. mañueco | moscú
Sobre un población de 147 millones de habitantes, en Rusia hay casi 21 millones de mayores de 65 años (14,3%). De ellos viven en residencias 250.000, un porcentaje muy bajo. En Rusia está mal visto llevar los abuelos a los asilos. Y ellos tampoco quieren, por la connotación negativa que adquirieron en la época soviética a causa del maltrato que sufrían los ancianos.
Además, tras la privatizaciones de las viviendas estatales durante la desintegración de la Unión Soviética, rara es la persona de más de 65 años que no es propietaria de su piso. Pero, al ser muy pequeños, se descarta por lo general que en ellas convivan abuelos hijos y nietos.
El problema para ellos es más bien de soledad, en cuanto pierden al cónyuge, y también de cierta pobreza, ya que la pensión media en el país es de 14.924 rublos al mes (unos 187 euros). Por lo general carecen de ahorros y la sanidad pública no les cubre adecuadamente. Enfermedades como el cáncer o afecciones graves del corazón suponen la sentencia de muerte para ellos. La esperanza de vida media en Rusia para las mujeres se sitúa en 77 años y para los hombres en 66.
De los casi 700 muertos habidos en Rusia desde el comienzo de la pandemia, el 19,5% son mayores de 65 años.
juan carlos barrena | berlín
Con 25,7 millones de pensionistas entre sus 83 millones de habitantes, Alemania cuenta con una de las poblaciones más envejecidas. La gran mayoría disfruta de su jubilación en sus propios hogares, aunque la cifra de mayores que es atendida en residencias públicas o privadas aumenta constantemente. Actualmente el 24% de quienes necesita atención permanente reside en geriátricos, muchos de ellos en apartamentos individuales, un 24,3% en su propio hogar con la asistencia de personal especializado que acude unas horas al día y la gran mayoría, un 51,7% disfruta únicamente del cuidado de sus familiares. Se calcula además que entre 150.000 y 300.000 cuidadores de ancianos trabajan ilegalmente en Alemania, la mayoría procedente del este europeo.
Más de 240.000 jubilados germanos han abandonado el país para vivir en destinos más cálidos, a donde les llega la totalidad de su jubilación. Destinos preferidos son España, Italia y Estados Unidos, pero cada vez más se trasladan al sudeste asiático, especialmente a Tailandia, donde con una pensión media se puede vivir en una residencia de lujo. La epidemia de coronavirus también se ceba en Alemania en la gente mayor : la media de edad de los fallecidos es de 81 años.
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