RAFAEL M. MAÑUECO
Lunes, 2 de agosto 2021, 11:16
En un episodio que recuerda los esfuerzos del KGB en la época soviética para evitar las fugas a Occidente de deportistas y estrellas del espectáculo en sus giras al extranjero, la atleta bielorrusa Kristina Timanóvskaya fue conminada ayer por la fuerza a dirigirse al aeropuerto ... de Tokio para ser enviada de vuelta a Minsk. Lo hicieron acompañantes «técnicos» del equipo nacional, pero ella pidió ayuda al Comité Olímpico Internacional (COI) y ha conseguido quedarse en Japón en lugar «seguro», según la prensa japonesa.
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Timanóvskaya ha denunciado que el incidente se produjo después de que lanzara críticas contra los jefes del equipo olímpico a través de Instagram. Actualmente, la Unión Europea está considerando la posibilidad de conceder asilo político a la deportista bielorrusa, que teme ir a parar a la cárcel si regresa a su país. La posibilidad de ser acogida en algún país europeo ha sido anunciada por el Ministerio de Exteriores francés.
Timanóvskaya, según informaciones de la agencias rusas, ha pernoctado la pasada noche en un hotel del aeropuerto de Tokio. El COI ha informado de que se van a investigar las circunstancias del caso y no se descarta la posibilidad de que el Comité Olímpico de Bielorrusia pueda ser sancionado. La corredora bielorrusa admite haber criticado duramente al cuerpo técnico de su equipo por presionarla y obligarla a participar en disciplinas no previstas de antemano y sin siquiera consultarla.
Mientras tanto, se ha publicado en Internet una grabación de una conversación con Timanóvskaya de dos funcionarios bielorrusos. El entrenador de la selección nacional de atletismo, Yuri Moisévich, la promete que todo iría bien si dejaba Tokio y volaba a Minsk. Anteriormente, dictador bielorruso, Alexánder Lukashenko, aconsejó a los responsables del equipo que dejaran claro a los deportistas que no regresaran de Tokio sin medallas.
Lukashenko ya causó estupor internacional en mayo cuando, bajo el pretexto de una alerta de bomba que resultó ser falsa, ordenó a su fuerza aérea obligar a un avión de Ryanair, que volaba desde Atenas a Vilna, a aterrizar en Minsk con el único objetivo de arrestar al periodista Román Protasévich, que viajaba a bordo.
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