Iñigo Gurruchaga
Corresponsal. Londres
Domingo, 5 de junio 2022, 17:08
Decenas de miles de almuerzos compartidos por vecinos en calles engalanadas y un desfile carnavalesco en torno al Palacio de Buckingham pusieron fin este domingo a la celebración central del Jubileo de Platino de Isabel II, que compareció en el balcón del balcón como broche ... de los cuatro días de fastos. Tras dos días dedicados a la conexión de la monarquía con las Fuerzas Armadas y con la Iglesia, se ha expuesto el talento británico en las artes.
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También ha mostrado el gusto generalizado por el humor. La misma reina participó en unos minutos de comedia como aperitivo de la gala en la noche del sábado. Le visitaba en Windsor el oso Paddington, personaje de la literatura infantil que, tras beberse a morro todo el té, ofrece a la monarca una tostada que lleva en su sombrero. Pero la reina ya lleva la suya, con mermelada, en el bolso.
Los gustos musicales son variados y la opinión de la crítica sobre la música popular del 'party' organizado en torno al Palacio de Buckingham también es variada. Pero la puesta en escena, apoyada por la proyección de imágenes en la fachada del palacio o en el cielo nocturno, contribuyó a un ambiente de alegría y asombro entre el público que abarrotaba los asientos de los invitados y la amplia avenida The Mall.
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En una escala más pequeña, los vecinos organizaron el domingo, también el sábado, banquetes colectivos, cerrando sus calles al tráfico con permiso de los ayuntamientos, y acompañando la comida y la bebida por alguna banda musical. Los miembros de la familia real se desplazaron a diferentes puntos del país para participar en esta confraternización de comunidades locales.
«Orgullo, alegría y felicidad». Esas serían las características de la celebración del Jubileo, según las palabras que el príncipe de Gales dirigió al público en la fiesta del sábado. Reflejan los sentimientos de quienes se han unido a las celebraciones del Jubileo en el centro de Londres, pero también los de quienes han participado en sus localidades o los han visto en sus pantallas.
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En el inicio de la celebración, se subrayó la constancia de Isabel, evocando el discurso radiado que pronunció en Ciudad del Cabo, al cumplir 21 años. Lo había escrito a petición del secretario del rey un periodista de 'The Times' que cubría la visita de la familia real, y la lectura del borrador hizo llorar a la futura reina. «Declaro ante todos vosotros», leyó, «que dedicaré toda mi vida, sea larga o breve, a vuestro servicio, y al servicio de nuestra gran familia imperial, a la que todos pertenecemos».
Su vida ha sido larga y la promesa ha sido cumplida. La ancianidad de la reina y su talla como personaje histórico generan buenos sentimientos hacia ella. Dignatarios de todo el mundo- aún está pendiente la de Putin- le han enviado felicitaciones. No hay indicación alguna de que Isabel II vaya a quebrar su promesa y abdicar. Si Carlos y Camilla tuviesen la ambición de Macbeth y de su esposa, ya han tenido tiempo para cometer un regicidio.
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El Jubileo ha mostrado de nuevo que la combinación de una reina nonagenaria con limitaciones en su movilidad y un príncipe de Gales relevando a su madre en sus funciones oficiales cuando es necesario cumple los roles de la monarquía. Solo una incapacidad mental podría justificar el desencadenamiento del proceso de regencia, cuando ya existe parcialmente de manera informal.
El Jubileo es una inyección de optimismo para la población y la monarquía británicas, aunque la adulación en estos días no es el retrato completo. El nuevo Gobierno australiano tiene un ministro para la república, diversos países de la Commonwealth quieren romper sus lazos coloniales. Carlos y Guillermo tendrán que promover los beneficios de esa asociación de países, en un tiempo de revisión crítica del rol de los imperios.
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Aunque los líderes del independentismo escocés- Nicola Sturgeon y su predecesor, Alex Salmond- han propuesto que una Escocia independiente mantenga su afiliación a la monarquía, sus seguidores son partidarios de la república. Los actos del Jubileo han tenido poco impacto en el norte de la isla. Y las multitudes en torno a Buckingham no superan a los que, en toda la geografía del país, han sido pasivos o han aprovechado el Jubileo para marcharse de vacación.
Pero ha sido frecuente en estos días escuchar a británicos que están orgullosos de serlo. Por la belleza de los desfiles o de la ceremonia religiosa, por la fiesta, por estar juntos en la calle. Por tener una reina de 96 años que ha reinado durante más de setenta. Este lunes, la política británica regresa a la turbación, con la creciente especulación de que el primer ministro, Boris Johnson, será desbancado.
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La gran parada, evento final de la celebración, fue encabezada por un desfile de regimientos militares británicos y de países de la Commonwelath, acompañados por bandas musicales. Y por el Carruaje Dorado de Estado, construido para el rey Jorge III hace más de dos siglos. En la cola del desfile, la aparición de camiones de limpieza que se hacían cargo del excremento de unos doscientos caballos fue festejada por una multitud eufórica.
Modelos históricos de bicicletas, motos, automóviles, parejas bailando ritmos de diferentes décadas desde los 50 de la coronación, ataviadas en el estilo de aquel tiempo. El desfile era salpicado con la presencia de ciclistas olímpicos o campeones del boxeo. La estrella de Eurovisión, Cliff Richard, cantaba desde un autobús de dos pisos 'Congratulations', su célebre canción en el festival de Eurovisión de 1968. Fue batido, hay que puntualizar, por la española Massiel con su 'La, La, La.
Mods, rockers, punks, disco, Aston Martin, Rolls Royce, Land Rover, Jaguar, patines, furgonetas de heladeros, break-dance, Abba, escavadoras JCB, Kate Moss, drag queens, muñecos de programas de televisión para niños, rappers, hip-hop, disfraces inspirados en las tradiciones de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, bandas femeninas de tambores, mujeres bailando en el desfile indio inspirado en el cine de Bollywood. Todo eso y más, sin que se cumpliera la amenaza de la lluvia.
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