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iñigo gurruchaga
Corresponsal. Londres
Lunes, 26 de abril 2021, 19:44
El primer ministro británico, Boris Johnson, ha parapetado el acceso a la información sobre episodios que dañan su imagen, en el tercer acto de su drama épico con Dominic Cummings, su más influyente asesor durante dieciséis meses. Cummings acuñó los eslóganes de la campaña ... por el brexit en el referéndum de 2016 y de la que dio la holgada victoria electoral a Johnson, en diciembre de 2019.
El primer acto fue la noticia en tres diarios, el jueves, de que el 10 de Downing Street culpaba a Cummings de filtrar informaciones que habría obtenido hasta su despido, en noviembre, por su afán de venganza. Sus portavoces no han desmentido que fue el propio Johnson quien llamó a los directores para lanzar su contraataque, concebido como el inicio de una batalla final.
Cummings respondió el viernes negando que hubiese filtrado unos textos intercambiados por Johnson con el empresario James Dyson. Pero acusó al primer ministro de pedirle que convenciese al secretario del Gabinete, Simon Case, de cancelar la investigación sobre una filtración anterior, porque habría descubierto que el culpable es íntimo amigo de su prometida, Carrie Symonds.
El lunes se le acusaba a Johnson de haber dicho en octubre, en una reunión con científicos y asesores que le pedían un segundo confinamiento, que no habría un tercero, «así se apilen miles de cadáveres en las calles». El exabrupto, en un entorno privado, de alguien contrariado por tener que hacer lo que no le gusta, o maniobras entre viciosos cortesanos, quizás no tengan mayor importancia para el público.
Tampoco es probable que le dañe la desvelación de que intercedió en la compra fallida del Newcastle United por el príncipe saudí Mohamed Bin Salman, o de que su jefe de Gabinete, Dan Rosenfield, habría dado el visto bueno, hace diez días, al director general del Manchester United, Ed Woodward, para su proyecto de la Superliga Europea, que el Gobierno se afanó en derribar tras su anuncio.
La denuncia de Cummings con más repercusión hasta ahora es que Johnson quizás cometió delitos para pagar la decoración del piso de Downing Street donde vive con Symonds, su hijo Wilfred y su brusco perrito, Dilyn. Tienen un presupuesto anual de unos 35.000 euros para mejoras, pero la pareja habría sobrepasado los 100.000 para liberarse de la ausencia de chic que dejaron Theresa May y su marido.
Los Johnson son célebres por no gastar su dinero con alegría y del primer ministro se conoce una preocupación permanente con el vil metal. Llegó además a la jefatura de Gobierno negociando su divorcio con Maria Wheeler y acarrea gastos de su numerosa prole con diversas mujeres. El sueldo de primer ministro es mucho menor que el que cobraba del 'The Daily Telegraph' como columnista semanal.
De Downing Street han surgido las siguientes explicaciones sobre quién pagó a Lulu Lytle por sus diseños, británicos y modernos: que Johnson pidió a donantes del Partido Conservador que sufragasen su lujo, que se había creado una fundación para sostener históricamente el edificio y, finalmente, que el propio líder ha pagado el exceso.
El secretario del Gabinete, Simon Case, explicó a un comité de la Cámara de lo Comunes que se está estudiando la creación de una fundación, pero que es un asunto muy complicado. Le preguntaron si la decoración fue pagada por Johnson o si ha registrado donaciones privadas, y contestó que ha comenzado a recoger todos los detalles como parte de un análisis que se publicará dentro de unas semanas.
El primer ministro no ofrece una simple explicación, en persona o a través de sus más altos funcionarios, sino que se pertrecha ante la próxima batallada. Preguntado por la investigación de la filtración de octubre, la que obligó a adelantar un confinamiento, y sobre su posible interrupción porque el culpable sería un amigo de Symonds, Case dijo que continúa, seis meses después.
Aunque se han descartado consecuencias penales, no puede negar ni afirmar nada, no puede aclarar si hubo o no hubo injerencia de Johnson. Un grupo interno de seguridad investiga a seis o siete posibles autores. Dio su resultado provisional a Case, que se lo pasó a Johnson. Desde entonces, silencio. El secretario cree que, dado el paso del tiempo, lo probable es que ya no se descubra al culpable.
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