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Hay operaciones que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado consideran necesario llevar a cabo por intereses geoestratégicos pero que quedan fuera de la legalidad. Incluso fuera de la ética. Algunas pueden caer puntualmente en manos de fuerzas especiales, pero otras son demasiado arriesgadas ... y acaban siendo subcontratadas a mercenarios. Así el Gobierno no queda con el culo al aire si los trapos sucios salen a la luz.
Aunque el de Wagner se ha convertido en el ejército privado -eufemismo utilizado para referirse a los grupos mercenarios- más famoso por las operaciones que ha llevado a cabo en Ucrania y el rocambolesco fallecimiento en un 'accidente' de aviación de su líder -Yevgueni Prigozhin-, hay muchos más. Y no solo al servicio de dictaduras. También hay quienes hacen el trabajo sucio de potencias occidentales y de sus aliados. No en vano, en Irak cobró notoriedad Blackwater por la brutalidad con la que trabajó, al servicio de los invasores estadounidenses.
Ahora, un magnífico mini-documental de la BBC relata cómo otros mercenarios de Spear Operations Group fueron contratados por Emiratos Árabes Unidos para llevar a cabo asesinatos teóricamente selectivos en Yemen. Los periodistas descubren que, en algunas ocasiones, los objetivos son claramente antidemocráticos -gente que molesta, pero que no ha hecho nada ilegal-, y que en otros se cometen errores trágicos. Pero mientras los gobiernos demonizan sin paliativos el uso de Wagner por parte de Rusia, miran hacia otro lado en estas situaciones.
La razón es simple: nosotros somos los buenos, y ellos los malos. El fin justifica los medios, aunque la hipocresía nos impida decirlo tan claramente. Y por eso son importantes tanto el periodismo de investigación como la labor de filtradores y de quienes publican esa información, como Julian Assange.
Estos son los tres temas que abordaremos hoy.
Deshojando la margarita de las sanciones.
Biden y Trump, reflejo de la decadencia estadounidense.
Un balón de oxígeno para seguir muriendo.
Una de las preguntas que más se hacen quienes tienen interés en geopolítica es por qué hace mucho tiempo que se imponen sanciones y embargos a países como Cuba o Irán y otros como Israel pueden cometer todo tipo de atrocidades sin que Occidente mueva un dedo. Es una duda más que razonable. Corea del Norte, por ejemplo, nunca ha invadido un país y solo ha desarrollado la bomba atómica como elemento disuasorio para evitar una invasión, pero el mundo desarrollado la ha condenado al ostracismo y el hambre; Irán o Cuba ni siquiera cuentan con armas de destrucción masiva, pero luchan por no volver a las cavernas porque apenas pueden comerciar con nadie; Israel, sin embargo, es una potencia nuclear que invade Gaza, ataca legaciones diplomáticas en terceros países y lleva a cabo operaciones 'sucias' allí donde puede, pero tiene acceso al armamento más avanzado e incluso puede participar en Eurovisión; y otros aliados, como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, son férreas dictaduras misóginas y eso no impide que sean también actores relevantes de un mundo global que enriquece a sus sátrapas.
La respuesta corta a esa pregunta es sencilla: unos son de los nuestros, y los otros no. Ya ni siquiera hablamos de buenos y malos, porque algunos no hay forma de blanquearlos. La respuesta larga requiere ahondar en las razones económicas y políticas por las que algunos están en nuestro bando. Por ejemplo, Arabia Saudí. Recuerden el asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi y cómo no tuvo consecuencias, por mencionar un ejemplo del despotismo de sus jeques. Con Riad no se puede argumentar ninguna lucha por la democracia y los derechos humanos, porque representa todo lo contrario.
Todo responde a la búsqueda de un equilibrio de poder en el que la balanza nunca se escore excesivamente al bando contrario a nuestros intereses. De ahí que hayamos asumido con naturalidad que se derroquen regímenes -por ejemplo, el de Saddam Hussein- para preservar el acceso a materias primas o a recursos que nos interesen mientras otros igual de sanguinarios, o más, no reciben nuestra atención porque no nos importa el territorio en el que gobiernan, como sucede en Myanmar.
Hay una excepción a esta regla: China. El gigante asiático ha adquirido tal preponderancia en la construcción de la globalización que no es posible imponerle más castigo que aranceles a productos concretos que amenazan la competitividad de los nuestros. Lo contrario sería lanzar un peligroso bumerán. Es la gran diferencia existente en el mundo crecientemente bipolar de hoy si se compara con el de la Guerra Fría, en el que apenas había interacción entre el bloque occidental y el de la Unión Soviética. El problema es que China, que siempre afirma que no busca la hegemonía, comienza a comportarse cada vez más de forma similar a Estados Unidos, por lo que todo apunta a que la tensión geopolítica continuará creciendo.
Y en China muchos se hacen otra pregunta que resulta también muy lógica. ¿De verdad no tienen el Partido Demócrata y el Partido Republicano mejores candidatos a presidente que Joe Biden y Donald Trump? ¿En serio no hay entre 330 millones de personas alguien más alejado de la senilidad capaz de dirigir Estados Unidos? Porque si Biden es reelegido y sobrevive, acabará la legislatura con 85 años; si quien gana es Trump, lo hará con 81.
El demócrata da claras señales de necesitar la jubilación, por mucho que se esfuerce en mantenerse en pie y en recordar quién es su hijo. El republicano parece en mejor forma, pero nunca antes un candidato (y expresidente) se habia enfrentado a tantos juicios y por tantas causas diferentes: le acusan desde perpetrar una «cospiración criminal» hasta poseer documentos secretos ilegalmente. Da igual, porque no parece que los tribunales vayan a impedir que se reedite el combate de hace cuatro años.
En 2020, me tocó cubrirlo desde Estados Unidos. Y ya entonces muchos incluso dentro del país se llevaban las manos a la cabeza por la avanzada edad de ambos candidatos. Ahora, bastará con añadirles cuatro años a las pancartas con las que cada familia mostraba su apoyo a uno u otro. Desencantados, muchos preferirán no participar en el duopolio político norteamericano, convencidos de que todo da igual.
No obstante, para confirmar que no es así basta con un dato: el eje contrario a Occidente, con China, Rusia e Irán entre sus miembros más destacados, prefiere a Trump. Porque el exempresario se mueve por lógicas de negocio puro y duro. Hay quien considera que lo hace sin la hipocresía de su adversario, y puede que tenga razón, pero la retirada de Estados Unidos puede dejar sin protección a países como Ucrania o Taiwán, que necesitan de nuestro apoyo para evitar ser engullidos por Rusia y China. Por eso, allí esperan que Biden gane. Pero, ¿no sería mucho mejor que lo intentase Kamala Harris, por ejemplo? Quizá el país no esté aún preparado para eso.
La posibilidad de que Trump vuelva a tomar el timón de la -aún- primera potencia mundial explica, en parte, la premura que tanto Ucrania como Joe Biden tenían de lograr que el Congreso aprobase el paquete de 61.000 millones de dólares en ayuda militar y económica para combatir a Rusia. La independencia de Ucrania pende de un hilo que se puede romper en cuanto acaben de llegar las armas occidentales.
No obstante, cada vez hay más gente, incluso en Ucrania, que ve en esta ayuda un balón de oxígeno para continuar luchando sin que haya posibilidad de vencer y que demanda una salida negociada a la invasión. Claro que eso supone ceder territorio a Rusia. Pero, ¿tiene sentido continuar desangrando a toda una generación para acabar en el mismo punto años después? Si Occidente no va a proporcionar medios suficientemente contundentes como para vencer, ¿merece la pena continuar destrozando el país para acabar capitulando? Sin duda, son preguntas que no solo Volodímir Zelensky debe responder.
Y lo más curioso en esta situación, si acaso, es que junto al paquete de ayudas a Ucrania se haya aprobado otro de 26.000 millones de dólares para fortalecer el ejército israelí. Es la mejor muestra de que la ayuda no se envía en función de quién es víctima o verdugo, sino de si su recipiente responde a nuestros intereses o no.
Es todo por hoy. Espero haberte explicado bien algo de lo que está ocurriendo ahí fuera. Si estás apuntado, recibirás esta newsletter todos los miércoles en tu correo electrónico. Y, si te gusta, será de mucha ayuda que la compartas y la recomiendes a tus amigos.
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