Represión policial en las calles de Moscú para contener las protestas por la invasión de Ucrania. AFP

Intimidación y mentiras para contener el descontento con la guerra

Con la invasión de Ucrania el aparato represivo y el control social han ido mucho más lejos todavía. La presión que sufre el ciudadano de a pie es enorme a través de los medios de comunicación oficiales rusos

rafael m. mañueco

Corresponsal. Moscú

Domingo, 6 de marzo 2022, 00:27

Los esfuerzos del Kremlin para evitar que la situación interna se le vaya de las manos, en el caso actual por iniciar una guerra contra un «pueblo hermano», no tiene precedentes ni siquiera cuando Alexéi Navalni sacó a la calle centenares de miles de personas ... en 2011 contra el anuncio de Vladímir Putin de que iría a la reelección.

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Pero esta vez llueve sobre mojado tras dos años en los que la persecución contra el disidente se intensificó como nunca antes. En agosto de 2020, Navalni fue envenenado y, el año pasado, detenido tras regresar de curarse en Alemania. Luego enviado a prisión. Y es que las medidas se han endurecido en los últimos meses contra la oposición y contra la prensa crítica al Kremlin.

Con la invasión de Ucrania el aparato represivo y el control social han ido mucho más lejos todavía. La presión que sufre el ciudadano de a pie es enorme a través de los medios de comunicación oficiales, que lanzan consignas, mentiras e intimidan, a veces sutilmente, a veces de la manera más burda. La propaganda a favor de la intervención militar en Ucrania para justificar lo injustificable es apabullante.

Tratar de averiguar en la calle lo que la gente piensa de la invasión de Ucrania es una misión casi imposible. «¿Usted quién es, para qué me pregunta eso?», le dice a este corresponsal una mujer de unos 50 años al salir de un supermercado cercano a la estación de ferrocarril moscovita de Kazán. Después, sin dar tiempo a aclarar la razón de la pregunta, se da la vuelta y se va acelerando el paso sin decir nada más.

Más adelante, un chaval joven de unos 20 años contesta a la misma pregunta diciendo: «¡yo qué sé! Y luego me deja también plantado. Un señor bien vestido de unos 60 años me asegura, tras verificar que soy periodista, que «¡yo estoy con Putin. Hacía tiempo que la situación exigía medidas así con esta pandilla de nazis y terroristas que son Zelenski y sus secuaces!». Al pedir que explicara qué amenaza de seguridad supone Ucrania para Rusia señala que «pues ya lo ha visto usted. Desataron hace ocho años una guerra contra la población rusófona de Ucrania y no dejaron desde entonces de atacar Donbass».

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En círculos más próximos, con personas de mayor confianza, el posicionamiento suele ser de prudencia. Por lo general, son pocos los que se atreven de forma abierta a pronunciarse en contra de Putin o de la guerra, incluso en privado. Pero admiten estar «preocupados» por la actual situación y lamentan que estén muriendo civiles y soldados de los dos bandos. Temen también las consecuencias para sus bolsillos que pueda tener el aluvión de sanciones adoptadas contra Rusia por Occidente.

Denís Volkov, director del centro sociológico Levada, calcula en «algo más de la mitad» de los rusos «la mayoría belicista, la mayoría que apoya a Putin». A su juicio, tan alto porcentaje se debe a la «propaganda militar sin precedentes» previa al comienzo de la guerra. Los principales medios informativos favorables al Kremlin siguen bombardeando a la audiencia de forma abrumadora criminalizando a los dirigentes ucranianos, a los que llevan años tachando de «nazis» y justificando la necesidad de emplear la fuerza para acabar con ellos.

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EE UU y la OTAN, culpables

Un sondeo realizado inmediatamente después del comienzo de la invasión, indicaba que el 60% de los rusos cree que las acciones militares de Rusia fueron provocadas por Estados Unidos y los países de la OTAN, el 14% culpa a Ucrania por ello, y solo el 3% de los encuestados dijo que Rusia tiene la culpa de lo que está sucediendo. Según el sociólogo ruso, un factor que juega a favor de las autoridades del Kremlin es el hecho de que la población no siente todavía el impacto de las sanciones.

Pero, a juicio del politólogo Iliá Grashenkov, la actitud de los rusos hacia la guerra «irá cambiando a medida que se vaya prolongando, empiecen a llegar féretros de soldados, se descubra que las tropas rusas no las están recibiendo en Ucrania como héroes libertadores, como aseguran los medios de comunicación oficiales, sino al contrario con una resistencia feroz. También cuando cunda el miedo a que estalle una guerra nuclear».

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Es cierto que, de momento, los que están en contra de la guerra son minoría, pero cualificada, ya que engloba a una parte significativa de la élite. Cartas abiertas pidiendo a Putin que pare los ataques contra Ucrania han sido publicadas por distintos colectivos: del mundo de la ciencia, periodistas y gente famosa en general. Uno de esos manifiestos, el firmado por numerosos científicos, subraya que «no hay justificación razonable para esta guerra (…) está claro que Ucrania no representa una amenaza para la seguridad de nuestro país. La guerra contra ella es injusta e insensata».

Varios periodistas han abandonado sus trabajos el canal Russia Today (RT), el medio de propaganda de Putin más poderoso, con emisiones en varios idiomas, español entre ellos. Su redactora-jefe, María Barónova, dejó esta semana la cadena pública asegurando que «nuestros abuelos no lucharon por esto, se está traicionando todo, se está pisoteando todo. Hace una semana escribí sobre la propaganda de la OTAN, hablé sobre la rusofobia, pero resultó que tenían toda la razón y yo no».

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Según sus palabras, «si he elegido estar con Rusia, no significa que deba caminar hacia el totalitarismo, callar o alegrarme, por ejemplo, de que el régimen que no quiero para mi país se exporte a otro lugar». Según Barónova, «este régimen finalmente convertirá nuestra vida en un infierno sin fin. Qué estoy diciendo, ya la ha convertido».

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Galería. Soldados ucranianos ayudan a la población a cruzar un puente destruido tras los bombardeos en la ciudad de Irpin. Agencias

Solamente tres diputados, de los 450 que tiene la Duma (Cámara Baja del Parlamento ruso), han criticado la intervención armada en Ucrania. Los tres son comunistas. El último en hacerlo ha sido Viacheslav Marjáyev. Escribió en Facebook que «lamentablemente, el reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, cuyo objetivo era protegerlas de los ataques de las tropas ucranianas, tenía un plan oculto, que ha resultado ser precisamente la guerra y a gran escala». Marjáyev dice condenar «cualquier movimiento nacionalista radical, no acepto el genocidio, la devastación y la anarquía. Pero de la misma manera, odio la guerra y la solución militar de los problemas. Antes que él, se pronunciaron contra el uso de la fuerza en Ucrania los legisladores Mijáil Matvéyev y Oleg Smolin.

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La senadora rusa, Liudmila Narúsova, deploró esta semana que «están presionando a soldados de reemplazo a profesionalizarse mediante la firma de un contrato que les obliga a combatir en Ucrania». Narúsova dijo que carecen de experiencia militar suficiente y puso el ejemplo de una unidad de 100 efectivos que, tras ser atacados por las fuerzas ucranianas, sobrevivieron solamente cuatro.

También hay mucho malestar entre los empresarios. Pese a que Putin se reunió con ellos para tratar de tranquilizarlos el mismo día del comienzo de la «operación especial» contra Ucrania, el pasado 24 de febrero, seis poderosos oligarcas se han pronunciado por el cese inmediato de las hostilidades: Leonid Mijelson (Novatek), Oleg Deripaska (Rusal), Vaguit Alekpérov (Lukoil), Mijaíl Fridman (Alfa Group), Piotr Aven (Alfa Bank), Alexéi Mordashov (Severstal) y Oleg Tinkov (Tinkoff Bank). Los directores de las compañías aéreas rusas Aeroflot, la más grande de Rusia y una de las principales a nivel mundial, y Pobeda, Mijaíl Poluboyárinov y Andréi Kalmikov, han dimitido de sus cargos y abandonado Rusia.

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Sin embargo, el último sondeo de la «Fundación de la Opinión Pública», cuyas encuestas suelen ser siempre favorables a Putin, asegura que su popularidad ha pasado en los últimos días del 60% al 71% de apoyo.

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