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La Policía detiene a Trump en Nueva York.
¿O realmente lo hace la Inteligencia Artificial (IA)?
¿Pretende Joe Biden eliminar a su principal rival político mediante su arresto por un asunto baladí? ¿Quieren encerrar a Trump en un lugar remoto y oscuro como ... Guantánamo hasta que todo el mundo se olvide de su existencia? ¿Está George Soros detrás de la investigación del fiscal Alvin Bragg que puede sentarle en el banquillo? Todas esas preguntas y bastantes más circulan hoy por las redes tras proclamar el expresidente republicano su propia detención hace unos días por el pago de dinero a una actriz porno con la que mantuvo un 'affaire' a cambio de no revelar detalles.
Lo de menos es si hubo alguna irregularidad contable en aquel pacto (comprar el silencio, no está castigado por la ley, sino si la transacción se hizo fiscalmente bien) o que el hombre llamado a dirigir Estados Unidos actúase con la ética supuesta. Lo fundamental es que existe una conspiración contra Donald Trump por decir las verdades del barquero orquestada por multimillonarios, demócratas pederastas y líderes políticos que quieren acabar con la «mayoría blanca». Alabado sea Trump, que este fin de semana ha decidido manifestarse en Waco (Texas) con motivo del treinta aniversario del enfrentamiento entre el FBI y el Ejército estadounidense con los miembros de la Rama Davidiana, una pequeña secta cristiana encabezada por el autoproclamado profeta David Koresh y provista de armas suficientes como para equipar al «Ejército de Dios», como él mismo denominaba a sus fieles. Atrincherada en una granja, la confrontación duró 51 días y acabó con 76 muertos, entre ellos una veintena de niños y cuatro agentes federales.
El líder republicano parece haber calculado sus pasos en la última semana para agitar un submundo que parecía mínimanente remansado y surgir de nuevo como la víctima del 'Estado profundo', ese donde los demócratas se comen a los niños (teoría conspiranoica literal) y que provocó el mes pasado el terrible accidente de un tren con residuos tóxicos en Ohio con el ánimo de matar a todos los habitantes blancos y de derechas de una pequeña comunidad rural (teoría igualmente literal). El anuncio de su arresto por el caso de la actriz Stormy Daniels ha electrizado los foros trumpistas como no se había visto desde que el líder republicano calificó su derrota electoral en noviembre de 2020 como un fraude o las investigaciones del Congreso le relacionaron con el asalto al Capitolio en enero de 2021.
La primera consecuencia han sido las amenazas de muerte al fiscal Alvin Bragg, encargado de la posible acusación. Numerosos medios han censurado también el anunciado mitin de Trump en Waco, metáfora recurrente de la extrema derecha contra el control del Gobierno. Pero, sin embargo, el magnate cuenta también con sólidos apoyos, afianzados en ese 56% de «patriotas» que proclaman su deseo de que regrese a la Casa Blanca,
Tucker Carlson, comentarista político de Fox News e iconó conservador, le ha defendido porque «pagar a la gente para que no hable de las cosas es común en la América moderna». Y el senador por Carolina del Sur Lindsey Graham, que en 2016 compitió con él en las primarias republicanas, ha ido más lejos todavía y entrado de lleno en las hipótesis oscuras de la conjura al señalar que el fiscal Bragg cuenta con el «respaldo» del multimillonario George Soros, quien en 2021 habría apoyado su carrera a la Fiscalía de Nueva York.
¿Qué más puede hacer feliz a los fanáticos que esta conexión? Al multimillonario estadounidense de origen húngaro también se le vinculó en su momento con la epidemia del coronavirus. Varias publicaciones conspiranoicas aseguraron que tanto Soros como Bill Gates estaban al mando de un plan destinado a «controlar el mundo» a través de la inoculación de las vacunas anti-covid. Todavía no hay síntomas de que el aparente chip insertado así en la población haya convertido el planeta en un episodio de 'The Last of Us'.
Incluso los tribunales de Perú asumieron la teoría de que el virus fue creado por ambos multimillonarios y la familia Rockefeller. Según algunos investigadores, tiene sentido que tales hipótesis enraizasen de esa manera puesto que QAnon y sus organizaciones afines, que también tienen derivadas en Europa y, lógicamente, España, han creado una red sólida internacional. La epidemia dio un impulso notable a estos grupúsculos en el Reino Unido (que ha declarado como terroristas por ejemplo a Sonnenkrieg Division y System Resistance Network), Dinamarca o Alemania, donde los conspiranoicos plantean que el berlinés Museo de Pérgamo, dotado de un amplio patrimonio de las civilizaciones clásicas, esconde «el trono de Satán».
Aunque las conjuras no son solo cosa de Gates o Soros. Un 25% de los estadounidenses ha estado persuadido de que la pandemia fue un ejemplo del poder del «nuevo orden mundial» o un plan de la ONU para «despoblar el planeta», una historia más del gusto de La Base o Atomwaffen, organizaciones enemigas de las minorías, los neonazis y los aceleracionistas, la rama que apuesta por 'acelerar' el colapso para construir una sociedad exclusivamente dirigida por blancos.
QAnon es un movimiento de amplio espectro ligado a la extrema derecha y el supremacismo iniciado en 2017. Considera a Trump como el «salvador» de Estados Unidos frente a la «secta satánica» compuesta fundamentalmente por los demócratas (caníbales, pederastas y dictadores) y ha calado con fuerza entre los conservadores americanos además de otros sectores más radicales o lunáticos. Existe, por lo tanto, un cierto temor en Washington y el FBI de que esta organización vuelva a venirse arriba, como hizo en los días previos al ataque al Capitolio, si el magnate resulta detenido.
De momento, el arresto de Trump es solo ficticio. Unas imágenes de la detención realizadas por el fundador del medio de investigación Bellingcat, Eliot Higgins, con la ayuda de la inteligencia artificial han inundado las redes y los foros y conseguido engañar a más de un internauta. Realizadas sin ánimo alguno de polemizar, han sido vistas más de cinco millones de veces y despertado el debate sobre la capacidad de distorsionar la realidad que ofrece la tecnología digital.
Las imágenes parecen auténticas, pero solo con un realismo limitado. En unas aparece el líder republicano corriendo delante de la Policía en un aparente intento de fuga, en otras con el mono naranja de presidiario y hasta a su mujer, Melania, se la ve deshecha en llanto rodeada de agentes. Una mirada minuciosa descubre detalles que chirrían, como lo que parece ser una condición de la Policía de Nueva York de contratar a gente a la que le falte un dedo o la disfunción biológica del expresidente, que tiene seis en una mano. De ahí a que surja en una esquina el lagarto de 'V'va poco. También su sprint ante las fuerzas del orden se ve un tanto forzado, más parecido a un correcaminos sexual que a un hombre en la setentena huyendo de fornidos agentes. Son los defectos de la realidad sintética. Pero para descubrirlo hace falta eso: una mirada minuciosa y cabal. A lo que se podría añadir: el conocimiento veraz de las noticias que únicamente proporcionan los medios profesionales.
¿Hace falta una legislación 'ad hoc' para este tipo de utilización de la inteligencia artificial, so pena de caer en un mundo donde nadie sepa qué es verdad o mentira de aquello que ve? ¿Puede Trump gobernar la Casa Blanca en el metaverso? El senador demócrata Mark R. Warner, presidente del Comité de Inteligencia del Senado, está convencido de que sí. «Estamos en un punto en el que estas herramientas están ampliamente disponibles y son increíblemente capaces», dice este político, que ha advertido desde hace años de cómo este tipo de tecnología «puede difundir desinformación y sembrar confusión y discordia». Como Warner, otros legisladores temen las consecuencias de que los grupos conspiranoicos tengan la oportunidad de crear realidades alternativas que, «si son susceptibles de engañar a cualquiera, se vuelven armas de destrucción en el caso de fanáticos y radicales».
Pese al poder de las plataformas de neutralizar o eliminar este tipo de imágenes, en el caso de la 'detención' de Trump al menos una ha quedado en la cuenta de Facebook de un exsoldado con la frase: «En un giro de los acontecimientos sin precedentes, el expresidente Donald Trump fue arrestado y escoltado a una prisión federal». Y existen otras 'perlas' notables, como el vídeo ficticio donde se muestra a Biden ordenando el reclutamiento de estadounidenses para la guerra en Ucrania o los mensajes dispares de QAnon que tan pronto asegura que la invasión es un montaje como la defiende porque la 'auténtica' finalidad de Rusia es destruir los laboratorios biológicos de EE UU y la OTAN en la exrepública.
«Eso ofrece una idea de cómo funcionan estos movimientos: todo gira en difundir falsedades, agitar y crear una sensación de permanente sospecha de que la realidad siempre oculta un motivo oscuro y secreto. Eso incentiva la inestabilidad», comentan los expertos, que ponen como ejemplo de nuevo el descarrilamento de Ohio supuestamente coordinado por el Gobierno de Biden para derramar líquidos tóxicos« que afectarían solo a la población blanca». Un «absurdo», sí, pero capaz de encolerizar a un sector de población »sin que ni siquiera sea fanática».
Quizá la más osada de las construcciones ficticias ocurrió el 16 de enero de 2019, cuando grupos de repartidores simulados distribuyeron en Washington numerosos ejemplares falsos del periódico de cabecera de la capital, 'The Washington Post', donde se denunciaba que Trump, entonces presidente, había abandonado la Casa Blanca dejando simplemente una nota escrita en una servilleta informando «que se iba». De ahí a las imágenes que le retratan detenido es posible obtener una conclusión: el presidente es el preferido de todos los conspiranoicos.
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