El exgurú Cummings afirma que la falta de transparencia agrava la pandemia

Esa conclusión puede ser la de mayor provecho universal en su largo testimonio ante un comité de diputados de la Cámara de los Comunes, que le han interrogado durante más de siete horas sobre su papel en el corazón del Gobierno de Johnson. Cummings expresó su lamento porque sus fallos y los de las instituciones hayan desembocado en «decenas de miles de muertes evitables».

El primer ministro acusó recientemente a su exasesor de ser la fuente confidencial de artículos que desvelaron sus problemas con el pago de las obras que encargó en su residencia oficial y otros episodios turbulentos. Cummings afirmó esta vez en público que Johnson «no es apto para su trabajo» y describió así su jornada: «Se levanta, lee los periódicos, pregunta qué están haciendo ellos y comienza a deambular».

Varios medios publicaron el fin de semana que el primer ministro dedicó buena parte de los primeros meses del año a avanzar en la escritura de una biografía de William Shakespeare, algo que solo los íntimos podrían conocer. Pero Cummings, extremadamente crítico del papel que desempeña en Downing Street su prometida, Carrie Symonds, prefirió no echar leña al fuego con más ataques personales al primer ministro.

Del periodismo se mofa por aceptar como verdadera la afirmación del Gobierno, especialmente de su ministro de Sanidad, Matt Hancock, de que nunca contempló una estrategia de mitigación del impacto del virus que condujese a una inmunidad natural de grupo. Cummings se asombra, porque esa intención fue públicamente argumentada por asesores científicos del Gobierno hasta mediados de marzo.

El exgurú de Johnson reconoce que tardó en reaccionar en enero y que, cuando comenzó a dedicar la mayor parte de sus horas a la epidemia, en la segunda mitad de febrero, se dejó llevar por el consenso de los responsables de la Sanidad Pública sobre la imposibilidad de suprimir la expansión del virus y del riesgo de que los confinamiento favorecerían un segundo pico de infección más agudo.

Su conversión a una estrategia de confinamientos duros y rápidos, y de restringir también movimientos fronterizos, cambió su relación con el primer ministro. Johnson resintió hasta su marcha que su gurú le hubiese convencido de implementar confinamientos. «Repetía que debió hacer lo mismo que el alcalde de la película 'Tiburón', que debió mantener abierta la playa», explica Cummings.

Su experiencia le confirma que el obstáculo esencial para la buena gobernación es la mediocridad premiada en los partidos políticos y en la burocracia funcionarial, que ahogan o expulsan a quienes más valen. El plan de contingencia para pandemias era solo papel. El diseñado para aislar a las poblaciones vulnerables era muy bueno, según le dijeron, pero en realidad no existía. Desembocó en el envío de enfermos de Covid-19 en hospitales a residencias de mayores sin hacerles test.

¿Cómo ocurrió tal cosa?, le preguntaron. «Porque el ministro de Sanidad, Matt Hancock, mintió», respondió Cummings. Le acusó de mentir a Johnson y a sus asistentes varias veces. Las comparecencias del ministro ya no serán iguales tras la demolición de su carácter. El de Johnson se confirma. El retrato del gurú es de trazo vivaz. «Algo va muy mal en un sistema político que ofrece a la población la opción de elegir entre Boris Johnson y Jeremy Corbyn», sentenció.