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Un manifestante porta una pancarta de apoyo a Giséle Pelicot REUTERS
La violencia sexual salpica a las clases altas en Francia

La violencia sexual salpica a las clases altas en Francia

La Justicia se enfrenta a varios casos de abusos múltiples que contradicen el tópico del agresor como un individuo marginal

Enric Bonet

París

Domingo, 13 de octubre 2024, 00:35

Durante el día, dibujaba escenas para algunas de las películas de animación más conocidas de las últimas décadas. Durante la noche, instigaba y miraba violaciones pedófilas que se producían al otro lado del planeta. El diario francés Le Figaro reveló esta semana el caso de Bolhem B., de 59 años, un extrabajador de Pixar y Disney acusado de haber instigado y mirado a través de su pantalla cerca de 1.000 violaciones a menores de edad en Filipinas. La excolonia española en el Sudeste Asiático es uno de los países más afectados por la emergente lacra de las violaciones en 'streaming'. Y el ejemplo de este grafista francés lo ilustra hasta unos niveles insospechados.

Tras haber trabajado en películas como Up, Ratatouille o Los Increíbles, Bolhem fue arrestado en 2021. Lo detuvieron dos años después de que Interpol avisara a las fuerzas de seguridad galas de unas transferencias sospechosas desde Francia hacia Filipinas. Cuando inspeccionaron su ordenador, descubrieron una actividad recurrente en el portal 'Asianmodel'. A partir de esa página porno iniciaba conversaciones de video a través de Skype u otros programas con filipinos que le proponían ver escenas de sexo con menores. El grafista contribuía en ellas, proponiéndoles los gestos, a menudo degradantes, que debían realizar. Esos abusos implicaron a niñas de entre 3 y 15 años.

«Intenté aprovecharme de la debilidad de esos adultos para ver exhibiciones asquerosas con menores. Tendría que pasar el resto de mi vida en la cárcel, porque es horrible aprovecharse de la debilidad de la gente para que traten mal a los niños», dijo a los jueces instructores Bolhem, cuyo trabajo gozaba de un notable reconocimiento en el sector de la animación. Cuando lo interrogaron, se presentó como «un verdadero pedófilo». Reconoció haber instigado violaciones con un palo o el culo de una botella de cerveza, así como agresiones en que a una niña la amordazaban con cinta adhesiva. «Delicioso» o «vaya cerdos», eran los comentarios jocosos que hacía mientras lo contemplaba.

Cirujano bretón

Este padre de dos hijos ya había sido condenado en abril de 2014 a dos años de prisión condicional por haber abusado de la hija, de 8 años, de su pareja de entonces. Esa pena no le impidió seguir trabajando con algunas de las empresas más prestigiosas del séptimo arte. El Tribunal de París lo juzgará de nuevo el 29 y 30 de octubre.

Ese juicio será el segundo este otoño en Francia de un affaire impactante de violencia sexual. El pasado 2 de septiembre, empezaron a juzgar en el Tribunal de Aviñón a Dominique Pelicot, de 71 años, y a los 50 desconocidos que reclutó para que violaran a su mujer, Gisèle, convertida desde entonces en un símbolo feminista que sobrepasa el territorio galo. Pocos meses después de que se termine en diciembre el proceso del caso Pelicot en esa localidad meridional, en la otra punta de Francia (en Bretaña) arrancarán en 2025 las audiencias de otro episodio XXL de violencia machista. El del cirujano Joël Le Scouarnec, de 73 años, acusado de haber abusado de más de 340 niñas y adolescentes entre 1986 y 2014.

«Es un caso muy poco habitual, presentado como inédito por el número tan elevado de víctimas y por las condiciones que permitieron revelarlo», dijo el fiscal Stéphane Kellenberger cuando imputaron a este médico. Lo juzgarán durante más de tres meses por los delitos de violación y abusos sexuales agravados. Podrían condenarlo a la pena máxima por este tipo de crímenes de 20 años de prisión.

Víctimas anestesiadas

Le Scouarnec ya había sido condenado una primera vez hace cuatro años por haber violado y agredido a dos sobrinas, una paciente, de 4 años, y a una vecina, de 6. Fue esta última la que logró explicar lo que había sufrido y a partir de eso descubrieron unos comportamientos que se remontaban a varias décadas en el pasado. De hecho, los investigadores hallaron los diarios personales en que el cirujano hacía listas con los nombres de sus víctimas, además de deleitarse con los detalles de sus agresiones. Muchas de ellas tuvieron lugar en su consulta, donde se aprovechaba de su estatus profesional y que a menudo las víctimas estaban anestesiadas.

Retrato de Pelicto durante el juicio. AFP

Pese a las diferencias evidentes, los casos de Pelicot, Bolhem y Le Scouarnec tienen algunos puntos en común. Tanto el grafista como el cirujano y el jubilado de Mazan eran hombres bien posicionados en la sociedad. Mientras que a Pelicot lo adoraban sus nietos y nadie sospechaba de él —a pesar de sus varios precedentes de violencia machista—, la actual esposa de Bolhem habló de él como «una buena persona». «Era un padre amigo que siempre me hacía regalos y quería llevarme a parques de atracciones», dijo uno de los hijos sobre el diseñador de la prestigiosa productora de dibujos animados norteamericana.

Los tres formaban parte de las clases medias, incluso altas en el caso del grafista y el cirujano. El hecho de que Gisèle Pelicot ejemplifique la imagen prototípica de la mujer de clase media —independiente a nivel económico, pero con una vida familiar aparentemente estable— contribuyó a que millones de francesas se identificaran con lo que sufrió. Curiosamente, la clase política en Francia ha mencionado más bien poco este juicio de gran repercusión mediática. Los representantes, sobre todo los de la ultraderecha, se interesaron mucho más por otro episodio conmovedor de violencia machista: la violación y el asesinato en París de la joven Philippine, de 19 años, por parte del marroquí Taha O., sobre el que pesaba una orden de expulsión del país dictada por las autoridades del hexágono.

No obstante, el caso de las violaciones a Gisèle Pelicot «evidencia el hecho de que la violencia machista y sexual es responsabilidad de hombres cualesquiera», aseguró la ensayista feminista Rose Lamy en una entrevista en la emisora de radio France Info. Según esta intelctual, autora del libro 'En bons pères de famille' (Como buenos padres de familia), el tópico de que los violadores suelen ser hombres marginales o extranjeros «ha permitido a los buenos padres de familia que no miren de frente la verdad: la violencia machista existe en todas las clases sociales y en todos los ámbitos».

Un nuevo protocolo para las mujeres que dudan si denunciar

Las víctimas de violencia sexual en París que no quieran denunciarlo de manera inmediata podrán conservar las pruebas de la agresión sufrida. La fiscalía, la prefectura de la policía y el órgano de los hospitales en la capital francesa anunciaron el jueves la creación de un dispositivo especial en este sentido. Permitirá a las víctimas que les hagan un examen médico y así dispongan de «elementos materiales» durante tres años, aunque no estén seguras de denunciar. Las autoridades parisinas quieren evitar con este dispositivo que los juicios por abusos o violaciones se conviertan en una versión contra la otra. De esta manera, la supuesta víctima dispondrá de pruebas materiales, a pesar de que denuncie varios meses después del momento en que ocurrieron los hechos. Según sus impulsores, este mecanismo no solo tiene el mérito de ofrecer un tiempo de reflexión, sino también de evitar que se archiven muchas denuncias. Además de los cuidados médicos, las mujeres agredidas recibirán apoyo psicológico. Y si al final denuncian, les harán nuevas pruebas en el hospital.

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