La UE y su difícil 'hermanamiento' con Latinoamérica

Los 33 Estados que conforman la CELAC han adoptado posturas muy dispares en torno a la invasión rusa de Ucrania. La mayoría ha preferido mantener una posición neutral: se muestran favorables a la paz, pero no aplican las sanciones contra Rusia ni apoyan el envío de armas a Kiev. Entre ellos están Brasil, México, Argentina y Colombia. El Kremlin también tiene aliados en la región como Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua y Venezuela, a los que envía ayuda humanitaria, técnica y militar a cambio de su apoyo.

En la cumbre UE-CELAC, celebrada esta semana en Bruselas, los gobernantes latinoamericanos y del Caribe evitaron una condena explícita a la guerra en Ucrania y cualquier mención a Moscú. En una medida declaración, se limitaron a defender la importancia de los esfuerzos diplomáticos para lograr la paz y lamentaron el «inmenso sufrimiento» que está causando el conflicto en todo el mundo.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el dirigente boliviano, Luis Arce, pidieron a la UE y a Estados Unidos que pongan fin a la «carrera armamentística» –en referencia a la ayuda militar prestada a Kiev–. Además, Cuba, Nicaragua y Venezuela mostraron desde el principio sus reservas al lenguaje del documento, que salió adelante sin el apoyo del Gobierno de Daniel Ortega.

En los últimos veinte años, el gigante asiático ha estrechado sus relaciones diplomáticas con los países de la CELAC, especialmente a través del foro que tienen en común desde 2016 y con su participación en la mesa de Cooperación Económica entre Asia y el Pacífico. El presidente Xi Jinping ha visitado la región once veces desde que ocupó el cargo.

Y el poder chino no es solo político. Entre 2020 y 2022, Pekín ha concedido billones de euros en préstamos al desarrollo a empresas públicas y gobiernos latinoamericanos. Según los datos de la Universidad de Boston, los Estados que más dinero han recibido del gigante asiático han sido Venezuela (con cerca de 54.000 millones de euros), Brasil (28.000), Ecuador (16.500) y Argentina (15.300).

América Latina también ha elevado su intercambio comercial con China en los últimos años, llegando hasta los 289.000 millones de euros en 2020. El país asiático cuenta, además, con acuerdos de libre comercio con Perú, Costa Rica y Chile; mientras que los acuerdos con Uruguay y Ecuador están en proceso de negociaciones.

La UE tiene importantes intereses comerciales en Latinoamérica y el Caribe. Y a raíz de la guerra en Ucrania, los esfuerzos por concluir sus acuerdos de libre comercio con la región han aumentado. Para la economía europea resulta fundamental renovar los tratados con Chile y México; y desbloquear el pacto con Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela).

Tras alcanzar un principio de acuerdo con Chile en diciembre, las dos partes deben acelerar los procedimientos para que entre en vigor en 2024. En el caso de México, la propuesta legal continúa pendiente del visto bueno final del Ejecutivo de Obrador, por lo que no está claro si concluirá a tiempo para la actual legislatura del Parlamento Europeo.

El desbloqueo del acuerdo con Mercosur se antoja más complicado. Por ahora, las dos propuestas están muy alejadas entre sí y los contactos deberán acelerarse para encontrar un terreno común. La presencia de Lula da Silva al frente de Brasil da esperanzas a la UE, ya que el presidente considera «prioritaria» esta asociación. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, confía en lograr un acuerdo para final de año, pero antes deberá sortear las pegas de Francia, que pide que todos los productos latinoamericanos se sometan a los mismos estándares medioambientales que los europeos. El líder brasileño, por su parte, ha asegurado que estas exigencias esconden «intereses proteccionistas».

A pesar de los grandes desembolsos de China, la UE sigue siendo el principal inversor en los países de la CELAC, con una inversión total de 693 billones de euros. A esa cantidad deberán sumarse otros 45.000 millones que ha comprometido Bruselas para impulsar el desarrollo sostenible, poniendo especial énfasis en la preservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.

Dentro de esta estrategia se enmarcan la conexión entre la UE y Latinoamérica con un cable de fibra óptica de 6.000 kilómetros y el desarrollo de una industria basada en la cadena de valor de los minerales. Los gobiernos latinos quieren tener un mayor poder de decisión sobre las inversiones europeas y desmarcarse de su imagen «meramente extractivista», impulsando este sector. Europatambién tiene interés en este desarrollo, ya que China acapara gran parte de mercados como el de los semiconductores.