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íñigo gurruchaga
Corresponsal. Londres
Martes, 6 de septiembre 2022, 00:29
«Eso es todo, amigos». Boris Johnson se ha despedido este martes de los británicos al abandonar el número 10 de Downing Street, sede del primer ministro. Rodeado de algunos diputados y ministros que se mantuvieron fieles a él hasta el final y ... de su mujer, Carrie, ha pronunciado un discurso en el que ha prometido que apoyará «fervientemente» a su sucesora, Liz Truss.
Posteriormente ha partido hacia Balmoral, en Escocia, donde ha comunicado oficialmente su renuncia a la reina. También allí será donde Truss reciba el encargo de Isabel II de formar nuevo Gobierno. Está previsto que anuncie este mismo martes su nuevo Gabinete. El traspaso de poder suele hacerse en el Palacio de Buckingham, en Londres, a menos de 10 minutos en coche de Downing Street. Pero este año, debido a los problemas de movilidad de la monarca, de 96 años, tanto Johnson como su sucesora deberán viajar más de 800 km al norte.
Lejos de cualquier autocrítica, Johnson ha reivindicado los logros de su mandato, marcado por escándalos como el del 'Partygate'. Por ejemplo, ha resaltado que en 2019 los conservadores obtuvieron la mayor victoria electoral desde 1987 con la promesa de culminar un Brexit que parecía imposible; «la más rápida distribución en Europa de vacunas» contra el coronavirus; o su papel en la guerra de Ucrania y su pionero y férreo apoyo a Volodímir Zelenski. Esta última es, entre las tres, la que suscita mayor consenso, como logro positivo y como mérito personal de Johnson.
«Soy como uno de esos cohetes impulsores que ha cumplido su función y ahora volveré a entrar suavemente en la atmósfera y me sumergiré invisiblemente en algún rincón remoto y oscuro del Pacífico», ha cerrado su discurso, fiel a su estilo, el 'premier' saliente.
El pasado viernes, su oficina publicó la opinión de dos abogados a los que el Gobierno consultó sobre la investigación por un comité parlamentario de la conducta de Boris Johnson en la extraordinaria saga de las fiestas y reuniones que se organizaron en Downing Street, incumpliendo en muchos casos las reglas de confinamiento.
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El Comité de Privilegios de la Cámara de los Comunes interrogará a testigos, en público y a puerta cerrada, para entender si Johnson mintió al Parlamento. Si el comité llega a la conclusión de que engañó a los diputados, podría someterse al pleno de la Cámara una moción que declare que el electo por Uxbridge y Ruislip Sur (en el oeste de Londres) ha despreciado al Parlamento.
No hay un castigo establecido para tal falta. Los reglamentos, basados en la suposición de que todos los diputados y ministros son 'gentlemen', asumen que la condena moral de sus colegas llevaría a la dimisión del culpable. Johnson ha contratado, a costa del contribuyente, a buenos abogados que argumentan que el comité debe mostrar que el investigado tuvo «intención de mentir».
Este embrollo sobre embustes mantendrá viva la estela de Johnson en las primeras semanas del mandato de Liz Truss. El afán del cesante de pulir su reputación en su penúltimo acto fortalece la especulación de que, como sus admirados Winston Churchill y Benjamin Disraeli, quiere volver a Downing Street para ser de nuevo líder del país.
Los medios británicos aseguran que, por el momento, se dedicará a ganar dinero en el circuito de conferencias y discursos, a escribir libros y quizás columnas en el 'Daily Telegraph'. Con esas mismas tareas y cuando era menos famoso, ya ganaba más dinero que de primer ministro.
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