Miguel Pérez
Domingo, 1 de diciembre 2024, 14:06
António Costa, nuevo presidente del Consejo Europeo, y Kaja Kallas, que sustituye a Josep Borrell al frente de la diplomacia de la UE, han estrenado este domingo el novísimo organigrama de la Unión Europea con un viaje símbolico a Ucrania. Los dos dirigentes han llegado en tren a Kiev con el fin de mostrar su firme apoyo a Volodímir Zelenski en uno de los momentos más delicados de la guerra. La exrepública soviética se debate entre la debilidad de su ejército, la presión de Rusia en busca de una negociación ventajosa y rápida aprovechando el agotamiento generado por la larga confrontación a nivel internacional y la incertidumbre respecto al papel estadounidense cuando Donald Trump llegue a la Casa Blanca el próximo enero.
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Costa y Kallas han arribado a la capital ucraniana solo unas pocas horas después de que a medianoche tomaran posesión formal de sus cargos en el nuevo equipo comunitario que arranca este 1 de diciembre. El ex primer ministro de Portugal y la ex jefa del Gobierno estonio forman la cúpula de la UE para los próximos cinco años junto con Ursula von der Leyen, que renueva su liderzago, y el equipo de comisarios completado tras arduas negociaciones a partir de los resultados de las elecciones del pasado junio. Costa sustituye a Charles Michel y Kallas toma el relevo a Borrell, que este sábado divulgó un tuit con una referencia a los versos del poeta Antonio Machado: «Todo pasa y todo queda».
«Venimos a dar un mensaje claro de que apoyamos a Ucrania y seguimos dándole todo nuestro apoyo», ha dicho el presidente del Consejo Europeo a los medios, en los prolegómenos de la programada entrevista con Zelenski. El presidente les insistirá en su plan para acabar con la contienda sin que su país deba ceder en concesiones que considera inaceptables ante Moscú.
Su última iniciativa la divulgó el viernes en una entrevista televisada donde aseguró que la «fase caliente de la guerra» podría terminarse si la OTAN protege su territorio. Solo en ese caso –una adhesión 'de facto' que la Alianza no ve posible ahora–, Kiev estaría dispuesto a ceder los territorios ocupados por Rusia, aunque con vistas a recuperarlos en una siguiente fase diplomática.
Zelenski ha templado sus condiciones y se abre por primera vez a negociar con el Kremlin. Coincide en el tiempo con una etapa de baja popularidad nacional. El desgaste propiciado por una guerra tan prolongada, la cercanía de un nuevo invierno sin capacidad energética a causa de los bombardeos rusos y la tremenda sangría de muertos y heridos le pasa factura y ha debilitado el respaldo que tenía entre los ciudadanos.
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La prueba de todo ello son las dificultades que el Ministerio de Defensa padece para reclutar nuevos soldados en una población horrorizada por los estragos de los combates. Los medios y el propio ejército omiten los brutales ataques contra sus soldados, pero reproducen incesantemente vídeos en los que se contempla cómo los enemigos caen bajo los disparos de francotiradores, revientan debido a las minas y los drones artillados e incluso se suicidan detonando granadas de mano bajo sus chalecos antibalas. La cuestión es que si esa infernal sucesión de horrores sucede con el invasor, cabe pensar que también ocurre al otro lado de las trincheras; una percepción que se alimenta a medida que crece el número de muertos, desaparecidos y de mutilados que retornan a sus pueblos.
Algunos cálculos cifran en más de 100.000 los desertores –los más pesimistas hablan de casi 200.000–, comprendiendo en ese grupo a quienes huyen del alistamiento y los militares que han causado baja médica en algún momento y renuncian a regresar al frente. El presidente de EE UU, Joe Biden, a mes y medio prácticamente de cesar en su cargo, presiona sobre su homólogo ucraniano para que reduzca la edad de movilización a los 18 años. Sin embargo, se trata de una línea bastante complicada de atravesar para Zelenski, consciente de la irascible reacción popular que podría generar.
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Ese es uno de los contextos en los que se produce el viaje de la nueva cúpula europa a Kiev. El otro es el estado cada vez más frágil de las líneas militares de defensa; una debilidad comparable a la que Ucrania demostró cuando no pudo llevar a cabo el año pasado su prevista gran contraofensiva de primavera para expulsar a los rusos del Donbás. Las tropas del Kremlin son más numerosas. Caben suponer los rigores de la carnicería y que tampoco lo pasan mejor en mitad del infierno que representa una guerra salvaje, pero ganan terreno en el Donbás y su máximo jefe, Vladímir Putin, amenaza en medio de esta espiral fanática con utilizar los misiles hipersónicos –ya ha disparado uno– y todo su arsenal logístico más devastador como respuesta al uso de cohetes de largo alcance estadounidenses, británicos y franceses dentro de territorio ruso.
La telaraña bélica se ha vuelto extremadamente densa. Lo rerconocía este domingo la nueva jefa de la diplomacia europea: «La situación es Ucrania es muy, muy, grave». Kaja Kallas ha añadido que «claramente eso también tiene un coste muy alto para Rusia». Antes de su viaje, la política estonia reiteró su disposición a continuar con el legado de Borrell y aseguró que sus «prioridades urgentes» son la invasión de Ucrania y la crisis de Oriente Medio.
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«Es un inmenso honor seguir sus pasos después de cinco años difíciles en la configuración de la política exterior y de seguridad de la UE», ha señalado sobre su antecesor. Kallas coincide con él en pedir la unidad de los Veintisiete frente a la amenaza rusa y el impulso de la industria armamentística. La ex primera ministra de Estonia es partidaria de la adhesión de la exrepública soviética a la OTAN, y considera necesario «mantener una ambigüedad estratégica» sobre el envío de tropas europeas a esta crisis, consciente de que podría abrir la caja de Pandora a un conflicto global.
No se sabe aún si la delegación que visita Kiev, en la que figura también la nueva comisaria europea de Ampliación, la eslovena Marta Kos, ha viajado solo con palabras de ánimo o aprovechará para anunciar nuevas ayudas materiales al país en guerra.
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Bruselas ha movilizado hasta ahora unos 126.000 millones de euros en armas y material de ayuda a Ucrania. Kallas asegura que «no es caridad», sino una contribución contra la invasión. Frente a las crecientes disensiones en el seno de la UE por el volumen de las aportaciones y la ausencia de voluntad negociadora entre los dos bandos para acabar con la guerra, ella entiende que una victoria de Rusia amenazará la estabilidad de Europa y supondrá que China, Irán y Corea del Norte se vean moralmente fortalecidos. La nueva jefa de la diplomacia quiere entablar también en 2025 conversaciones con Donald Trump para convencerle de que debe respaldar a Kiev.
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