M. Pérez
Miércoles, 14 de agosto 2024, 07:48
El Reino Unido se enfrenta a los demonios de la violencia juvenil tras celebrarse los primeros juicios a menores de edad implicados en los disturbios racistas y de extrema derecha que han sacudido el país en apenas dos semanas. La última en admitir su culpabilidad ha sido una joven de 13 años, que ayer reconoció haber proferido amenazas durante una concentración radical en la localidad de Aldershot.
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La menor, cuya identidad no fue revelada por razones legales obvias, compareció ante la Corte de Magistrados de Basingstoke, en el sur de Inglaterra, acompañada por sus padres. Visiblemente nerviosa, admitió que había amenazado con recurrir a laviolencia delante de un hotel que alberga a solicitantes de asilo. El establecimiento había sido rodeado por una turba. El fiscal señaló que, por el tono y el comportamiento de la joven, cualquier «persona de fortaleza razonable» habría «temido por su seguridad personal». El juez dictará sentencia el 6 de septiembre. El fiscal le advirtió que, de haber sido mayor de edad, hubiera permanecido dos años bajo custodia.
Asimismo, dos niños de 12 años han pasado a disposición judicial, convirtiéndose en las personas más jóvenes condenadas por desórdenes públicos en el Reino Unido. Uno de ellos fue grabado por la Policía de Manchester en tres ocasiones diferentes el 31 de julio. En la primera pateaba el escaparate de una tienda de vapeo. En la segunda arremetió a patadas contra un autobús. En la tercera lanzó un objeto contundente, posiblemente una piedra, a un furgón policial, todo ello en el contexto de las movilizaciones ultra. «Está más involucrado en la violencia y el desorden que cualquier otro acusado que he visto pasar por estos tribunales, adulto o niño», le recriminó la jueza de distrito Joanne Hirst. La magistrada calificó el caso de «muy grave» y decretó prisión preventiva para el menor, que ya es el convicto más jóven de la historia del país.
La Fiscalía informó que el otro menor fue arrestado en Liverpool, una de las ciudades especialmente castigadas por las protestas. El chaval arrojó una piedra contra un coche-patrulla y se marchó en su bicicleta. La sigue usando: ha quedado en libertad condicional.
La ola de violencia comenzó después del asesinato a cuchilladas de tres alumnas de Primaria en un club de verano en la localidad de Southport el 28 de julio. El bulo de que el autor era un inmigrante unido a un eficaz manejo de los foros de extrema derecha en internet desembocaron en cientos de incidentes, con un saldo de 975 detenidos. De ellos, 546 se han sentado ya en el banquillo.
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Las autoincriminaciones se han convertido en algo bastante habitual después de que el Gobierno anunciara que los alborotadores podrían ser liberados de manera anticipada al cumplir el 40% de su pena. Aparte de agilizar los procesos, el Ejecutivo quiere evitar que las masificadas cárceles británicas se conviertan en un problema aún mayor del que ya suponen para el Ministerio de Justicia.
Los juicios a estos tres menores –y la existencia de decenas de arrestados en edades similares– conmocionan al Reino Unido. La Policía instó a los padres británicos a preocuparse de a dónde van sus hijos cuando salen a la calle. La sociedad se pregunta cómo unos chavales que deberían estar concentrados en los estudios y disfrutar el ocio típico preadolescente acaban arrojando piedras a las fuerzas de seguridad y siguiendo violentas consignas racistas y de extrema derecha..
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Especialmente conmovedor ha sido el testimonio de la abuela del «peor alborotador de Gran Bretaña», como ha sido definido el joven que ha entrado en prisión. En una entrevista ha confesado su frustración por no saber cómo hacerle volver al «buen camino» y lamenta que el muchacho «ha visto mucha violencia en su vida», Su padre está en prisión y «su madre no puede controlarlo. Es un niño encantador cuando está solo», aunque reconoce que ha tenido problemas en varias escuelas. Antes de los disturbios de Manchester, se ausentó una semana de casa. Volvió a aparecer con otros «adolescentes mayores que él», dice su abuela quien teme que su comportamiento empeore en un centro juvenil. «Estará con muchachos mayores y peores».
Por si fuera insuficiente, el país lidía también con el caso de un menor de once años que ha sido acusado de causar altercados callejeros y lanzar bombas incendiarias contra distintas propiedades en Irlanda del Norte. La Policía llegó al niño tras abrir una investigación por unas algaradas ocurridas en el sur de Belfast el 15 de julio. Le encontraron tres cócteles molotov. Será juzgado el 6 de septiembre.
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