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Lourdes Gómez
Londres
Martes, 12 de noviembre 2024
El reverendo Justin Welby renunció este martes a su cargo como jefe de la Iglesia de Inglaterra y líder espiritual de una comunidad internacional de 85 millones de anglicanos tras aceptar la responsabilidad personal e institucional de «graves errores en la gestión» de un histórico escándalo de abuso de menores y adolescentes. El arzobispo de Canterbury estaba entre las cuerdas desde la reciente publicación de un informe independiente que exponía su papel en el encubrimiento del abogado de élite y gestor de campamentos infantiles religiosos, John Smyth, considerado finalmente como el «más prolífico abusador» de chavales dentro de la esfera de la Iglesia de Inglaterra.
El máximo líder de una confesión extendida por 165 países estaba al corriente desde 2013 –extraoficialmente probablemente desde décadas anteriores– del catálogo de denuncias y sospechas vertidas sobre Smyth desde los años ochenta, de acuerdo con la investigación del asesor social Keith Makin. El arzobispo se sumó, sin embargo, a la «conspiración de silencio» prevalente entre la jerarquía eclesiástica y el notorio abogado y padre de familia, que también abusó físicamente de su hijo, siguió cometiendo atrocidades hasta su muerte en 2018.
Smyth falleció en Ciudad del Cabo sin responder ante la Justicia por la letanía de presuntos crímenes perpetrados a lo largo de cuatro décadas en Reino Unido, Zimbabue y Sudáfrica. El informe le atribuye un mínimo de 115 víctimas en Inglaterra desde principios de 1970 hasta 1984, cuando la Iglesia le permitió –posiblemente le recomendó– salir del país pese a que una pesquisa interna revelara una cadena de abusos, que un «grupo pequeño decidió encubrir».
Se quiso proteger la reputación de los campamentos escolares y de la propia iglesia. «Es obvio que debo aceptar la responsabilidad personal e institucional por el largo y traumático periodo de tiempo entre 2013 y 2024», afirma el arzobispo en la carta de dimisión. Welby remontaba inicialmente su conocimiento del caso a 2017, cuando un programa de Channel 4 aireó los crueles y terroríficos castigos que el supuesto mentor propinaba a los pupilos que pecaban.
Welby, que dirige el anglicanismo desde 2013 y antes trabajó en la industria de hidrocarburos, tardó tres años en reunirse con las víctimas del prolífico depredador. Los testimonios de los ahora adultos hablan de cientos de latigazos hasta que les brotaba la sangre de las nalgas y la espalda, besos y tocamientos, control, humillaciones y abuso psicológico. «Creí erróneamente que una resolución apropiada se establecería después de ser informado en 2013», justifica ahora el reverendo.
El arzobispo perdió la confianza del clero en los últimos días. También se ha cuestionado su integridad en la gestión de denuncias de abusos históricos y del plan de reformas que él mismo ha instigado para garantizar la seguridad de todos en el ámbito eclesiástico. Ahora confía en que su renuncia al máximo cargo en la comunión anglicana demuestre la «seriedad con que la Iglesia de Inglaterra» afronta la «necesidad de cambio y nuestro profundo compromiso para crear una iglesia más segura».
Welby se retira antes de su anticipado cese en enero de 2026. Cumplirá entonces 70 años, la edad máxima de los arzobispos de Canterbury, según los cánones eclesiásticos. Sin embargo, se va en medio de una conmoción mundial entre los fieles anglicanos de todo el planeta.
El Gobierno británico se negó a comentar la noticia y sólo un portavoz del primer ministro, Keir Starmer, habló del caso para limitarse a afirmar que respetaba la decisión. «Las acusaciones son claramente horribles», añadió tras mostrar su apoyo a las víctimas, a las que cree que «se les ha fallado muy gravemente».
También se manifestó el arzobispo de York, Stephen Cottrell, el segundo clérigo de mayor rango de la Iglesia, que calificó la renuncia de Welby como «lo correcto y honorable que hay que hacer».
El rey Carlos III, el Gobierno y un comité de la Iglesia anglicana intervendrán formalmente en la selección del sucesor de Justin Welby. El pistoletazo de salida se ha dado ya, pero el proceso se espera largo y secreto. Quienquiera que obtenga el puesto es poco probable que sea nombrado antes de finales de la próxima primavera.
El obispo de Leicester, el reverendo derechista Martyn Snow, de 56 años, es visto como favorito por su experiencia en tratar de mantener unidas a facciones eclesiásticas en conflicto por las uniones entre personas del mismo sexo. El colega de Norwich, el asimismo conservador Graham Usher, de 54 años, también se baraja como posible sucesor del actual arzobispo de Canterbury.
Sin embargo, una encuesta realizada el año pasado por el periódico 'The Times' entre sacerdotes reveló un fuerte apoyo a que es ya hora de que el cargo sea ocupado por primera vez por una mujer. La obispo de Chelmsford, la reverenda de origen iraní Guli Francis-Dehqani, de 58 años, es vista con buenos ojos. También se barajan otros nombres como las obispas Helen-Ann Hartley, Rachel Treweek y Sarah Mullallay.
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