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Miguel Pérez
Domingo, 29 de diciembre 2024, 14:52
El nuevo presidente de Georgia, Mijeil Kavelashvili, leal al partido gobernante, ha jurado este domingo su cargo a puerta cerrada mientras en la calle varios miles de personas protestan contra su designación. El exfutbolista ultraonservador, cercano a las tesis de Rusia, sucede en el cargo a Salomé Zurabishvili, afín a la oposición proeuropea, que ha decidido abandonar el Parlamento y unirse a los manifestantes al tiempo que se reivindica como la todavía «presidenta legítima» del país.
Georgia profundiza así en la crisis política e institucional que soporta desde el 26 de octubre, cuando el partido antioccidentalista Sueño Georgiano ganó los comicios de forma muy discutida y envuelto en acusaciones de fraude. Con todos los pronósticos en contra, la formación de derechas salió vencedora con un 53,9% de los votos, que la coalición opositora Movimiento Nacional Unificado calificó de «resultado falseado». El partido gobernante ha seguido adelante, sin embargo, con el proceso de investidura de Mijeil Kavelashvili, el candidato al que ha apoyado desde el principio,. El Colegio Electoral ratificó su nombramiento el 14 de diciembre pese a que las movilizaciones callejeras en su contra han sido prácticamente diarias en los últimos dos meses.
«Nuestra historia muestra claramente que, después de innumerables luchas para defender nuestra patria y nuestras tradiciones, la paz siempre ha sido uno de los principales objetivos del pueblo georgiano», ha declarado Kavelashvili en su discurso este domingo. El acto en el Parlamento ha comenzado a las once de la mañana (hora española) y ha destacado por su brevedad. El nuevo mandatario ha prestado juramento sobre la Biblia y la Constitución y ha prometido que se afanará por unir a una población dividida a causa de una «polarización artificial» orquestada por «fuerzas externas».
«Voy a ser el presidente de todos, sin importar a quién le gusto y a quién no». ha agredado el presidente, quien secunda la tesis del partido gobernante de que son los «enemigos» occidentales y los interesados en que el país se comprometa en la guerra de Ucrania frente a Rusia quines intoxican el clima político georgiano. El Gobierno, ha agregado Kavelashvili, sobresale por ser «amante de la libertad» y «no se adapta a la opresión, la injusticia, la falta de respeto y la actitud arrogante».
Su discurso contrasta vivamente con las denuncias de «torturas» realizadas desde sectores críticos, la detención de más de 400 manifestantes y líderes opositores o las propias sanciones impuestas por Estados Unidos y el Reino Unido contra altos altos funcionarios del Gobierno georgiano por la represión de las protestas. Algunos de los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes han sido de extrema dureza, con decenas de heridos en ambos bandos. A estas protestas se las conoce ya como la «revolución de los fuegos artificiales» por el uso de pirotecnia casera contra la Policía.
Tan solo 48 horas antes del discurso del nuevo presidente, Estados Unidos anunció el viernes otras sanciones contra el multimillonario Bidzina Ivanishvili, a quien se consideran el auténtico cerebro en la sombra de Sueño Georgiano. Fue primer ministro entre 2012 y 2013, posee una fortuna estimada en 7.500 millones de euros –forjada durante sus años de empresario en Rusia–, es aficionado a criar tiburones y los críticos le atribuyen ser el artífice del alejamiento de su partido de la órbita proeuropeísta.
Sueño Georgiano ha ido adoptando una retórica antiliberal y ultraconservadora que, según sus detractores, pone en riesgo la democracia del país. El partido ha pilotado medidas excéntricas en el recorte de derechos sociales como la aprobación de leyes similares a las normas más autoritarias de Rusia. Tras las últimas elecciones, la Unión Europea ha puesto al ralentí el proceso de adhesión de Georgia, lo que ha motivado una constante reacción pública de los opositores para que el país, antigua república de la Unión Soviética, pueda regresar a la senda de la integración.
«Dejaré el palacio presidencial para estar a vuestro lado, llevando conmigo la legitimidad, la bandera y su confianza», ha proclamado esta mañana la presidenta saliente, Salomé Zurabishvili, antes de abandonar el hemiciclo y salir a la calle para unirse a los manifestantes. Zurabishvili ha sido una activa denunciante del supuesto fraude electoral en estas últimas semanas y, aunque sus poderes ya están seriamente limitados, está utilizando su influencia internacional para enfatizar esta queja y promover unas nueves elecciones, de momento sin éxito. Occidente siempre le ha considerado una dirigente cercana y ella se ha hecho popular en estos países a los que ha visitado frecuentemente.
Sus abuelos abandonaron Georgia en 1921 con la entrada del Ejército Rojo. Zurabishvili nació hace 72 años en París. Ha sido diplomática en Francia y Estados Unidos, y dirigido Georgia desde 2018. Logró la presidencia con el respaldo de Sueño Georgiano, pero la posterior deriva de este partido hacia tesis muy conservadoras y prorrusas marcó un distanciamiento que se ha agravado con las crisis institucionales, las movilizaciones callejeras y la invasión rusa de Ucrania. Las últimas relaciones entre la mandataria, el Gobierno y el partido han sido extremadamente agrias. Al menos en dos ocasiones el Ejecutivo dirigido por Sueño Georgiano le prohibió salir al extranjero en 2023, aunque ella no acató la directriz.
Tampoco ha admitido la orden de permanecer este domingo dentro del Parlamento durante la investidura de su sucesor. Ya el sábado participó en Tbilisi en una cadena a favor de la adhesión a la UE y hoy se ha sumado a los manifestantes entre gritos de «Salóme, Salomé». Se ha reivindicado como «presidenta legítima», aunque fuera del palacio presidencial. El primer ministro, Irakli Kobakhidze, le había advertido horas antes que si no dejaba su despacho se enfrentaría a un delito penal «castigado con muchos años de prisión». «La sociedad está aquí fuera. Ellos están encerrados ahí dentro», ha declarado la ya expresidenta, quien ha afirmado que «conmigo traigo la legitimidad y la bandera» ante los aplausos de la multitud.
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