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Enric Bonet
Viernes, 6 de diciembre 2024, 22:04
Es uno de esos recuerdos que no se borran con facilidad y eso que se trató de una tragedia sin víctimas. Millones de personas recuerdan dónde estaban el 15 de abril de 2019. Pasadas las siete de la tarde, una inmensa humarada brotaba desde Notre Dame. En París, miles de personas se acercaron a la zona de la catedral, otras lo siguieron a varios kilómetros de distancia desde sus balcones o en las pantallas de sus móviles en el metro. Muchos se temieron lo peor cuando se derrumbó la aguja del crucero a causa de las llamas. Pero los bomberos lograron apagar el incendio.
Casi cinco años y ocho meses después, la herida en la memoria de ese momento fatídico podrá cerrarse. La monumental iglesia del siglo XIV abre de nuevo hoy las puertas al público. Acudirán a los actos de reapertura unos 40 jefes de Estado o dirigentes, entre ellos Volodimir Zelenski y Donald Trump. Una parte de los focos mediáticos estarán puestos en estos mandatarios, especialmente en el francés Emmanuel Macron, cuya promesa de restaurarla en cinco años -muchos vieron en ese corto plazo una osadía algo temeraria- se ha visto cumplida. Y ha sido la mayor aportación cultural y patrimonial de su presidencia.
No obstante, los verdaderos protagonistas del despertar de las cenizas de Notre Dame han resultado los arquitectos y los 1.300 artesanos implicados en la restauración. También tuvieron una aportación destacada los 340.000 donantes que permitieron recaudar casi 850 millones (una cifra récord), de los que han sobrado unos 150 que se utilizarán en las próximas etapas de la reconstrucción. Pese a su rápido avance, esta no ha concluido del todo. Aún falta cubrir con una capa de plomo la aguja del crucero. También queda pendiente la remodelación de la explanada de la iglesia, situada en el corazón de la capital francesa. Esas obras empezarán en el otoño de 2025 y durarán al menos tres años.
Restitución «idéntica»
A pesar de estas tareas pendientes, los implicados en la restauración se muestran orgullosos de lo logrado. «Hemos recuperado la luminosidad de la piedra de París. El interior de la catedral tiene ahora mismo un aspecto más parecido al de sus inicios en la Edad Medieval que antes del incendio», cuando la tonalidad de sus paredes era más sombría, explica a este medio Rémi Fromont, uno de los tres arquitectos que han ideado el proyecto. Él considera clave la decisión de haberla «restituido de manera idéntica», sin ceder a la tentación de introducirle un toque arquitectónico moderno.
«Una de las dificultades se ha debido a que primero tuvimos que estudiar y entender la lógica de los arquitectos y masones originales», asegura Fromont. La estructura de madera de la parte superior, bautizada como «el bosque», tenía la reputación de obra maestra del gótico. «Hubo un antes y un después de Notre Dame de París», sostiene este especialista. También ha supuesto un desafío recrear la aguja del crucero neogótica, diseñada por el prestigioso arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, del siglo XIX.
El argentino Damián Birardi es uno de los 70 carpinteros de armar tradicional que han talado con hachas y remodelado con hilos de plomo la madera, uno de los materiales preponderantes en Notre Dame. Eso explicó, de hecho, la rápida propagación del fuego, junto con el sistema de alerta antincendios que falló. Este artesano se felicita por la rápida reconstrucción: «En realidad duró dos años, porque hasta 2022 la prioridad fue garantizar su estabilidad», así como retirar un andamio que había quedado calcinado, lo que representó una de las tareas más complejas.
«Creo que la mayor dificultad ha resultado la logística de una obra tan grande. En un espacio reducido tuvimos que colaborar artesanos de oficios muy distintos», afirma Birardi, quien considera acertado el plazo ajustado que dispusieron.
«Hemos sentido una presión muy importante», reconoce, en cambio, Isabelle Baudoin, responsable de un taller de vidrieros implicados en la restauración de cinco vitrales. «No hemos sacrificado la calidad patrimonial debido al corto plazo», defiende Fromont. Algunos de los restauradores reconocen, sin embargo, que la celeridad les ha obligado en algunos casos a utilizar materiales que no son los mejores, por ejemplo, el plomo puro para la cubierta que Viollet-le-Duc desaconsejaba.
Y la apuesta por mantenerse fidedignos en el uso de la madera la han compensado con múltiples medidas de seguridad, como «la ausencia de una estructura eléctrica en el 'bosque', la presencia de cámaras térmicas o un sistema automático de gotitas de agua», asegura Fromont. Todas ellas tienen como objetivo que esta restauración fulgurante resista al paso de las décadas y los siglos.
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