M. Pérez
Domingo, 2 de julio 2023, 21:24
Patriot Media, el grupo de medios de comunicación presidido por Evgueni Prigozhin, va camino de su cierre, según ha declarado este fin de semana el director de uno de ellos, la web de noticias RIA FAN. La clausura de esta corporación es un síntoma del ... desmoronamiento del imperio empresarial del jefe del Grupo Wagner tras su motín fallido contra el Kremlin que le ha llevado al éxodo en Bielorrusia.
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Aunque Prigozhin dispone de un vasto entramado de compañías, que abarcan desde la minería a la hostelería y produjeron 230 millones de euros en los años previos a la guerra, lo cierto es que tres de sus grandes pilares han salido ya fuera de su control: la seguridad, ya que su ejército privado ha sido asumido por Moscú; la agencia de guerra cibernética o 'fábrica de trolls' dedicada a divulgar noticias falsas, que también ha cerrado, y el grupo mediático que había construido para alabar su propia figura y la del Gobierno ruso. De esta última han surgido muchos de los vídeos difundidos estos últimos meses por el jefe mercenario en los que alardeaba del poder de su ejército y de las conquistas en Ucrania en mensajes habitualmente exagerados o trufados de falsedades.
«Anuncio nuestra decisión de cerrar y abandonar el espacio informativo del país», declaró en la noche del sábado el director de RIA FAN, Yevgeny Zubarev, en una grabción donde se alegraba de haber hecho «oposición a quienes querían destruir Rusia». En especial, apunta contra Alexei Navalny, el disidente encarcelado, denigrado en repetidas ocasiones por RIAFAN. Esta web se ha caracterizado sobre todo por ofrecer información ultranacionalista y una cobertura siempre positiva del Grupo Wagner y del Kremlin.
Pero el idilio acabó cuando su jefe se amotinó. El Ejecutivo dirigido por Vladímir Putin ha bloqueado la señal y difusión del resto de medios de Prigozhin, a quien la televisión pública rusa acusó este domingo en uno de sus programas de referencia de haber «perdido la cabeza a causa de grandes sumas de dinero» y de una sensación de impunidad originada cuando sus mercenarios operaban en Siria y África, que se «reforzó» tras la toma de Soledar y Bajmut en Ucrania.
Mientras tanto, su compañía privada de paramilitares se deshace a marchas forzadas. Moscú se ha asegurado de que el Grupo Wagner mantendrá sus contratos de protección a políticos y grandes empresas en África y Oriente, pero muchos de sus mercenarios han comenzado a integrarse ya en el ejército regular ruso, según explicó ayer el presidente de la Duma, Viacheslav Volodin. Según éste, un número creciente de ellos ha firmado el contrato ofrecido por el Kremlin para «tomar las armas por Rusia» en el frente ucraniano. Otras fuentes señalan que un grupo de exmiembros de Wagner se habría dirigido a Bielorrusia con la finalidad de formar un nuevo batallón a las órdenes de Prigozhin, aunque no hay ninguna noticia del antiguo oligarca desde que su avión aterrizase en Minsk.
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La asunción del imperio del 'chef de Putin', como fue conocido en sus momentos de mayor gloria, no es tarea fácil para el Gobierno ruso. Por ejemplo, de sus enormes negocios de hostelería y servicios de catering depende la comida de buena parte de las tropas destinadas no solo en Rusia, sino en el frente ucraniano y resulta impensable detener ese flujo. No deja de ser paradójico que mientras Prigozhin arremetía contra el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor, éstos le pagaran facturas millonarias por alimentar a los soldados, según los contratos firmados antes y durante la invasión.
De hecho, la alimentación, donde se sitúa el origen de la fortuna del exjefe mercenario, es la base de toda la pirámide empresarial. Sus empresas proveedoras, agrupadas en el emporio Concord, también surten la comida diaria de las escuelas y orfanatos infantiles; una red en la que el Kremlin deberá ponerse ahora al mando ante la ausencia de su presidente ejecutivo.
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Los negocios alimentarios de Prigozhin con el Gobierno comenzaron en 2006 y el año pasado recibieron una inyección de unos 900 millones de euros en forma de contratos de abastecimiento para las cocinas del frente. En realidad, esta financiación le ha servido al oligarca durante lustros para impulsar el resto de sus negocios y, en especial, la contratación de mercenarios. Luego vendía estos «servicios de seguridad» a terceros países y al propio Kremlin, engrosando una espiral sin fin de beneficios. Se da por hecho que muchos de los precios de la comida se inflaban y que parte del dinero revertía a Rusia en proyectos mercenarios en Siria y otras operaciones encubiertas.
La contabilidad del Grupo Wagner y el resto del imperio financiero constituye otro reto para la Administración. La limpieza no parece su mejor herramienta. Los expertos opinan que la rebelión le ha salido muy cara al oligarca exiliado. Muchos de sus recursos económicos continuarían en Rusia debido a las sanciones occidentales, posiblemente en manos del Kremlin bien de forma directa o bien por la asunción del control de sus empresas. Nadie sabe a ciencia cierta a cúanto asciende la fortuna de Prigozhin.
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Un dato resulta bastante esclarecedor de la manera de actuar del excaudillo paramilitar. Después de su revuelta frustrada, las fuerzas de seguridad decomisaron millones de rublos en metálico escondidos en varios camiones militares aparcados a la puerta de la sede del Grupo Wagner en San Petesburgo. El hallazgo demostró que Prigozhin es supuestamente un hábil administrador de dinero negro en efectivo. Quizás esos millones estaban destinados a facilitar su fuga o a pagar a colaboradores en Moscú. Pero si un individuo es capaz de dejar una fortuna en la caja de unos camiones, diversos analistas occidentales creen que habrá sido lo suficientemente listo como para haber ocultado parte de sus activos en lugares ópacos. Tan solo su seguridad personal debe estar suponiéndole ahora un alto coste.
A poco más de una semana de la caída en desgracia de Prigozhin, lo que puede inquietar a Moscú de manera extraordinaria es qué harán los gobiernos de Mali y República Centroafricana con los contratos de Wagner. La compañía se encuentra enraizada profundamente en estos países. Por ejemplo, sus soldados de fortuna se ocupan desde hace un lustro de la protección del presidente centroafricano, Faustin Archange Touadéra. Respecto a Mali, el rumor es que el Gobierno les paga grandes cantidades (se ha llegado a especular con casi 10 millones de euros mensuales) por sus servicios como ejército privado.
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Pero la piedra angular de estos vínculos no reside únicamente en la prestación de unos servicios de seguridad a altos cargos políticos. Es también la puerta abierta a que la empresa mercenaria pueda operar a su antojo en una franja de África cuyas minas y explotaciones petrolíferas le generan auténticos ríos de riqueza. El exparlamentario centroafricano Jean-Pierre Mara ha maifestado en el canal DW que Rusia debe procurar que nada cambie, ya que «necesita el oro de Centroáfrica y de Mali para financiar la guerra. Pero no está claro si serán los mismos actores». O, quizá, fuera mejor hablar de directores porque algunos medios creen que el Grupo Wagner mantiene abierto el reclutamiento en Rusia, donde solía obtener voluntarios en clubes y gimnasios, quizá para mantener engrasada la maquinaria bélica.
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