Secciones
Servicios
Destacamos
DARÍO MENOR
CORRESPONSAL. ROMA
Sábado, 23 de julio 2022, 19:06
El próximo 27 de octubre se cumplen cien años del inicio de la Marcha sobre Roma, el golpe de mano con el que miles de fascistas se dirigieron hacia la capital italiana para impulsar la toma del poder de Benito Mussolini. Como las próximas elecciones ... generales en el país se celebrarán el 25 de septiembre, es previsible que el nuevo Gobierno tome posesión en la segunda mitad del mes siguiente, cuando tiene lugar esta significativa efeméride. La coincidencia resulta particularmente inquietante para las fuerzas de la izquierda porque los sondeos vaticinan una victoria en los comicios del bloque conservador, liderado por la candidata del partido soberanista Hermanos de Italia (HdI), Giorgia Meloni, y del que también forman parte la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia (FI), la fuerza política de Silvio Berlusconi.
El nuevo Ejecutivo que salga de la próxima cita con las urnas será el número 68 del país desde la Segunda Guerra Mundial: han durado una media de algo más de trece meses. El que ha liderado Mario Draghi hasta el desmoronamiento de la coalición gubernamental esta semana, y que continuará en funciones hasta la formación del próximo Gobierno, ha tenido una vida algo más larga, de un año y medio. Era el tercero de la legislatura, iniciada en 2018. Primero hubo uno formado por una alianza entre el populista Movimiento 5 Estrellas (M5E), el partido más votado en las anteriores elecciones, y la Liga. Duró solo un año y tres meses, y estuvo liderado por Giuseppe Conte. Lo dinamitó en un loco mes de agosto Salvini con la idea de forzar la convocatoria de comicios anticipados en otoño, en los que esperaba arrasar después de que su formación hubiera obtenido un 34% en las elecciones europeas de mayo de 2019.
Salvini se quedó en aquella ocasión con las ganas, ya que el M5E negoció una nueva alianza, en este caso con el Partido Democrático y otras pequeñas fuerzas de la izquierda y el centro, para dar vida al segundo Gobierno liderado por Conte. Aquel Ejecutivo tampoco tuvo una vida mucho más larga: aguantó un año y cinco meses. El encargado de tumbarlo fue en esa ocasión Matteo Renzi, exprimer ministro y líder del partido Italia Viva, que maniobró para convertir a Draghi en el siguiente jefe de Gobierno italiano, apoyado por una heterogénea coalición de la que formaban parte nueve fuerzas políticas con diversas ideologías, que iban desde la extrema izquierda hasta la derecha soberanista.
«Italia lleva años viviendo una inestabilidad política que es más estable de lo que parece», explica Mattia Diletti, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad La Sapienza de Roma, para el que la crisis que ha provocado la caída del Ejecutivo de Draghi no es más que una nueva manifestación de una deficiencia estructural que lleva décadas existiendo y que los ciudadanos han aprendido a sobrellevar pese a los costes políticos y económicos que lleva aparejados. «En la base del problema está la fragilidad de los partidos, su transformismo y la falta de raíces que sufren hoy en la sociedad», sostiene el docente de La Sapienza.
Este problema viene al menos desde la época de Tangentopoli, el escándalo de corrupción que sacudió el sistema político a principios de los años 90 del siglo pasado y que fulminó a las dos fuerzas principales, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. El fin de casi cinco décadas de cierta estabilidad gracias al bipartidismo, aderezadas eso sí con las peleas entre las corrientes internas de las formaciones, que propiciaron la caída de algunos Gobiernos, dejó una enorme fragmentación parlamentaria, que constituye otra de las causas de las habituales crisis políticas. Ese vacío de poder fue hábilmente ocupado por Berlusconi con su criatura política, Forza Italia. Gracias a su vitola de empresario de éxito hecho a sí mismo y catapultado a la fama por sus televisiones, el magnate ganó sus primeros comicios en 1994 y desde aquella campaña protagonizó el panorama electoral italiano, dividido entre favorables y detractores de su figura.
«Aquella Forza Italia era hija de lo sucedido en los años 80. Era un partido libertario que estaba en un Gobierno que podía definirse de centro derecha, mientras que el Ejecutivo que podría llegar ahora con HdI, la Liga y FI sería de 'derecha centro'», advierte Giovanni Orsina, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Luiss-Guido Carli de Roma, para el que la crisis política de esta semana ha empujado hacia posiciones más de derechas a las formaciones conservadoras. La Liga y FI, que formaban parte de la coalición gubernamental liderada por Draghi, se han visto arrastradas por HdI, que al quedarse como única fuerza opositora ha logrado escalar en los sondeos hasta convertirse en la formación que cuenta hoy con una mayor intención de voto, casi el 24%. «Y eso que Meloni no ha tenido que hacer nada durante la legislatura. Se ha limitado a decir 'no' a todo y a pedir la convocatoria de elecciones anticipadas», subraya Orsina.
Los próximos comicios pueden suponer además la oportunidad de acabar con una significativa anomalía que explica en parte la inestabilidad de la última década: desde 2011 no ha habido ningún primer ministro italiano que haya sido elegido directamente por los ciudadanos en las urnas. Desde que Berlusconi cedió el testigo al tecnócrata Mario Monti asfixiado por la crisis financiera, todos los jefes de Gobierno han llegado al poder fruto de acuerdos entre los partidos. Estos pactos son por su naturaleza inestables y muy sensibles a los cambios de ánimo que provocan en los partidos las sucesivas elecciones municipales, regionales y europeas. «El sistema político italiano lleva desde 2011 improvisando, encontrando soluciones para sobrevivir a una crisis tras otra», afirma Diletti.
La historia reciente italiana invita a pensar que será difícil que el próximo Gobierno no se vea también sacudido por las tensiones internas y las luchas de egos. La pelea por los cargos ya ha comenzado: Salvini ha dado el pistoletazo de salida a la campaña electoral adelantando su intención en las redes sociales de volver a ocuparse del Ministerio del Interior. Tampoco le será nada fácil al bloque conservador dilucidar quién lideraría el Ejecutivo. Meloni insiste en que debe hacerlo el que logre más votos de los tres partidos, pero no está nada claro que, si ese honor le corresponde a HdI, ella se vaya a convertir en primera ministra.
«No sé si un eventual Gobierno de derechas estaría encabezado por Meloni. No olvidemos que el nombramiento del primer ministro según la Constitución es una competencia del presidente de la República, Sergio Mattarella», afirma Orsina, destacando la labor que hará el jefe del Estado para garantizar la colocación europeísta y atlantista de Italia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.